La sanidad catalana todavía no se ha recuperado de dos embates. El primero lo propinó Artur Mas y su «gobierno de los mejores». Entre 2010 y 2014, el gasto sanitario pasó de 9.875 millones de euros a 8.290 millones de euros; el personal se redujo de 76.306 a 73.899 y las camas hospitalarias descendieron de 14.072 a 12.902. El segundo embate fue el proceso separatista: al igual que ahuyentó a miles de empresas, convirtió la sanidad catalana en territorio hostil para los facultativos del resto de España y los extranjeros hispanohablantes. Esther Armora se hacía eco en ABC de un estudio de David Martínez Miera y Carlos Sunyer, investigadores de la universidad Carlos III, sobre la incidencia de la polarización política en el capital humano del ámbito sanitario. Los médicos MIR que llegan a Cataluña tienen la peor puntuación. No es que haya bajado la oferta de plazas, estimada en un 15 por ciento: «Lo que ocurre es que la puntuación media de los residentes que eligen formarse en los hospitales catalanes ha caído progresivamente en comparación con la de los MIR del resto de España», matizan los investigadores. Los médicos mejor calificados esquivan Cataluña por tres razones: el ‘post procés’ con su «lo volveremos a hacer»; unas peores condiciones laborales; y la imposición de la lengua catalana.No parece que la mengua de la calidad profesional preocupe a un Colegio de Médicos centrado en que la atención sanitaria se realice en catalán. Parecen más preocupados en la salud de la lengua que en la de los pacientes. La asociación Salut pel Cat –médicos por el catalán– propone crear el ‘Día Mundial de la Lengua Catalana’ y una ‘Mesa por el Catalán en la Sanidad’ para «seguir avanzando en la normalización lingüística del sector». A juicio de la presidenta del Colegio de Médicos, «la administración pública y los contratadores públicos y privados tienen la responsabilidad de poner los medios para garantizar que los ciudadanos puedan ser atendidos en catalán».Siempre habíamos creído que la responsabilidad de la administración pública y los contratadores públicos y privados era brindar las condiciones para captar a los mejores profesionales de la sanidad, en lugar de valorar más el manejo de los pronombres débiles que la solvencia diagnóstica. Los reunidos para tan salvíficos objetivos identitarios toman como referencia un informe del Consejo de Colegios de Médicos de Cataluña (CCMC) para justificar sus desvelos: el 80% de los profesionales extracomunitarios quiere aprender o mejorar la lengua y más de la mitad de los médicos no catalanes ya están en ello; el problema es que hay otros que no ven el momento de restar horas al trabajo sanitario para dedicarlas a la lengua: aunque el 90% «consideran útil esta formación», lamentan que «la oferta actual no se ajusta a sus horarios ni necesidades».Si como destaca el informe, nueve de cada diez médicos «entienden y leen el catalán» aunque les cueste hablarlo, más pronto que tarde tendrán que ponerse a estudiar para alcanzar una dicción que envidiaría un intérprete de la ‘Terra baixa’ de Guimerà. Aducen nuestros médicos por el catalán que escuchar la lengua materna introduce un clima de familiaridad en la relación entre el médico y su paciente; pero, sobre todo, lo que un paciente espera de un facultativo es el acertado diagnóstico que conduzca al alivio de sus males. Los baremos de la calidad sanitaria no pueden supeditarse a la competencia lingüística.Porque después pasa lo que pasa: los médicos excelentes no vienen y los que vienen, como demuestra el estudio de la universidad Carlos III, es porque no tenían otro lugar adónde ir. La sanidad catalana todavía no se ha recuperado de dos embates. El primero lo propinó Artur Mas y su «gobierno de los mejores». Entre 2010 y 2014, el gasto sanitario pasó de 9.875 millones de euros a 8.290 millones de euros; el personal se redujo de 76.306 a 73.899 y las camas hospitalarias descendieron de 14.072 a 12.902. El segundo embate fue el proceso separatista: al igual que ahuyentó a miles de empresas, convirtió la sanidad catalana en territorio hostil para los facultativos del resto de España y los extranjeros hispanohablantes. Esther Armora se hacía eco en ABC de un estudio de David Martínez Miera y Carlos Sunyer, investigadores de la universidad Carlos III, sobre la incidencia de la polarización política en el capital humano del ámbito sanitario. Los médicos MIR que llegan a Cataluña tienen la peor puntuación. No es que haya bajado la oferta de plazas, estimada en un 15 por ciento: «Lo que ocurre es que la puntuación media de los residentes que eligen formarse en los hospitales catalanes ha caído progresivamente en comparación con la de los MIR del resto de España», matizan los investigadores. Los médicos mejor calificados esquivan Cataluña por tres razones: el ‘post procés’ con su «lo volveremos a hacer»; unas peores condiciones laborales; y la imposición de la lengua catalana.No parece que la mengua de la calidad profesional preocupe a un Colegio de Médicos centrado en que la atención sanitaria se realice en catalán. Parecen más preocupados en la salud de la lengua que en la de los pacientes. La asociación Salut pel Cat –médicos por el catalán– propone crear el ‘Día Mundial de la Lengua Catalana’ y una ‘Mesa por el Catalán en la Sanidad’ para «seguir avanzando en la normalización lingüística del sector». A juicio de la presidenta del Colegio de Médicos, «la administración pública y los contratadores públicos y