Un trozo de cuerda, último recurso para saber quién mató a Cayetano

«Fue mi tía quien me llamó y me dijo: ‘Tu padre está muerto’. Cuando llegué al bar, supe que no había muerto, sino que lo habían asesinado. Me quedé petrificada», explica a ABC Dolores. El cuerpo de su progenitor, Cayetano Piedra, de 65 años, apareció en el local que regentaba en La Bisbal d’Empordà (Gerona) el 3 de julio de 1994. Lo mataron de madrugada y fue su mujer quien lo encontró, unas horas después, cuando acudió a abrir Los Faroles, en el número 5 de la calle Ample. El cadáver de Cayetano estaba en el suelo, con signos de haber sido estrangulado. El espacio estaba desordenado. La máquina de tabaco, abierta, no así la caja registradora, sin signos de haber sido forzada. A medio metro del cuerpo se localizó uno de los cuchillos del bar, pero en este no se encontraron restos biológicos de la víctima. En el mostrador apareció un trozo de cuerda, de 242 centímetros, que parecía haber sido cortada recientemente de uno de los parasoles de la terraza del establecimiento. Fue la que se usó para estrangular a Cayetano. La autopsia certificó que la causa de la muerte fue asfixia mecánica con una cuerda. Pero, 31 años después, sigue sin haber un sospechoso del crimen. Por este motivo, tanto su hija Dolores como el marido de esta, José Molina, reclaman volver a analizar el cordón por si el resultado de la prueba llevase a localizar ADN de un posible sospechoso.Y es que, años después del asesinato y gracias a los avances forenses, la Guardia Civil analizó un segmento de la cuerda, pero entonces no se encontró material genético en ella. Poco después, la familia de Piedra formalizó un nuevo escrito ante el juzgado para pedir que fuese examinada «en su totalidad», ya que en esta ni siquiera había restos del propio fallecido, pero la petición, que hubiese conllevado la reapertura del caso, fue desestimada. Tanto en 2017, como los sucesivos intentos, por lo que permanece archivado de forma provisional desde enero de 2014 –demorando así los plazos de prescripción–.Para tratar de esclarecer lo ocurrido, el Instituto Armado trabajó con varias líneas de investigación. La noche que lo mataron, Cayetano llegó a Los Faroles sobre las tres de la madrugada, una hora después de que su esposa hubiese echado el cierre. «Era su rutina habitual», recuerda ahora su yerno, José Molina. Además de este bar, Piedra era dueño también de un prostíbulo, Angelo, en una localidad cercana, Calonge (Gerona). Su mujer, Francisca, y uno de sus hijos trabajaban en el primer establecimiento y, ya echado el cierre, él solía acudir a contar la recaudación, que fue lo que hizo aquella noche de hace ahora 31 años, según corroboraron dos empleadas del lupanar, a las que previamente acompañó hasta sus respectivos domicilios. InvestigaciónLa hipótesis del robo se descartó porque, aunque la esposa del finado apuntó, al ver el cadáver, que le habían sustraído un anillo, el reloj y una cadena de oro, la caja de Los Faroles estaba intacta. La primera línea de investigación se centró en uno de los hijos de Piedra, que fue visto en las proximidades del bar de su padre una hora después del crimen, junto a otros individuos. Pero no prosperó, ya que no hubo forma de corroborar el testimonio que señaló a este como sospechoso, quien en cambio, sí tenía coartada. Noticia Relacionada reportaje Si Bardalet, cuatro décadas mirando la muerte a la cara Elena Burés Forense y pediatra, presenció su primera autopsia con 14 años, a petición propia. Dejó así de mirar cada noche bajo la cama y de temer a la parca. Embalsamó a Dalí, identificó a más de 5.000 muertos del tsunami de Tailandia y visitó a Tejero en prisión, pero los casos que más le han marcado son de componente humano. Durante algunos años, también trabajó para el CNI. Ya jubilado como funcionario, aún pasa consulta en un centro médico de Figueres. ¿Retirarse? «Ni pensarlo»Transcurridos ya nueve años, en el 2000, una supuesta testigo, trabajadora