La repostería cobra especial importancia en esta época del año Leer La repostería cobra especial importancia en esta época del año Leer
El recetario malagueño fluctúa, como en cualquier otro lugar, con el cambio de estación y la llegada de épocas especiales como Carnaval, Navidad y, por supuesto, Halloween. Tanto para los locales como para los que aterrizan en Málaga para descubrir la ciudad y sus encantos, la despensa se abre para ofrecer desde contundentes potajes hasta dulces consumidos solo durante estos días. Sabores tradicionales que nada tienen que ver con la festividad made in USA importada a hogares, cafeterías y tiendas.
Hay gran variedad de productos y elaboraciones típicas que se consumen, incluso, semanas antes de que llegue el Día de Todos los Santos. Sin embargo, en la capital malagueña hay algunos que se repiten en los escaparates de las pastelerías o en los puestos itinerantes de cada barriada.
Con el inicio del otoño se abre paso el aroma y el inconfundible humo blanquecino que sale de los puestos de castañas asadas. Es un clásico llevar entre las manos, bien calentito, un cartuchito de castañas (ya es fácil que solo cinco de ellas cuesten un euro), recién sacadas de la olla donde las preparan.
Más allá de Málaga, la cocina del interior de la provincia rinde homenaje a este fruto, muy presente en zonas como el Valle del Genal o en la Sierra de las Nieves, gracias a sus numerosos bosques de castaños.
Esta receta se basa en una masa de almendra y azúcar rellena de dulce de yema y tiene un indudable origen árabe. Los huesos de santo son de los más solicitados en los obradores malagueños y su sabor recuerda a otro de los abanderados de la repostería tradicional: el mazapán.
También son muy populares en el resto de la geografía española y, según cuenta la historia, se crearon para honrar a los difuntos en este día dedicado al recuerdo.
En Málaga es fácil encontrarlos en cualquier pastelería, pero son más que recomendables las de toda la vida: Aparicio, Tejeros, La Canasta y Ávila, entre otras.
Los buñuelos de viento consisten en una masa ligera y frita, con forma redondeada, endulzada con azúcar glas y rellena, en muchas ocasiones, con nata, crema, chocolate, batata y cabello de ángel.
Inicialmente se recubrían de miel y, en los últimos años, se han incorporado novedades como espolvorearlos con cacao o rellenarlos de dulce de leche. De ahí que sean de los más populares entre los peques de la casa o los más golosos. Su origen parece que proviene del legado árabe en la gastronomía local.
Esta fruta de sartén (así la llaman oficialmente los reposteros) es típica no solo del Puente de Todos los Santos, también de otras fiestas como la Semana Santa o Navidad. Aunque, a estas alturas, existen algunas variedades, el pestiño de vino dulce es el más apreciado por los locales.
Suelen ir cubiertos de miel (muy famosos son los de las monjas carmelitas del municipio de Cañete la Real) y se asemejan a otro de los grandes favoritos en Málaga: el borrachuelo.
Todavía en algunos pueblos de la provincia existe la tradición de elaborar la también llamada carne de membrillo. Del fruto con el mismo nombre nace esta receta, tierna y dulzona, muy habitual en otoño y, especialmente, en esta festividad en honor a los difuntos.
Para maridarla, nada mejor que un poco de queso blanco (al menos eso es lo que una servidora siempre comió en casa), nueces o manzana.
El dulce de membrillo que goza de un particular reconocimiento es el que elaboran en Trafrut Cano, una empresa afincada en el pueblo de Pizarra, que lleva más de tres décadas elaborándolo y ya lo exporta a numerosos países.
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