Cándido del Cerro presumía de darle «mil vueltas» a cualquier abogado y, tras estudiar leyes en la cárcel, se cambió de sexo y esquivó la Ley de Violencia de Género, presumiendo de ello hasta con su víctima, que tiene claro que «todo estaba planeado», aunque la Justicia ha dicho lo contrario y ha bendecido la transformación sexual del agresor en una mujer a todos los efectos… incluidos los penales Leer Cándido del Cerro presumía de darle «mil vueltas» a cualquier abogado y, tras estudiar leyes en la cárcel, se cambió de sexo y esquivó la Ley de Violencia de Género, presumiendo de ello hasta con su víctima, que tiene claro que «todo estaba planeado», aunque la Justicia ha dicho lo contrario y ha bendecido la transformación sexual del agresor en una mujer a todos los efectos… incluidos los penales Leer
El 14 de septiembre de 2023, Cristina recibe un mensaje en su teléfono, otro más, de su ex, ya por entonces condenado por haberla maltratado. En el mensaje, un enlace a una noticia que llevaba por título: «Un condenado por maltrato cambia de sexo y pide su indulto». Pese a la condena, por amenazas y quebrantamiento de la orden de alejamiento que pesaba sobre él, Cándido del Cerro, el hombre con el que había compartido más de diez años de relación (y de infierno) no dejaba de atosigarla, de merodear y de escribirle. Aquel mensaje era uno más.
Sin embargo, un año y medio después, sentada en una cafetería del pueblo de Sevilla en el que vive con sus dos hijos -fruto de la relación con su maltratador- Cristina no duda ni un segundo. Aquel mensaje no era uno más. Es la prueba, dice, de que su ex pareja tenía un plan cuidadosamente estudiado y trazado para continuar acosándola sin temor a ser condenado, al menos, según la Ley de Violencia de Género. Un plan para burlar la ley que consistía, básicamente, en aprovechar la Ley Trans que había sido aprobada meses atrás y que permitía cambiar legalmente de sexo y de nombre sin más requisito que presentarse en un Registro Civil y solicitarlo.
Cuando Cándido le envió ese mensaje, hacía ya un mes que el Registro Civil de Carmona había hecho oficial su nuevo nombre, Candy del Cerro, y su nuevo género, mujer, y esa inscripción, fechada el 6 de agosto de 2023, ha sido el salvoconducto que le ha permitido ahora librarse de ser enjuiciado según la Ley de Violencia de Género por otro episodio de presuntos malos tratos contra su ex pareja.
Fue el 9 de julio del año pasado.
«Yo estaba en casa y le vi en la calle empujando a mi hijo, cuando salí me estaba esperando en el portal. Me empezó a pegar en la calle y los vecinos avisaron a la Policía», recuerda Cristina.
Pero aquella agresión ya no la cometió Cándido, sino Candy y su condición legal de mujer ha hecho que el Juzgado de Violencia sobre la Mujer 2 de Sevilla se haya inhibido para enviar la denuncia de Cristina a un juzgado ordinario en una decisión polémica pero que ha avalado la Audiencia Provincial de Sevilla porque, a los efectos legales, que es lo que cuenta aquí, es una mujer.
Dos magistradas, Margarita Barros y María del Carmen Barrero, y un magistrado, Álvaro Martín, confirmaron esta semana que a Cándido no se le puede aplicar la Ley de Violencia y que Candy será investigada (en femenino) por un juzgado de instrucción porque «para que los actos de violencia sobre la mujer puedan reputarse violencia de género y sean competencia de los juzgados de violencia sobre la mujer es preciso que tengan como sujeto activo en todo caso a un hombre, que sujeto pasivo sea una mujer y que entre ambos exista o haya existido una relación matrimonial o similar de afectividad, aún sin convivencia». Punto.
También han dicho que el cambio de sexo no fue un «fraude de ley» o, lo que es lo mismo, que no hubo un plan premeditado para aprovechar los agujeros de la Ley Trans en su beneficio penal.
José Antonio Sires, el abogado de la víctima, recalca que la decisión «sin duda es un retroceso y una merma significativa en los derechos y garantías que la Ley Orgánica de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género reconoce para estas víctimas», aunque no se da por vencido y añade que van a seguir trabajando «con firmeza y perseverancia».
