Durante un tiempo, Inna Z. se desvaneció como si la tierra se la hubiera tragado. Acusada de un fraude millonario, había ideado un plan de película negra: fingir su propia muerte para burlar a la justicia. Mientras todos la daban por muerta, ella comenzaba una nueva vida de lujo bajo el sol de Mallorca, acompañada por su inseparable -y nada discreto- caniche gigante.Esta semana, en la Audiencia Provincial de Palma , esta asesora fiscal germana se sentó en el banquillo. Lo hizo con perfil bajo, tras haber reconocido los hechos y consignado 1,55 millones de euros para compensar parte del daño causado. Aceptó una condena de dos años y siete meses de prisión por administración desleal y falsedad documental. No irá a la cárcel.En el año 2020, Inna fue contratada como delegada de una empresa energética alemana con intereses en Mallorca. Aprovechando la confianza que tenían en ella y sus plenos poderes, d esvió 2,3 millones de euros que supuestamente se destinaban al pago de impuestos -IVA, Sociedades y producción eléctrica-, aunque sólo una pequeña parte del dinero declarado -unos 216.000 euros- se destinó a tal fin. Para ocultar el fraude, elaboró una falsa conformidad tributaria con la que engañó a la sociedad. Cuando la pillaron, año y medio después, fingió su muerte para huir de la justicia.Vivía en una lujosa urbanizaciónLa estafa, de dimensiones mayúsculas, no tardó en salir a la luz. Fue citada a declarar ante el Juzgado de Instrucción número 5 de Palma, pero la sospechosa no se presentó. En su lugar, llegó un correo firmado por su hermana, también implicada en este rocambolesco caso, en el que informaba de que Inna había muerto en un accidente de tráfico en la ciudad alemana de Rostock. « Lamentamos comunicar el triste fallecimiento de nuestra socia fundadora en un accidente de tráfico», decía el mensaje.Los acreedores, poco convencidos por aquel repentino óbito, contrataron a una famosa agencia de detectives de Baleares. Los investigadores pronto descubrieron que alguien, supuestamente fallecido, seguía activo en redes sociales. La posibilidad de un robo de identidad se barajó, pero la teoría más probable era más sencilla: Inna seguía viva .Oculta a plena vista, la localizaron en una lujosa urbanización de Santa Ponça. La mujer había cambiado de aspecto y llevaba una vida desahogada. En su domicilio, la Guardia Civil halló documentación falsificada cuando, tras recibir el informe de los detectives, decidió intervenir.Pero fue un detalle menor el que terminó de delatarla: su perro. Inna tenía un caniche gigante, un ejemplar poco habitual en Mallorca, del que la condenada había compartido imágenes del animal en redes sociales ; y los detectives iniciaron una búsqueda centrada en ese dato. Peinaron zonas costeras como Calvià y Andratx, hasta que dieron con un hombre paseando a un caniche que encajaba a la perfección. Lo siguieron. El hombre regresó a una vivienda en Santa Ponça. Días después, vieron salir del mismo domicilio a una mujer con una bolsa de deporte. Iba al gimnasio. Era Inna.La detenciónLa detenida no opuso resistencia. « Sí, soy Inna », confesó. Esta semana, ante el tribunal, la protagonista de este insólito episodio se ha mostrado cooperativa. Consignó previamente 1.550.000 euros en concepto de responsabilidad civil. Su abogado logró que se le aplicara el atenuante muy cualificado de reparación del daño. En un principio, la acusación particular reclamaba para la acusada una pena de hasta trece años de prisión. Sin embargo, la fiscal del caso logró alcanzar un acuerdo de conformidad con las defensas, al que también se sumó finalmente el letrado de la parte afectada. La jueza suspendió la pena de prisión, con la condición de que no vuelva a delinquir en cinco años y abone una multa de 7.280 euros. Su hermana, implicada en la maniobra del falso fallecimiento, ha sido condenada a tres meses de prisión, también suspendida. Su caniche sigue en la