“Los cañones nos harán fuertes; la mantequilla solo nos hará más gordos”. Lo dijo en 1936 el líder nazi Hermann Göring. Unos años después, el Nobel de Economía Paul Samuelson popularizó un modelo simplificado que empleaba esta dicotomía para referirse a ese límite teórico que marca hasta dónde puede llegar una economía con los recursos disponibles en un momento dado. La curva que ilustra este concepto muestra que, si queremos producir más de un bien (cañones), debemos renunciar a parte de otro (mantequilla). Una expresión económica del coste de oportunidad que tan a menudo nos falta en el debate público, donde tendemos a achacarlo todo a la “voluntad política” o la ausencia de esta, como si todo se pudiera con solo quererlo.
Es necesario proteger un sistema social y político que ha generado prosperidad y libertades, y que ahora se ve amenazado por potencias con valores crecientemente antagónicos
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos
Es necesario proteger un sistema social y político que ha generado prosperidad y libertades, y que ahora se ve amenazado por potencias con valores crecientemente antagónicos


“Los cañones nos harán fuertes; la mantequilla solo nos hará más gordos”. Lo dijo en 1936 el líder nazi Hermann Göring. Unos años después, el Nobel de economía Paul Samuelson popularizó un modelo simplificado que empleaba esta dicotomía para referirse a ese límite teórico que marca hasta dónde puede llegar una economía con los recursos disponibles en un momento dado. La curva que ilustra este concepto muestra que, si queremos producir más de un bien (cañones), debemos renunciar a parte de otro (mantequilla). Una expresión económica del coste de oportunidad que tan a menudo nos falta en el debate público, donde tendemos a achacarlo todo a la “voluntad política” o la ausencia de esta, como si todo se pudiera con solo quererlo.
Resulta llamativo que la intención de enmarcar la actual discusión sobre el incremento del gasto en defensa en el viejo dilema de si gastar en las cosas del comer o en las cosas del defender venga precisamente de quienes más han ignorado la idea de coste de oportunidad. Como si solo discutieran con el pasado en lugar de enfrentar el (cada vez más complejo) presente que nos ha tocado vivir.
Pero la idea de Samuelson es solo un modelo. “En esencia, todos los modelos están equivocados”, reza el aforismo atribuido al estadístico George E. P. Box. “Pero algunos son útiles”, remataba. Lo son porque permiten construir sobre ellos para acercarnos más a la realidad. Usemos este para armar dos razones que nos permitirán entender mejor por qué el dilema es falso o incompleto para entender los tiempos que atraviesa España, y Europa.
La primera es que necesitamos defender las cosas del comer (el Estado de bienestar europeo y nuestras democracias de mercado) en las que tanto hemos trabajado durante décadas. Se trata de proteger un sistema social y político que ha generado prosperidad a la par que libertades, y que ahora se ve amenazado por potencias con valores crecientemente antagónicos. Ya tenemos la mantequilla, vamos a decirlo así. Ahora faltan los cañones que permitan defenderla como merece. Entre otras cosas, porque nos gastamos (Europa) los dividendos de la paz en lo primero, pero no lo suficiente en lo segundo, protegidos por un paraguas (el estadounidense) en el que ahora no podemos confiar, como ha quedado evidenciado en las últimas semanas.
La segunda es que una inversión en defensa bien orientada, con fuerte componente tecnológico y coordinada con aportaciones de nuestros socios tiene el potencial de ser un añadido para el crecimiento. No sería la primera vez que esto sucede en la historia: la decisión entre cañones y mantequilla no es completamente un dilema si logramos que la inversión defensiva actúe como catalizador de un ecosistema industrial-tecnológico europeo en el que España juegue un papel relevante. En un contexto en el que la autonomía se ha convertido en un valor crucial y la defensa en un bien tan escaso como demandado, el desarrollo de capacidades defensivas propias puede generar externalidades positivas en innovación, empleo cualificado y soberanía tecnológica cuyos beneficios pueden ser compartidos incluso más allá de la mera protección.
Ahora bien: la inversión necesaria en los próximos años puede plantearse como un periodo excepcional. Puede, incluso, incorporar mecanismos que aseguren que llegado a un punto acordado previamente la carrera llegará a su fin. Eso, quizás, ayudaría a disminuir reticencias. Incorporar la consideración temporal añade una última capa de complejidad al modelo de partida: a largo plazo, elegir ahora cañones nos permitirá volver a la mantequilla. Exactamente igual que nos tocó hacer para que Göring y la fuerza que su régimen alcanzaría al final de aquella nefasta década no nos aplastara en ese momento.
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Sobre la firma

Es analista colaborador en EL PAÍS, doctor en sociología por la Universidad de Ginebra con un doble master en Políticas Públicas por la Central European University y la Erasmus University de Rotterdam. Es coautor de los libros ‘El muro invisible’ (2017) y ‘La urna rota’ (2014), y forma parte de EsadeEcPol (Esade Center for Economic Policy).
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