de un club nocturno cercano al Angelo trasladó a la familia de Piedra que aquella noche escuchó a cinco personas amenazarlo en el reservado del prostíbulo con expresiones como: «Hoy tú no sales vivo de aquí». Según esta mujer, asustada, ella misma se desplazó hasta Las Faroles para prevenir al finado y vio como uno de esos individuos lo estrangulaba con una cuerda y, por miedo, aseguró, salió corriendo de allí. A partir de la descripción que facilitó a los investigadores del supuesto autor material, la mujer, María, llegó a identificar a un sospechoso, pero su relato, el de las amenazas previas, no fue corroborado por nadie, a pesar de que ella misma había detallado que quienes habían apuntando que matarían a Piedra lo hicieron ante terceros, algo que negaron hasta cuatro compañeras suyas. A falta de cualquier otro indicio sobre la implicación del individuo, también se descartó esta segunda línea de investigación. De Pedro Álvarez a Helena Jubany: familias que buscan respuestas El 15 de diciembre de 1992 un individuo mató, de un disparo en la cabeza, a Pedro Álvarez . Lo hizo desde un coche, con el que previamente intentó atropellarlo. A él y a su novia. Ocurrió en la avenida Cataluña de Hospitalet de Llobregat (Barcelona). El principal sospechoso de haber ejecutado al joven de 20 años fue José Manuel S., un agente de la Policía Nacional, que quedó en libertad por falta de pruebas a los pocos días de ser detenido. El caso se archivó de forma provisional en 1994 y, tras su reapertura, volvió a archivarse en el 2000. El Supremo dio carpetazo definitivo al caso hace ahora tres años, pero la familia de Pedro sigue esperando respuestas. También la de Helena Jubany, cuyo cadáver se localizó en Sabadell (Barcelona), en diciembre de 2001. Tras una pésima instrucción, la causa se archivó de forma provisional en 2004. Ahora, tras una batalla judicial y nuevas pruebas, hay dos imputados por su asesinato. Uno de ellos, Santiago Laiglesia, quien fuera primer investigado por el crimen y a quien el ADN ha señalado ahora, después de que la Científica localizase su material genético en el jersey que llevaba la joven el día que la mataron. El otro es Xavier Jiménez, que envió anónimos a Helena en vísperas del asesinato.«Lo que dijo esa mujer es todo falso. No tiene ninguna credibilidad», sostiene Molina, que durante tres décadas no ha dejado de luchar para saber quién mató a Cayetano. Por la «mala vida» de su padre, Dolores se había marchado de casa muy joven. Cuando lo asesinaron, hacía unos seis meses que habían retomado la relación. Cayetano había conocido por fin a su nieta, tras coincidir en una comunión. «Lo pasamos fatal y lo seguimos pasando fatal», apunta. No sabe lo que pasó aquella noche, pero sí tiene claro que quien lo atacó, lo conocía. Nueva testigo«Mi padre era una persona muy reservada y desconfiada y quien entró en el bar aquella madrugada tenía que ser alguien conocido», sostiene. Cree que Cayetano no hubiese abierto la puerta del local a cualquiera y, menos, mientras contaba la recaudación. Lo mismo opina el yerno de la víctima: que quien lo mató debió ser alguien de mucha confianza. Lo cierto es que hubo una tercera línea de investigación que tampoco llegó a buen puerto. En abril de 2001, una mujer que residía en Ibiza se desplazó hasta Cataluña y se plantó en una comisaría de los Mossos d’Esquadra para contar que había escuchado a unos vecinos decir que «habían asesinado a un individuo que se llamaba Cayetano Piedra, que tenía un bar en La Bisbal y un club de prostitución, llamado Angelo, en Calonge». «Mi padre era muy desconfiado y quien entró en el bar aquella madrugada tenía que ser alguien conocido» Dolores Hija de Cayetano PiedraSegún su relato, tres mujeres, trabajadoras en ese último club, aparecieron en Los Faroles, donde estaba la víctima, que habría sido quien les abrió la puerta. Tras ellas, tres individuos, «un tal Marcelo, un tal Miguel y un tal Wolfang, de sobrenombre Vovica», señalando