casa. Durante un tiempo, Inna Z. se desvaneció como si la tierra se la hubiera tragado. Acusada de un fraude millonario, había ideado un plan de película negra: fingir su propia muerte para burlar a la justicia. Mientras todos la daban por muerta, ella comenzaba una nueva vida de lujo bajo el sol de Mallorca, acompañada por su inseparable -y nada discreto- caniche gigante.Esta semana, en la Audiencia Provincial de Palma , esta asesora fiscal germana se sentó en el banquillo. Lo hizo con perfil bajo, tras haber reconocido los hechos y consignado 1,55 millones de euros para compensar parte del daño causado. Aceptó una condena de dos años y siete meses de prisión por administración desleal y falsedad documental. No irá a la cárcel.En el año 2020, Inna fue contratada como delegada de una empresa energética alemana con intereses en Mallorca. Aprovechando la confianza que tenían en ella y sus plenos poderes, d esvió 2,3 millones de euros que supuestamente se destinaban al pago de impuestos -IVA, Sociedades y producción eléctrica-, aunque sólo una pequeña parte del dinero declarado -unos 216.000 euros- se destinó a tal fin. Para ocultar el fraude, elaboró una falsa conformidad tributaria con la que engañó a la sociedad. Cuando la pillaron, año y medio después, fingió su muerte para huir de la justicia.Vivía en una lujosa urbanizaciónLa estafa, de dimensiones mayúsculas, no tardó en salir a la luz. Fue citada a declarar ante el Juzgado de Instrucción número 5 de Palma, pero la sospechosa no se presentó. En su lugar, llegó un correo firmado por su hermana, también implicada en este rocambolesco caso, en el que informaba de que Inna había muerto en un accidente de tráfico en la ciudad alemana de Rostock. « Lamentamos comunicar el triste fallecimiento de nuestra socia fundadora en un accidente de tráfico», decía el mensaje.Los acreedores, poco convencidos por aquel repentino óbito, contrataron a una famosa agencia de detectives de Baleares. Los investigadores pronto descubrieron que alguien, supuestamente fallecido, seguía activo en redes sociales. La posibilidad de un robo de identidad se barajó, pero la teoría más probable era más sencilla: Inna seguía viva .Oculta a plena vista, la localizaron en una lujosa urbanización de Santa Ponça. La mujer había cambiado de aspecto y llevaba una vida desahogada. En su domicilio, la Guardia Civil halló documentación falsificada cuando, tras recibir el informe de los detectives, decidió intervenir.Pero fue un detalle menor el que terminó de delatarla: su perro. Inna tenía un caniche gigante, un ejemplar poco habitual en Mallorca, del que la condenada había compartido imágenes del animal en redes sociales ; y los detectives iniciaron una búsqueda centrada en ese dato. Peinaron zonas costeras como Calvià y Andratx, hasta que dieron con un hombre paseando a un caniche que encajaba a la perfección. Lo siguieron. El hombre regresó a una vivienda en Santa Ponça. Días después, vieron salir del mismo domicilio a una mujer con una bolsa de deporte. Iba al gimnasio. Era Inna.La detenciónLa detenida no opuso resistencia. « Sí, soy Inna », confesó. Esta semana, ante el tribunal, la protagonista de este insólito episodio se ha mostrado cooperativa. Consignó previamente 1.550.000 euros en concepto de responsabilidad civil. Su abogado logró que se le aplicara el atenuante muy cualificado de reparación del daño. En un principio, la acusación particular reclamaba para la acusada una pena de hasta trece años de prisión. Sin embargo, la fiscal del caso logró alcanzar un acuerdo de conformidad con las defensas, al que también se sumó finalmente el letrado de la parte afectada. La jueza suspendió la pena de prisión, con la condición de que no vuelva a delinquir en cinco años y abone una multa de 7.280 euros. Su hermana, implicada en la maniobra del falso fallecimiento, ha sido condenada a tres meses de prisión, también suspendida. Su caniche sigue en la casa.
