Los juguetes de la señorita Pepis marcaron el entretenimiento de generaciones de los 80 igual que lo hicieron las recetas de las madres y abuelas de una época sin robots de cocina y que dejaron huella en los cerebros, que es donde está el paladar gracias a las neuronas que archivan sabores, olores y colores. Entrar en Casa Pepis, en la barcelonesa calle Sequia Comtal, 7 del Clot, junto a plaza Glòrias, supone zambullirse en una de las películas de Pedro Almodóvar por su estética ochentera .Lo primero que sorprende al visitante es un neón en la entrada que invita a relajarse porque literalmente dice que en el establecimiento quieren hacerte feliz. Pero lo que realmente activa las sensaciones y provoca la salivación es contemplar los platillos y tapas que los pizpiretos camareros sirven en las mesas contiguas. Al verlos, el comensal evoca las recetas de siempre y se entrega a una experiencia total de retorno de gustos propios de otras épocas, pero actualizados . Un resurgimiento que recupera tapas andaluzas, castizas, catalanas y de otras regiones españolas presentadas como el renacimiento de la gastronomía de siempre que despierta los sabores de nuestras abuelas.Hacía años que el cronista no degustaba un sabroso atún encebollado y un punto avinagrado, propio del sur, platillo recuperado, como otros, por José María Ferraz, director del grupo Grup Amiks, creador de otras propuestas gastronómicas como Bar Pimentel, Culkin, V de Vermut y Piel de Gallina , quien junto al chef y Maikol Andrés Roman Aguilera son los puntales de ese repóker de originales establecimientos.Otra de las maravillas recuperadas es la bomba de la Barceloneta , que incorpora el secreto de piñones en el relleno de carne picada. La tapa reposa sobre una cama de alioli elaborado con ajo asado para que no repita y se presenta coronada con la característica salsa picante para que estalle en la boca. Unas albóndigas con setas a las que le faltan dos minutos para que evoquen las que «robábamos» a mamá o a la abuela mientras las cocinaban, se presentan en Casa Pepi con una porción de Portobello crudo por encima para así resaltar el sabor del bosque.Exquisitas las croquetas de cecina , pero también las tienen de queso y cebolla caramelizada, jamón ibérico y pollo de corral y gambón; o la clásica ensaladilla rusa con piparras y picos de jerez. Tampoco fallan el momento revival unos infalibles huevos rellenos de atún; además de los imprescindibles de la cocina catalana como la coca de recapte con butifarra y escalivada y el bacalao con sanfaina. Además de otros platos que forman parte de nuestro imaginario colectivo, como los callos (versionados por la Pepi) o la chistorra a la sidra. Capítulo especial tienen sus tortillas, una opción que no puede faltar en una casa de comidas. En Casa Pepi las elaboran con bacalao y piparras y en su versión abierta con morcilla, piparras y piñones, pero también las tortillas abiertas de temporada con corazones de alcachofas cubiertas de jamón y un toque de romesco .Capítulo aparte es el tartar de corvina y emulsión de escabeche o el foie marino caramelizado a base de hígado de bacalao que al contrario que el de pato u oca, ha nadado a sus anchas por los mares , un platillo que se presenta con compota de manzana y que te gira el cerebro, como dice José María Ferraz, porque tiene textura de foie que se unta en el pan, pero con intenso sabor al profundo océano. En la carta también figuran las zamburiñas con tomate confitado y perejil, la oreja frita con romesco y el carré de cordero a la miel y gratén de patata.Y en el apartado de los postres, destacan los dulces de siempre, como una sabrosa torrija para nada grasienta porque no está frita , aunque sí sellada a la plancha, ni empalagosa porque no está rebosada de azúcar; pero también su arroz con leche, su crema catalana o un excepcional tocinillo de cielo. Para acompañar la comida o la cena (imprescindible reservar) Casa Pepi ofrece una amplia variedad de vinos blancos, rosados y tintos naturales o de mínima intervención, además de espumosos, dulces y diferentes opciones de jerez para rubricar el festín compartido cuyo ticket supone una media de 30 euros por comensal. Toda una experiencia revival para compartir. Los