a este último como el asesino de Piedra. La mujer mantuvo su relato ante el juez, pero tampoco contó con ningún elemento de corroboración, a lo que se unió que aportó identidades a las que no fue posible seguir la pista. Por tanto, no llevó a nada. La familia de Cayetano tampoco da credibilidad a este testimonio, y su empeño sigue centrado en el análisis del cordel. «Inútil»Para oponerse a su petición, la Fiscalía sostuvo que ya se habían analizado 80 de los 242 centímetros que mide, y que no había «aparecido perfil genético alguno». Entre los motivos para esa ausencia de ADN en la cuerda, el representante del Ministerio público indicó en su escrito que podía deberse a que no se hubiesen transferido suficientes células epiteliales por falta de sudoración o contacto; también a la posible dificultad de que se produjese la transferencia por el tipo de material del cordón; e incluso ante la degradación de los restos tras permanecer durante años en una bolsa de plástico y no ser estas «las condiciones más óptimas de conservación». Argumentos que tomó en consideración el juzgado para rechazar la reapertura de las pesquisas y que no convencen ni a Dolores ni a José. Les resulta inconcebible que su reclamo, única opción viable para tratar de reabrir el caso y saber quién mató a Cayetano, caiga en saco roto. Entre otros, ante este argumento del fiscal: «Ha sido sometido a técnicas de búsqueda de perfil genético por el Departamento de Biología del Servicio de Criminalística de la Guardia Civil y el resultado ha sido negativo […] no pudiendo pretender frente a ello que se haga un segundo análisis, o análisis por laboratorios diferentes, simple y llanamente porque es inútil», apuntó el Ministerio público. A lo que José replica: «¿Cómo va a ser inútil, si se analizaron sólo 80 de los 242 centímetros de la cuerda?». Transcurridas más de tres décadas del crimen, Dolores y su marido siguen buscando respuestas y ese cordel es su última esperanza para saber quién mató a Cayetano Piedra en su bar. «Fue mi tía quien me llamó y me dijo: ‘Tu padre está muerto’. Cuando llegué al bar, supe que no había muerto, sino que lo habían asesinado. Me quedé petrificada», explica a ABC Dolores. El cuerpo de su progenitor, Cayetano Piedra, de 65 años, apareció en el local que regentaba en La Bisbal d’Empordà (Gerona) el 3 de julio de 1994. Lo mataron de madrugada y fue su mujer quien lo encontró, unas horas después, cuando acudió a abrir Los Faroles, en el número 5 de la calle Ample. El cadáver de Cayetano estaba en el suelo, con signos de haber sido estrangulado. El espacio estaba desordenado. La máquina de tabaco, abierta, no así la caja registradora, sin signos de haber sido forzada. A medio metro del cuerpo se localizó uno de los cuchillos del bar, pero en este no se encontraron restos biológicos de la víctima. En el mostrador apareció un trozo de cuerda, de 242 centímetros, que parecía haber sido cortada recientemente de uno de los parasoles de la terraza del establecimiento. Fue la que se usó para estrangular a Cayetano. La autopsia certificó que la causa de la muerte fue asfixia mecánica con una cuerda. Pero, 31 años después, sigue sin haber un sospechoso del crimen. Por este motivo, tanto su hija Dolores como el marido de esta, José Molina, reclaman volver a analizar el cordón por si el resultado de la prueba llevase a localizar ADN de un posible sospechoso.Y es que, años después del asesinato y gracias a los avances forenses, la Guardia Civil analizó un segmento de la cuerda, pero entonces no se encontró material genético en ella. Poco después, la familia de Piedra formalizó un nuevo escrito ante el juzgado para pedir que fuese examinada «en su totalidad», ya que en esta ni siquiera había restos del propio fallecido, pero la petición, que hubiese conllevado la reapertura del caso, fue desestimada. Tanto en 2017, como los sucesivos intentos, por lo que permanece archivado de forma provisional desde enero de 2014 –demorando