Cierra el Congreso: el merecido descanso de la ciudadanía

Lo primero que hay que agradecer a los últimos días de julio es que con ellos llega el cierre temporal del Congreso. Un cierre que conlleva un merecido descanso pero no para los diputados sino para los espectadores, lectores u oyentes de los informativos, saturados del lamentable espectáculo de quienes pretenden representarnos y que al parecer hace tiempo abandonaron el análisis de las propuestas políticas ajenas para sustituirlas por el insulto, el sarcasmo de andar por casa o directamente el desprecio, unas actitudes que suponen fomentar el distanciamiento de la ciudadanía de la política y, por tanto, favorecen el surgimiento de los demagogos.

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 Lo primero que hay que agradecer a los últimos días de julio es que con ellos llega el cierre temporal del Congreso  

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Lo primero que hay que agradecer a los últimos días de julio es que con ellos llega el cierre temporal del Congreso

Caso Koldo
Ángel S. Harguindey

Lo primero que hay que agradecer a los últimos días de julio es que con ellos llega el cierre temporal del Congreso. Un cierre que conlleva un merecido descanso pero no para los diputados sino para los espectadores, lectores u oyentes de los informativos, saturados del lamentable espectáculo de quienes pretenden representarnos y que al parecer hace tiempo abandonaron el análisis de las propuestas políticas ajenas para sustituirlas por el insulto, el sarcasmo de andar por casa o directamente el desprecio, unas actitudes que suponen fomentar el distanciamiento de la ciudadanía de la política y, por tanto, favorecen el surgimiento de los demagogos.

Y no sería correcto silenciar el papel de una gran parte de la judicatura en esa degradación de la convivencia, nostálgicos de los tiempos del Tribunal de Orden Público y devotos seguidores de la frase atribuida a Salvador Dalí: ”Me encantan los accidentes de tren siempre que no le pase nada a los de primera clase». Jueces que desde la inmunidad gremial sólo buscan dañar a los rivales políticos de los conservadores y que identifican el concepto de justicia con los posibles beneficios de quienes comparten su ideología, en agradecimiento a quien hace tiempo posibilitó su acceso a la magistratura, un personaje que mandaba huevos con con la misma facilidad que confundía El Salvador con Honduras y cuyo nombre ya está indisolublemente unido al de Yak-42.

Eric Bana en 'Indomable'.

Visto lo visto cada vez se agradecen más las alternativas que las series de ficción ofrecen para desconectar de una realidad tan prosaica y con el decidido empeño de entretener, como es el caso de Indomable, una serie de seis episodios que ofrece Netflix con un arranque espectacular: un asesinato en El Capitán, una famosa pared granítica de casi un kilómetro situada en el californiano parque nacional de Yosemite que tratará de resolver un investigador del Servicio de Parques Nacionales ayudado por una guardabosques. Paisajes espectaculares que, trucos del cine y de los ajustes presupuestarios, se grabaron en su mayor parte en el municipio de Whistler, al norte de Vancouver, Canadá.

Naturalmente, resolver un asesinato no siempre es suficiente para los guionistas de la trama. Conviene añadir unas historias colaterales y, en el caso de esta serie, se recurre a un terrible suceso: la muerte del hijo del protagonista, hecho que destrozará su matrimonio y condicionará su vida al considerarse responsable de la misma.

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