Vivía a todo lujo tras desviar 2,3 millones de euros pero su mascota la delató. Evita la cárcel con un acuerdo judicial y el pago de 1,5 millones
Durante un tiempo, Inna Z. se desvaneció como si la tierra se la hubiera tragado. Acusada de un fraude millonario, había ideado un plan de película negra: fingir su propia muerte para burlar a la justicia. Mientras todos la daban por muerta, ella comenzaba una nueva vida de lujo bajo el sol de Mallorca, acompañada por su inseparable -y nada discreto- caniche gigante.
Esta semana, en la Audiencia Provincial de Palma, esta asesora fiscal germana se sentó en el banquillo. Lo hizo con perfil bajo, tras haber reconocido los hechos y consignado 1,55 millones de euros para compensar parte del daño causado. Aceptó una condena de dos años y siete meses de prisión por administración desleal y falsedad documental. No irá a la cárcel.
En el año 2020, Inna fue contratada como delegada de una empresa energética alemana con intereses en Mallorca. Aprovechando la confianza que tenían en ella y sus plenos poderes, desvió 2,3 millones de euros que supuestamente se destinaban al pago de impuestos -IVA, Sociedades y producción eléctrica-, aunque sólo una pequeña parte del dinero declarado -unos 216.000 euros- se destinó a tal fin. Para ocultar el fraude, elaboró una falsa conformidad tributaria con la que engañó a la sociedad. Cuando la pillaron, año y medio después, fingió su muerte para huir de la justicia.
Vivía en una lujosa urbanización
La estafa, de dimensiones mayúsculas, no tardó en salir a la luz. Fue citada a declarar ante el Juzgado de Instrucción número 5 de Palma, pero la sospechosa no se presentó. En su lugar, llegó un correo firmado por su hermana, también implicada en este rocambolesco caso, en el que informaba de que Inna había muerto en un accidente de tráfico en la ciudad alemana de Rostock. «Lamentamos comunicar el triste fallecimiento de nuestra socia fundadora en un accidente de tráfico», decía el mensaje.
Los acreedores, poco convencidos por aquel repentino óbito, contrataron a una famosa agencia de detectives de Baleares. Los investigadores pronto descubrieron que alguien, supuestamente fallecido, seguía activo en redes sociales. La posibilidad de un robo de identidad se barajó, pero la teoría más probable era más sencilla: Inna seguía viva.
Oculta a plena vista, la localizaron en una lujosa urbanización de Santa Ponça. La mujer había cambiado de aspecto y llevaba una vida desahogada. En su domicilio, la Guardia Civil halló documentación falsificada cuando, tras recibir el informe de los detectives, decidió intervenir.
Pero fue un detalle menor el que terminó de delatarla: su perro. Inna tenía un caniche gigante, un ejemplar poco habitual en Mallorca, del que la condenada había compartido imágenes del animal en redes sociales; y los detectives iniciaron una búsqueda centrada en ese dato.
Peinaron zonas costeras como Calvià y Andratx, hasta que dieron con un hombre paseando a un caniche que encajaba a la perfección. Lo siguieron. El hombre regresó a una vivienda en Santa Ponça. Días después, vieron salir del mismo domicilio a una mujer con una bolsa de deporte. Iba al gimnasio. Era Inna.
La detención
La detenida no opuso resistencia. «Sí, soy Inna», confesó. Esta semana, ante el tribunal, la protagonista de este insólito episodio se ha mostrado cooperativa. Consignó previamente 1.550.000 euros en concepto de responsabilidad civil. Su abogado logró que se le aplicara el atenuante muy cualificado de reparación del daño.
En un principio, la acusación particular reclamaba para la acusada una pena de hasta trece años de prisión. Sin embargo, la fiscal del caso logró alcanzar un acuerdo de conformidad con las defensas, al que también se sumó finalmente el letrado de la parte afectada.
La jueza suspendió la pena de prisión, con la condición de que no vuelva a delinquir en cinco años y abone una multa de 7.280 euros. Su hermana, implicada en la maniobra del falso fallecimiento, ha sido condenada a tres meses de prisión, también suspendida. Su caniche sigue en la casa.
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