así los plazos de prescripción–.Para tratar de esclarecer lo ocurrido, el Instituto Armado trabajó con varias líneas de investigación. La noche que lo mataron, Cayetano llegó a Los Faroles sobre las tres de la madrugada, una hora después de que su esposa hubiese echado el cierre. «Era su rutina habitual», recuerda ahora su yerno, José Molina. Además de este bar, Piedra era dueño también de un prostíbulo, Angelo, en una localidad cercana, Calonge (Gerona). Su mujer, Francisca, y uno de sus hijos trabajaban en el primer establecimiento y, ya echado el cierre, él solía acudir a contar la recaudación, que fue lo que hizo aquella noche de hace ahora 31 años, según corroboraron dos empleadas del lupanar, a las que previamente acompañó hasta sus respectivos domicilios. InvestigaciónLa hipótesis del robo se descartó porque, aunque la esposa del finado apuntó, al ver el cadáver, que le habían sustraído un anillo, el reloj y una cadena de oro, la caja de Los Faroles estaba intacta. La primera línea de investigación se centró en uno de los hijos de Piedra, que fue visto en las proximidades del bar de su padre una hora después del crimen, junto a otros individuos. Pero no prosperó, ya que no hubo forma de corroborar el testimonio que señaló a este como sospechoso, quien en cambio, sí tenía coartada. Noticia Relacionada reportaje Si Bardalet, cuatro décadas mirando la muerte a la cara Elena Burés Forense y pediatra, presenció su primera autopsia con 14 años, a petición propia. Dejó así de mirar cada noche bajo la cama y de temer a la parca. Embalsamó a Dalí, identificó a más de 5.000 muertos del tsunami de Tailandia y visitó a Tejero en prisión, pero los casos que más le han marcado son de componente humano. Durante algunos años, también trabajó para el CNI. Ya jubilado como funcionario, aún pasa consulta en un centro médico de Figueres. ¿Retirarse? «Ni pensarlo»Transcurridos ya nueve años, en el 2000, una supuesta testigo, trabajadora de un club nocturno cercano al Angelo trasladó a la familia de Piedra que aquella noche escuchó a cinco personas amenazarlo en el reservado del prostíbulo con expresiones como: «Hoy tú no sales vivo de aquí». Según esta mujer, asustada, ella misma se desplazó hasta Las Faroles para prevenir al finado y vio como uno de esos individuos lo estrangulaba con una cuerda y, por miedo, aseguró, salió corriendo de allí. A partir de la descripción que facilitó a los investigadores del supuesto autor material, la mujer, María, llegó a identificar a un sospechoso, pero su relato, el de las amenazas previas, no fue corroborado por nadie, a pesar de que ella misma había detallado que quienes habían apuntando que matarían a Piedra lo hicieron ante terceros, algo que negaron hasta cuatro compañeras suyas. A falta de cualquier otro indicio sobre la implicación del individuo, también se descartó esta segunda línea de investigación. De Pedro Álvarez a Helena Jubany: familias que buscan respuestas El 15 de diciembre de 1992 un individuo mató, de un disparo en la cabeza, a Pedro Álvarez . Lo hizo desde un coche, con el que previamente intentó atropellarlo. A él y a su novia. Ocurrió en la avenida Cataluña de Hospitalet de Llobregat (Barcelona). El principal sospechoso de haber ejecutado al joven de 20 años fue José Manuel S., un agente de la Policía Nacional, que quedó en libertad por falta de pruebas a los pocos días de ser detenido. El caso se archivó de forma provisional en 1994 y, tras su reapertura, volvió a archivarse en el 2000. El Supremo dio carpetazo definitivo al caso hace ahora tres años, pero la familia de Pedro sigue esperando respuestas. También la de Helena Jubany, cuyo cadáver se localizó en Sabadell (Barcelona), en diciembre de 2001. Tras una pésima instrucción, la causa se archivó de forma provisional en 2004. Ahora, tras una batalla judicial y nuevas pruebas, hay dos imputados por su asesinato. Uno de ellos, Santiago Laiglesia, quien fuera primer investigado por el crimen y a quien el ADN ha señalado ahora, después de que la Científica localizase su material genético en el jersey que llevaba la joven el día que la mataron. El otro es Xavier Jiménez, que envió anónimos a Helena en vísperas del asesinato.