juguetes de la señorita Pepis marcaron el entretenimiento de generaciones de los 80 igual que lo hicieron las recetas de las madres y abuelas de una época sin robots de cocina y que dejaron huella en los cerebros, que es donde está el paladar gracias a las neuronas que archivan sabores, olores y colores. Entrar en Casa Pepis, en la barcelonesa calle Sequia Comtal, 7 del Clot, junto a plaza Glòrias, supone zambullirse en una de las películas de Pedro Almodóvar por su estética ochentera .Lo primero que sorprende al visitante es un neón en la entrada que invita a relajarse porque literalmente dice que en el establecimiento quieren hacerte feliz. Pero lo que realmente activa las sensaciones y provoca la salivación es contemplar los platillos y tapas que los pizpiretos camareros sirven en las mesas contiguas. Al verlos, el comensal evoca las recetas de siempre y se entrega a una experiencia total de retorno de gustos propios de otras épocas, pero actualizados . Un resurgimiento que recupera tapas andaluzas, castizas, catalanas y de otras regiones españolas presentadas como el renacimiento de la gastronomía de siempre que despierta los sabores de nuestras abuelas.Hacía años que el cronista no degustaba un sabroso atún encebollado y un punto avinagrado, propio del sur, platillo recuperado, como otros, por José María Ferraz, director del grupo Grup Amiks, creador de otras propuestas gastronómicas como Bar Pimentel, Culkin, V de Vermut y Piel de Gallina , quien junto al chef y Maikol Andrés Roman Aguilera son los puntales de ese repóker de originales establecimientos.Otra de las maravillas recuperadas es la bomba de la Barceloneta , que incorpora el secreto de piñones en el relleno de carne picada. La tapa reposa sobre una cama de alioli elaborado con ajo asado para que no repita y se presenta coronada con la característica salsa picante para que estalle en la boca. Unas albóndigas con setas a las que le faltan dos minutos para que evoquen las que «robábamos» a mamá o a la abuela mientras las cocinaban, se presentan en Casa Pepi con una porción de Portobello crudo por encima para así resaltar el sabor del bosque.Exquisitas las croquetas de cecina , pero también las tienen de queso y cebolla caramelizada, jamón ibérico y pollo de corral y gambón; o la clásica ensaladilla rusa con piparras y picos de jerez. Tampoco fallan el momento revival unos infalibles huevos rellenos de atún; además de los imprescindibles de la cocina catalana como la coca de recapte con butifarra y escalivada y el bacalao con sanfaina. Además de otros platos que forman parte de nuestro imaginario colectivo, como los callos (versionados por la Pepi) o la chistorra a la sidra. Capítulo especial tienen sus tortillas, una opción que no puede faltar en una casa de comidas. En Casa Pepi las elaboran con bacalao y piparras y en su versión abierta con morcilla, piparras y piñones, pero también las tortillas abiertas de temporada con corazones de alcachofas cubiertas de jamón y un toque de romesco .Capítulo aparte es el tartar de corvina y emulsión de escabeche o el foie marino caramelizado a base de hígado de bacalao que al contrario que el de pato u oca, ha nadado a sus anchas por los mares , un platillo que se presenta con compota de manzana y que te gira el cerebro, como dice José María Ferraz, porque tiene textura de foie que se unta en el pan, pero con intenso sabor al profundo océano. En la carta también figuran las zamburiñas con tomate confitado y perejil, la oreja frita con romesco y el carré de cordero a la miel y gratén de patata.Y en el apartado de los postres, destacan los dulces de siempre, como una sabrosa torrija para nada grasienta porque no está frita , aunque sí sellada a la plancha, ni empalagosa porque no está rebosada de azúcar; pero también su arroz con leche, su crema catalana o un excepcional tocinillo de cielo. Para acompañar la comida o la cena (imprescindible reservar) Casa Pepi ofrece una amplia variedad de vinos blancos, rosados y tintos naturales o de mínima intervención, además de espumosos, dulces y diferentes opciones de jerez para rubricar el festín compartido cuyo ticket supone una media de 30 euros por comensal. Toda una experiencia revival para compartir.
