Los 180 agentes de la Policía Nacional que prestan estos días su primer servicio en el encuentro internacional sobre financiación al desarrollo de Sevilla se han visto obligados a buscar su sustento en los estantes de algún supermercado ante el mal estado y la escasez de las comidas contratadas por el ministerio, desatando una ola de críticas y la exigencia de responsabilidades de los sindicatos Leer Los 180 agentes de la Policía Nacional que prestan estos días su primer servicio en el encuentro internacional sobre financiación al desarrollo de Sevilla se han visto obligados a buscar su sustento en los estantes de algún supermercado ante el mal estado y la escasez de las comidas contratadas por el ministerio, desatando una ola de críticas y la exigencia de responsabilidades de los sindicatos Leer
Un sándwich con una triste hoja de lechuga y restos de lo que parecía salsa mayonesa de primero y, también, de segundo. De postre, una pieza de fruta. Con suerte, de un tamaño aceptable y sin magulladuras. Ése fue el menú buffet que este lunes se sirvió en la residencia de estudiantes donde el Ministerio del Interior aloja en Sevilla a los 180 agentes de la Policía Nacional en prácticas que, recién salidos de la academia de Ávila, se estrenan en la Cumbre sobre Financiación al Desarrollo que organiza la ONU en la capital andaluza.
En la residencia de estudiantes, la cena la repartieron en bolsas de plástico en la recepción, con los agentes haciendo cola después de acabar un turno agotador, con temperaturas de más de 40 grados (al sol).
A apenas un par de kilómetros, justo cuando los tirillas -así se les llama a los policías en prácticas dentro del cuerpo- esperaban su turno para disfrutar (es un decir) del cátering contratado por el Ministerio del Interior, los 300 invitados de Pedro Sánchez a la cena de gala organizada por el Gobierno en el Palacio de las Dueñas deleitaban el paladar con la cena preparada por el chef jerezano Juanlu Fernández, formado en los fogones de Martín Berasategui, consagrado en Aponiente y laureado con dos Estrellas Michelin y dos Soles Repsol en su propio restaurante, Lú Cocina y Alma.
Camareros engalanados sirvieron a los ilustres invitados, jefes de estado y personalidades internacionales, que llegaron hasta esta joya histórica y artística en pleno centro de Sevilla con la tranquilidad que otorga el excepcional dispositivo de seguridad desplegado en torno a la cumbre, alrededor de 8.000 efectivos que, literalmente, se han achicharrado en la tórrida Sevilla en plena ola de calor.
Los 180 polis novatos que se han estrenado en Sevilla no solo han tenido que aguantar los cuarenta y tantos grados. Además, han padecido (y padecen) el menú «del horror» con el que se supone que tienen que reponer fuerzas. Ysi no les gusta, al supermercado.
Pablo (el nombre es ficticio)es uno de esos tirillas damnificados por el cátering contratado por el ministro Fernando Grande-Marlaska. Asus 28 años, acaba de salir de la academia de Ávila y hasta el año que viene, cuando jure el cargo, será policía en prácticas. Antes de salir de la Escuela Nacional de Policía ya le habían advertido de que, en ocasiones, en no pocas ocasiones, las condiciones de trabajo dejan bastante que desear, por ser suave. Pero no se imaginaba hasta qué punto.
Él es uno de los que están alojados en la residencia de estudiantes de la capital hispalense, del que no tiene quejas. «Es sencillo y cubre las necesidades básicas», relata a Crónica bajo la condición del anonimato, por temor a represalias.
«A través de amigos que llevan siendo policías unos cuantos años, sabíamos que había condiciones indignas para realizar nuestro trabajo, pero verlo en primera persona y comprobar con tus propios ojos que te puedes intoxicar, que no se respetan unos mínimos… pues ha dolido bastante», afirma.
Se refiere Pablo a que el menú de Interior no solo incluye sándwiches casi vacíos, raciones escuálidas de ensalada o postres casi invisibles. Sobre todo, lo que se queja este agente es de que, encima, han recibido alimentos en mal estado, directamente podridos, invadidos de moho. Como en el almuerzo del viernes, el primero después de llegar a Sevilla el día anterior.
En el menú de ese día se incluían tomates enmohecidos en condiciones totalmente insalubres. Nada que se pareciera, desde luego, a los tomates de Los Palacios -un pueblo cercano a Sevilla famoso por sus productos de huerta- que se usaron para cocinar la otra cena de gala de la Cumbre de la ONU, la que ofrecieron los Reyes Felipe y Letizia en el Real Alcázar.
El menú de lujo estaba compuesto por una sopa fría de espárragos con tartar de anchoa ahumada y filamentos de manzana, para empezar; lomo de lubina confitada con judías verdes y chirivía, de plato principal; y de postre, cremoso de cereza, regaliz y chocolate al 70%. Todo ello regado por vino de Cazalla de la Sierra.
¿Adivinan cuál fue el menú de esa noche para los tirillas de la residencia de estudiantes? Bingo. Sándwiches con una hoja de lechuga y esencia de mayonesa.
«Nosotros solamente queremos trabajar en una condiciones dignas que nos permitan dar un buen servicio al ciudadano», insiste Pablo, quien, como el resto de sus compañeros, se ha visto obligado a buscar las proteínas (y, en general, comida en buen estado) que Marlaska le niega en un supermercado cercano a su alojamiento. «Pasamos hambre y, al final, tenemos que pagarnos de nuestro bolsillo una comida suficiente y saludable», se lamenta.
El sindicato Jupol ha ido denunciando, prácticamente en tiempo real, el que su portavoz, Laura García, no duda en calificar el «menú de los horrores». Explica que, al ser agentes en prácticas, no se les proporciona una dieta para alojamiento y manutención, sino que, directamente, el Ministerio del Interior les proporciona techo y comida.
Un menú que debería ser completo, pero que es, critica, «escaso, incompleto y en mal estado».
La representante de Jupol hace especial hincapié en el riesgo que la comida podrida supone para los agentes. «Alguno podría haber acabado en el hospital», advierte, y anuncia que van a pedir explicaciones al ministro y a su equipo acerca del contrato con el servicio de cátering para alimentar a los agentes en prácticas enviados a Sevilla.
En esta línea, Jupol ha presentado este miércoles sendas denuncias ante los Servicios de Prevención de Riesgos Laborales de la Dirección General de la Policía y las autoridades sanitarias de la Consejería de Salud y Consumo de la Junta de Andalucía.
Por si fuera poco con la comida, desde el martes también tienen que pagarse el papel higiénico, puesto que en la residencia donde duermen les han dicho que «no les dan más». Lo mismo con las toallas, que ya no han cambiado más por otras limpias y que, si no cambia nada, van a tener que reutilizar hasta que se marchen, el viernes.
La situación de los tirillas es especialmente sangrante, pero las quejas sobre las condiciones de los agentes desplegados por la Cumbre de la ONU son generalizadas.
Especialistas como los de la Unidad de Intervención Policial (UIP) de Madrid tienen que apañarse con 28 euros al día para comer y para cenar y, peor aún, tienen que adelantar en muchos casos el dinero de su bolsillo y tardarán hasta cuatro meses en recuperarlo, critica Hugo del Prado, delegado de UIP de Jupol.
Con ese dinero, explica, la mayoría acude a un supermercado a buscar platos precocinados. Pollo con teriyaki del Mercadona ha comido Del Prado el día que habla con este periódico.
La otra gran queja son las altas temperaturas, que tienen que soportar casi sin sombra y, salvo excepciones, sin que nadie les dé ni agua. «Es surrealista», denuncia.
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