«Lo que dijo esa mujer es todo falso. No tiene ninguna credibilidad», sostiene Molina, que durante tres décadas no ha dejado de luchar para saber quién mató a Cayetano. Por la «mala vida» de su padre, Dolores se había marchado de casa muy joven. Cuando lo asesinaron, hacía unos seis meses que habían retomado la relación. Cayetano había conocido por fin a su nieta, tras coincidir en una comunión. «Lo pasamos fatal y lo seguimos pasando fatal», apunta. No sabe lo que pasó aquella noche, pero sí tiene claro que quien lo atacó, lo conocía. Nueva testigo«Mi padre era una persona muy reservada y desconfiada y quien entró en el bar aquella madrugada tenía que ser alguien conocido», sostiene. Cree que Cayetano no hubiese abierto la puerta del local a cualquiera y, menos, mientras contaba la recaudación. Lo mismo opina el yerno de la víctima: que quien lo mató debió ser alguien de mucha confianza. Lo cierto es que hubo una tercera línea de investigación que tampoco llegó a buen puerto. En abril de 2001, una mujer que residía en Ibiza se desplazó hasta Cataluña y se plantó en una comisaría de los Mossos d’Esquadra para contar que había escuchado a unos vecinos decir que «habían asesinado a un individuo que se llamaba Cayetano Piedra, que tenía un bar en La Bisbal y un club de prostitución, llamado Angelo, en Calonge». «Mi padre era muy desconfiado y quien entró en el bar aquella madrugada tenía que ser alguien conocido» Dolores Hija de Cayetano PiedraSegún su relato, tres mujeres, trabajadoras en ese último club, aparecieron en Los Faroles, donde estaba la víctima, que habría sido quien les abrió la puerta. Tras ellas, tres individuos, «un tal Marcelo, un tal Miguel y un tal Wolfang, de sobrenombre Vovica», señalando a este último como el asesino de Piedra. La mujer mantuvo su relato ante el juez, pero tampoco contó con ningún elemento de corroboración, a lo que se unió que aportó identidades a las que no fue posible seguir la pista. Por tanto, no llevó a nada. La familia de Cayetano tampoco da credibilidad a este testimonio, y su empeño sigue centrado en el análisis del cordel. «Inútil»Para oponerse a su petición, la Fiscalía sostuvo que ya se habían analizado 80 de los 242 centímetros que mide, y que no había «aparecido perfil genético alguno». Entre los motivos para esa ausencia de ADN en la cuerda, el representante del Ministerio público indicó en su escrito que podía deberse a que no se hubiesen transferido suficientes células epiteliales por falta de sudoración o contacto; también a la posible dificultad de que se produjese la transferencia por el tipo de material del cordón; e incluso ante la degradación de los restos tras permanecer durante años en una bolsa de plástico y no ser estas «las condiciones más óptimas de conservación». Argumentos que tomó en consideración el juzgado para rechazar la reapertura de las pesquisas y que no convencen ni a Dolores ni a José. Les resulta inconcebible que su reclamo, única opción viable para tratar de reabrir el caso y saber quién mató a Cayetano, caiga en saco roto. Entre otros, ante este argumento del fiscal: «Ha sido sometido a técnicas de búsqueda de perfil genético por el Departamento de Biología del Servicio de Criminalística de la Guardia Civil y el resultado ha sido negativo […] no pudiendo pretender frente a ello que se haga un segundo análisis, o análisis por laboratorios diferentes, simple y llanamente porque es inútil», apuntó el Ministerio público. A lo que José replica: «¿Cómo va a ser inútil, si se analizaron sólo 80 de los 242 centímetros de la cuerda?». Transcurridas más de tres décadas del crimen, Dolores y su marido siguen buscando respuestas y ese cordel es su última esperanza para saber quién mató a Cayetano Piedra en su bar.  

