Ancelotti siempre vuelve

Es un hecho probado que el Santiago Bernabéu obra milagros, salvo para Aitana. La leyenda del estadio blanco, ahora gris metalizado por cuestiones elevadas que nada tienen que ver con su historia, se extiende pegajosa por todo el mundo del fútbol y no existe equipo sobre la tierra que lo visite sin sentir un cierto cosquilleo en la nuca, antesala nerviosa de los vuelcos y los ataques de ansiedad. Lo que allí dentro sucede es un misterio incluso para los propios jugadores locales, como muy bien explicó Carvajal en cierta ocasión: algunas veces ni ellos mismos creen, pero los rivales sí. Y es en ese miedo ajeno donde el Real Madrid centra todas sus esperanzas para tergiversar una eliminatoria que, ahora mismo, dice lo que dice.

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 A menudo ocurre en los grandes equipos que la gente espera una derrota para cambiar las cosas  

Alienación indebida
Opinión

Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

A menudo ocurre en los grandes equipos que la gente espera una derrota para cambiar las cosas

Ancelotti Real Madrid - Champions League
Rafa Cabeleira

Es un hecho probado que el Santiago Bernabéu obra milagros, salvo para Aitana. La leyenda del estadio blanco, ahora gris metalizado por cuestiones elevadas que nada tienen que ver con su historia, se extiende pegajosa por todo el mundo del fútbol y no existe equipo sobre la tierra que lo visite sin sentir un cierto cosquilleo en la nuca, antesala nerviosa de los vuelcos y los ataques de ansiedad. Lo que allí dentro sucede es un misterio incluso para los propios jugadores locales, como muy bien explicó Carvajal en cierta ocasión: algunas veces ni ellos mismos creen, pero los rivales sí. Y es en ese miedo ajeno donde el Real Madrid centra todas sus esperanzas para tergiversar una eliminatoria que, ahora mismo, dice lo que dice.

La visita a la guarida del Arsenal venía precedida de un aviso artificial: el superordenador de Opta, basándose en los últimos resultados y más de 10.000 simulaciones, concedía más opciones de pasar ronda a los aspirantes que al actual campeón. Nadie le creyó, por supuesto. El ecosistema de este deporte arcaico todavía no se entiende del todo con la tecnología, aunque cada vez se hagan más patentes los avisos de que algo está cambiando. A Declan Rice, sin ir más lejos, no le dejaban tirar una falta sus compañeros desde sus mejores días en la escuela primaria, pero la llegada de Nicolas Jover, todo un estudioso del balón parado y los metadatos, lo ha convertido en el lanzador oficial del equipo. Llevaba el Arsenal sin marcar un gol de falta desde 2021 y el mediocampista inglés empezaba a pensar que Jover tan solo era un loco al que, por alguna razón, le caía bien: así se escribe la historia del Madrid, no siempre para bien.

Lo del superordenador me pareció el típico anuncio que acostumbra a motivar a las huestes de Ancelotti, una cuadrilla de los mejores futbolistas del mundo entrenados por un señor que podría presumir, perfectamente, de haber cambiado, sin ayuda, el tóner de la impresora. De su forma de trabajar llevan sospechando sus jefes desde los tiempos en que llevaba la manija en el Milan, todavía vestido de futbolista, pero sus resultados suelen contradecir las primeras impresiones y en el Madrid siempre se valora lo comido muy por encima de lo servido. Aquella derrota frente al City de Guardiola con Camavinga jugando de lateral izquierdo le valió la desconfianza de un palco que no siempre valora su labor como se merece, pero Ancelotti siempre vuelve, como el propio Madrid, señor de las siete vidas y rey de los gatos.

A menudo ocurre en los grandes equipos que la gente espera una derrota para cambiar las cosas. Ganar, cuando se tiene el cielo parcelado, puede llegar a cansar casi tanto como perder, de ahí que una parte del madridismo parezca necesitar de una derrota estrepitosa para volver al camino, cierto, de la victoria. Se ha abierto la veda contra el técnico que lo ganó casi todo la temporada pasada porque, y esto es solo una intuición, la pujanza del Barça de Flick se le ha enquistado al madridismo como una astilla bajo sus uñas de viejo, un complejo pasajero, de los que se curan con un nuevo técnico que vista tejanos y desafíe la juventud del enemigo con su colección de discos de Los Planetas. Queda un partido para la redención, tres más para el pitorreo: si de algo sabe Carlo Ancelotti es de reír el último y hasta de apagar el ordenador, aunque no siempre a la primera.

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