privados tienen la responsabilidad de poner los medios para garantizar que los ciudadanos puedan ser atendidos en catalán».Siempre habíamos creído que la responsabilidad de la administración pública y los contratadores públicos y privados era brindar las condiciones para captar a los mejores profesionales de la sanidad, en lugar de valorar más el manejo de los pronombres débiles que la solvencia diagnóstica. Los reunidos para tan salvíficos objetivos identitarios toman como referencia un informe del Consejo de Colegios de Médicos de Cataluña (CCMC) para justificar sus desvelos: el 80% de los profesionales extracomunitarios quiere aprender o mejorar la lengua y más de la mitad de los médicos no catalanes ya están en ello; el problema es que hay otros que no ven el momento de restar horas al trabajo sanitario para dedicarlas a la lengua: aunque el 90% «consideran útil esta formación», lamentan que «la oferta actual no se ajusta a sus horarios ni necesidades».Si como destaca el informe, nueve de cada diez médicos «entienden y leen el catalán» aunque les cueste hablarlo, más pronto que tarde tendrán que ponerse a estudiar para alcanzar una dicción que envidiaría un intérprete de la ‘Terra baixa’ de Guimerà. Aducen nuestros médicos por el catalán que escuchar la lengua materna introduce un clima de familiaridad en la relación entre el médico y su paciente; pero, sobre todo, lo que un paciente espera de un facultativo es el acertado diagnóstico que conduzca al alivio de sus males. Los baremos de la calidad sanitaria no pueden supeditarse a la competencia lingüística.Porque después pasa lo que pasa: los médicos excelentes no vienen y los que vienen, como demuestra el estudio de la universidad Carlos III, es porque no tenían otro lugar adónde ir. La sanidad catalana todavía no se ha recuperado de dos embates. El primero lo propinó Artur Mas y su «gobierno de los mejores». Entre 2010 y 2014, el gasto sanitario pasó de 9.875 millones de euros a 8.290 millones de euros; el personal se redujo de 76.306 a 73.899 y las camas hospitalarias descendieron de 14.072 a 12.902. El segundo embate fue el proceso separatista: al igual que ahuyentó a miles de empresas, convirtió la sanidad catalana en territorio hostil para los facultativos del resto de España y los extranjeros hispanohablantes. Esther Armora se hacía eco en ABC de un estudio de David Martínez Miera y Carlos Sunyer, investigadores de la universidad Carlos III, sobre la incidencia de la polarización política en el capital humano del ámbito sanitario. Los médicos MIR que llegan a Cataluña tienen la peor puntuación. No es que haya bajado la oferta de plazas, estimada en un 15 por ciento: «Lo que ocurre es que la puntuación media de los residentes que eligen formarse en los hospitales catalanes ha caído progresivamente en comparación con la de los MIR del resto de España», matizan los investigadores. Los médicos mejor calificados esquivan Cataluña por tres razones: el ‘post procés’ con su «lo volveremos a hacer»; unas peores condiciones laborales; y la imposición de la lengua catalana.No parece que la mengua de la calidad profesional preocupe a un Colegio de Médicos centrado en que la atención sanitaria se realice en catalán. Parecen más preocupados en la salud de la lengua que en la de los pacientes. La asociación Salut pel Cat –médicos por el catalán– propone crear el ‘Día Mundial de la Lengua Catalana’ y una ‘Mesa por el Catalán en la Sanidad’ para «seguir avanzando en la normalización lingüística del sector». A juicio de la presidenta del Colegio de Médicos, «la administración pública y los contratadores públicos y privados tienen la responsabilidad de poner los medios para garantizar que los ciudadanos puedan ser atendidos en catalán».Siempre habíamos creído que la responsabilidad de la administración pública y los contratadores públicos y privados era brindar las condiciones para captar a los mejores profesionales de la sanidad, en lugar de valorar más el manejo de los pronombres débiles que la solvencia diagnóstica. Los reunidos para tan salvíficos objetivos identitarios toman como referencia un informe del Consejo de Colegios de Médicos de Cataluña (CCMC) para justificar sus desvelos: el 80% de los profesionales extracomunitarios quiere aprender o mejorar la lengua y más de la mitad de los médicos no catalanes ya están en ello; el problema es que hay otros que no ven el momento de restar horas al trabajo sanitario para dedicarlas a la lengua: aunque el 90% «consideran útil esta formación», lamentan que «la oferta actual no se ajusta a sus horarios ni necesidades».Si como destaca el informe, nueve de cada diez médicos «entienden y leen el catalán» aunque les cueste hablarlo, más pronto que tarde tendrán que ponerse a estudiar para alcanzar una dicción que envidiaría un intérprete de la ‘Terra baixa’ de Guimerà. Aducen nuestros médicos por el catalán que escuchar la lengua materna introduce un clima de familiaridad en la relación entre el médico y su paciente; pero, sobre todo, lo que un paciente espera de un facultativo es el acertado diagnóstico que conduzca al alivio de sus males. Los baremos de la calidad sanitaria no pueden supeditarse a la competencia lingüística.Porque después pasa lo que pasa: los médicos excelentes no vienen y los que vienen, como demuestra el estudio de la universidad Carlos III, es porque no tenían otro lugar adónde ir. RSS de noticias de espana/cataluna
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