«Fue mi tía quien me llamó y me dijo: ‘Tu padre está muerto’. Cuando llegué al bar, supe que no había muerto, sino que lo habían asesinado. Me quedé petrificada», explica a ABC Dolores. El cuerpo de su progenitor, Cayetano Piedra, de 65 años, apareció en el local que regentaba en La Bisbal d’Empordà (Gerona) el 3 de julio de 1994. Lo mataron de madrugada y fue su mujer quien lo encontró, unas horas después, cuando acudió a abrir Los Faroles, en el número 5 de la calle Ample.

El cadáver de Cayetano estaba en el suelo, con signos de haber sido estrangulado. El espacio estaba desordenado. La máquina de tabaco, abierta, no así la caja registradora, sin signos de haber sido forzada. A medio metro del cuerpo se localizó uno de los cuchillos del bar, pero en este no se encontraron restos biológicos de la víctima. En el mostrador apareció un trozo de cuerda, de 242 centímetros, que parecía haber sido cortada recientemente de uno de los parasoles de la terraza del establecimiento. Fue la que se usó para estrangular a Cayetano.

La autopsia certificó que la causa de la muerte fue asfixia mecánica con una cuerda. Pero, 31 años después, sigue sin haber un sospechoso del crimen. Por este motivo, tanto su hija Dolores como el marido de esta, José Molina, reclaman volver a analizar el cordón por si el resultado de la prueba llevase a localizar ADN de un posible sospechoso.

Y es que, años después del asesinato y gracias a los avances forenses, la Guardia Civil analizó un segmento de la cuerda, pero entonces no se encontró material genético en ella. Poco después, la familia de Piedra formalizó un nuevo escrito ante el juzgado para pedir que fuese examinada «en su totalidad», ya que en esta ni siquiera había restos del propio fallecido, pero la petición, que hubiese conllevado la reapertura del caso, fue desestimada. Tanto en 2017, como los sucesivos intentos, por lo que permanece archivado de forma provisional desde enero de 2014 –demorando así los plazos de prescripción–.

Para tratar de esclarecer lo ocurrido, el Instituto Armado trabajó con varias líneas de investigación. La noche que lo mataron, Cayetano llegó a Los Faroles sobre las tres de la madrugada, una hora después de que su esposa hubiese echado el cierre. «Era su rutina habitual», recuerda ahora su yerno, José Molina.

Además de este bar, Piedra era dueño también de un prostíbulo, Angelo, en una localidad cercana, Calonge (Gerona). Su mujer, Francisca, y uno de sus hijos trabajaban en el primer establecimiento y, ya echado el cierre, él solía acudir a contar la recaudación, que fue lo que hizo aquella noche de hace ahora 31 años, según corroboraron dos empleadas del lupanar, a las que previamente acompañó hasta sus respectivos domicilios.

Investigación

La hipótesis del robo se descartó porque, aunque la esposa del finado apuntó, al ver el cadáver, que le habían sustraído un anillo, el reloj y una cadena de oro, la caja de Los Faroles estaba intacta. La primera línea de investigación se centró en uno de los hijos de Piedra, que fue visto en las proximidades del bar de su padre una hora después del crimen, junto a otros individuos. Pero no prosperó, ya que no hubo forma de corroborar el testimonio que señaló a este como sospechoso, quien en cambio, sí tenía coartada.

Transcurridos ya nueve años, en el 2000, una supuesta testigo, trabajadora de un club nocturno cercano al Angelo trasladó a la familia de Piedra que aquella noche escuchó a cinco personas amenazarlo en el reservado del prostíbulo con expresiones como: «Hoy tú no sales vivo de aquí». Según esta mujer, asustada, ella misma se desplazó hasta Las Faroles para prevenir al finado y vio como uno de esos individuos lo estrangulaba con una cuerda y, por miedo, aseguró, salió corriendo de allí. A partir de la descripción que facilitó a los investigadores del supuesto autor material, la mujer, María, llegó a identificar a un sospechoso, pero su relato, el de las amenazas previas, no fue corroborado por nadie, a pesar de que ella misma había detallado que quienes habían apuntando que matarían a Piedra lo hicieron ante terceros, algo que negaron hasta cuatro compañeras suyas. A falta de cualquier otro indicio sobre la implicación del individuo, también se descartó esta segunda línea de investigación.