La casa de comidas del barrio El Clot ofrece cocina tradicional en formato para compartir con un servicio y atmósfera original y evocadora
Los juguetes de la señorita Pepis marcaron el entretenimiento de generaciones de los 80 igual que lo hicieron las recetas de las madres y abuelas de una época sin robots de cocina y que dejaron huella en los cerebros, que es donde está el paladar gracias a las neuronas que archivan sabores, olores y colores. Entrar en Casa Pepis, en la barcelonesa calle Sequia Comtal, 7 del Clot, junto a plaza Glòrias, supone zambullirse en una de las películas de Pedro Almodóvar por su estética ochentera.
Lo primero que sorprende al visitante es un neón en la entrada que invita a relajarse porque literalmente dice que en el establecimiento quieren hacerte feliz. Pero lo que realmente activa las sensaciones y provoca la salivación es contemplar los platillos y tapas que los pizpiretos camareros sirven en las mesas contiguas. Al verlos, el comensal evoca las recetas de siempre y se entrega a una experiencia total de retorno de gustos propios de otras épocas, pero actualizados. Un resurgimiento que recupera tapas andaluzas, castizas, catalanas y de otras regiones españolas presentadas como el renacimiento de la gastronomía de siempre que despierta los sabores de nuestras abuelas.
Hacía años que el cronista no degustaba un sabroso atún encebollado y un punto avinagrado, propio del sur, platillo recuperado, como otros, por José María Ferraz, director del grupo Grup Amiks, creador de otras propuestas gastronómicas como Bar Pimentel, Culkin, V de Vermut y Piel de Gallina, quien junto al chef y Maikol Andrés Roman Aguilera son los puntales de ese repóker de originales establecimientos.
Otra de las maravillas recuperadas es la bomba de la Barceloneta, que incorpora el secreto de piñones en el relleno de carne picada. La tapa reposa sobre una cama de alioli elaborado con ajo asado para que no repita y se presenta coronada con la característica salsa picante para que estalle en la boca. Unas albóndigas con setas a las que le faltan dos minutos para que evoquen las que «robábamos» a mamá o a la abuela mientras las cocinaban, se presentan en Casa Pepi con una porción de Portobello crudo por encima para así resaltar el sabor del bosque.
Exquisitas las croquetas de cecina, pero también las tienen de queso y cebolla caramelizada, jamón ibérico y pollo de corral y gambón; o la clásica ensaladilla rusa con piparras y picos de jerez. Tampoco fallan el momento revival unos infalibles huevos rellenos de atún; además de los imprescindibles de la cocina catalana como la coca de recapte con butifarra y escalivada y el bacalao con sanfaina. Además de otros platos que forman parte de nuestro imaginario colectivo, como los callos (versionados por la Pepi) o la chistorra a la sidra.
Capítulo especial tienen sus tortillas, una opción que no puede faltar en una casa de comidas. En Casa Pepi las elaboran con bacalao y piparras y en su versión abierta con morcilla, piparras y piñones, pero también las tortillas abiertas de temporada con corazones de alcachofas cubiertas de jamón y un toque de romesco.
Capítulo aparte es el tartar de corvina y emulsión de escabeche o el foie marino caramelizado a base de hígado de bacalao que al contrario que el de pato u oca, ha nadado a sus anchas por los mares, un platillo que se presenta con compota de manzana y que te gira el cerebro, como dice José María Ferraz, porque tiene textura de foie que se unta en el pan, pero con intenso sabor al profundo océano. En la carta también figuran las zamburiñas con tomate confitado y perejil, la oreja frita con romesco y el carré de cordero a la miel y gratén de patata.
Y en el apartado de los postres, destacan los dulces de siempre, como una sabrosa torrija para nada grasienta porque no está frita, aunque sí sellada a la plancha, ni empalagosa porque no está rebosada de azúcar; pero también su arroz con leche, su crema catalana o un excepcional tocinillo de cielo. Para acompañar la comida o la cena (imprescindible reservar) Casa Pepi ofrece una amplia variedad de vinos blancos, rosados y tintos naturales o de mínima intervención, además de espumosos, dulces y diferentes opciones de jerez para rubricar el festín compartido cuyo ticket supone una media de 30 euros por comensal. Toda una experiencia revival para compartir.
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