«Lo que dijo esa mujer es todo falso. No tiene ninguna credibilidad», sostiene Molina, que durante tres décadas no ha dejado de luchar para saber quién mató a Cayetano. Por la «mala vida» de su padre, Dolores se había marchado de casa muy joven. Cuando lo asesinaron, hacía unos seis meses que habían retomado la relación. Cayetano había conocido por fin a su nieta, tras coincidir en una comunión. «Lo pasamos fatal y lo seguimos pasando fatal», apunta. No sabe lo que pasó aquella noche, pero sí tiene claro que quien lo atacó, lo conocía.

Nueva testigo

«Mi padre era una persona muy reservada y desconfiada y quien entró en el bar aquella madrugada tenía que ser alguien conocido», sostiene. Cree que Cayetano no hubiese abierto la puerta del local a cualquiera y, menos, mientras contaba la recaudación. Lo mismo opina el yerno de la víctima: que quien lo mató debió ser alguien de mucha confianza.

Lo cierto es que hubo una tercera línea de investigación que tampoco llegó a buen puerto. En abril de 2001, una mujer que residía en Ibiza se desplazó hasta Cataluña y se plantó en una comisaría de los Mossos d’Esquadra para contar que había escuchado a unos vecinos decir que «habían asesinado a un individuo que se llamaba Cayetano Piedra, que tenía un bar en La Bisbal y un club de prostitución, llamado Angelo, en Calonge».

«Mi padre era muy desconfiado y quien entró en el bar aquella madrugada tenía que ser alguien conocido»

Dolores

Hija de Cayetano Piedra

Según su relato, tres mujeres, trabajadoras en ese último club, aparecieron en Los Faroles, donde estaba la víctima, que habría sido quien les abrió la puerta. Tras ellas, tres individuos, «un tal Marcelo, un tal Miguel y un tal Wolfang, de sobrenombre Vovica», señalando a este último como el asesino de Piedra. La mujer mantuvo su relato ante el juez, pero tampoco contó con ningún elemento de corroboración, a lo que se unió que aportó identidades a las que no fue posible seguir la pista. Por tanto, no llevó a nada.

La familia de Cayetano tampoco da credibilidad a este testimonio, y su empeño sigue centrado en el análisis del cordel.

«Inútil»

Para oponerse a su petición, la Fiscalía sostuvo que ya se habían analizado 80 de los 242 centímetros que mide, y que no había «aparecido perfil genético alguno». Entre los motivos para esa ausencia de ADN en la cuerda, el representante del Ministerio público indicó en su escrito que podía deberse a que no se hubiesen transferido suficientes células epiteliales por falta de sudoración o contacto; también a la posible dificultad de que se produjese la transferencia por el tipo de material del cordón; e incluso ante la degradación de los restos tras permanecer durante años en una bolsa de plástico y no ser estas «las condiciones más óptimas de conservación».

Argumentos que tomó en consideración el juzgado para rechazar la reapertura de las pesquisas y que no convencen ni a Dolores ni a José. Les resulta inconcebible que su reclamo, única opción viable para tratar de reabrir el caso y saber quién mató a Cayetano, caiga en saco roto. Entre otros, ante este argumento del fiscal: «Ha sido sometido a técnicas de búsqueda de perfil genético por el Departamento de Biología del Servicio de Criminalística de la Guardia Civil y el resultado ha sido negativo […] no pudiendo pretender frente a ello que se haga un segundo análisis, o análisis por laboratorios diferentes, simple y llanamente porque es inútil», apuntó el Ministerio público.

A lo que José replica: «¿Cómo va a ser inútil, si se analizaron sólo 80 de los 242 centímetros de la cuerda?». Transcurridas más de tres décadas del crimen, Dolores y su marido siguen buscando respuestas y ese cordel es su última esperanza para saber quién mató a Cayetano Piedra en su bar.

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