Cristina, a punto de cumplir los 40 años, sudamericana en España desde hace 17, está «cansada». No solo porque cuando se sienta en la cafetería a contar su historia acaba de terminar su extenuante jornada laboral como camarera de piso en un hotel, sino porque, sobre todo, siente que la Justicia le ha dado la espalda, que «la ley no es igual para todos» y que, en su caso, ha amparado al maltratador, a su ex, en vez de a ella, a la víctima. Por mucho que digan jueces y fiscales, a Cristina nadie la va a convencer de que no hubo un plan, de que el cambio de sexo de su ex no fue una maniobra pensada y repensada para, menos de seis meses después, volver a agredirla con una impunidad mucho mayor, con un castigo mucho menor. «Me han destruido la vida», se lamenta.
Habla con la seguridad de quien conoce íntimamente a su mayor enemigo. No en vano, Cándido del Cerro fue una de las primeras personas a las que conoció cuando llegó a España con una prima suya procedente de su país natal. Apenas llevaban dos días en Sevilla cuando ella y su prima decidieron disfrutar de la noche en un bar con karaoke al que acudía con mucha frecuencia Cándido. «Él se me acercó» y a los tres meses se quedó embarazada de su primer hijo.
No se fueron a vivir juntos enseguida, pero se veían a diario y él pasaba mucho tiempo en la casa de los parientes de Cristina en la que la joven había encontrado refugio. Relata Cristina, como quien narra una pesadilla, que los golpes no tardaron en llegar y recuerda el primero.
«Lo primero fue una bofetada en la cara, en casa de mis primos. Era muy celoso y siempre perdía el control. Al día siguiente me desperté y me lo encontré de rodillas pidiéndome perdón, que le perdonara, que él era así».
Aquella escena se repetiría una y otra vez, y otra, y otra… En aquella casa y en la que luego compartieron con los padres de él y en la que tuvieron solo para ellos y los dos hijos que llegaron a tener… pese a que Cándido, asegura su ex, hizo todo lo posible para que los embarazos no llegaran a término. Agresiones, insultos y » en el embarazo de mi hija me ponía las piernas encima para que abortara». Cristina denunció en varias ocasiones, cinco que ella recuerde, algunas veces retiraba los cargos y otras veces se archivaban por falta de pruebas hasta que se puso a grabar con su teléfono móvil las agresiones y aquellos vídeos fueron su salvación. Llegó la primera condena en 2019, a quince meses de cárcel, que Cándido no ha cumplido aún porque está en paradero desconocido. Debería haber entrado en prisión en octubre del año pasado, pero no se presentó.
De aquel infierno en la tierra Cristina aprendió a sobrevivir y también aprendió que su entonces pareja no tenía límites, que no iba a parar hasta arruinarle la vida por completo mediante denuncias por las que llegó a perder la custodia de sus dos hijos y que tampoco ahora va a parar, afirma, cuando «lo está logrando todo». Aprendió que es «listo, muy listo» y por eso no duda de que «todo estaba planeado».
El abogado de Cándido/Candy, Juan de Dios Ramírez, niega la mayor y reitera la postura que viene manteniendo ante los tribunales, que no ha habido fraude de ley ni plan preconcebido ni intención de aprovechar la Ley Trans. «Cándido se sentía mujer, es una mujer», reafirma tras explicar que fue durante una primera estancia en prisión, por otra condena anterior a todo esto, cuando encontró su verdadera identidad de género. «Si no ha dado el paso de un cambio físico es por sus padres», añade el letrado en declaraciones a Crónica.
Pero de aquella prisión de Huelva salió, además de con nueva identidad de género, con conocimientos jurídicos que, según el propio maltratador, eran superiores a los de muchos abogados. Cándido presumió de eso en alguna de las entrevistas que en estos últimos años ha concedido a algunos medios de comunicación.
«Cuando estuve en la cárcel estudié el Código Penal y Civil. No tenía otra cosa que hacer. Yo cojo a un abogado y le doy veinte vueltas», dijo al periódico Abc de Sevilla en agosto del año pasado. En esa misma entrevista se jactaba de lo fácil que había sido el procedimiento para cambiar de sexo: » «Lo único que te piden es el consentimiento. Fui al Registro, dije que me sentía mujer y me tomaron los datos. No tuve que aportar pruebas ni hormonarme. Tengo pensado hormonarme, pero más adelante. Te toman nota y a los tres meses te llaman por si estás seguro de esa rectificación. Firmas un papel y al mes siguiente ya se ha culminado el proceso».
«A mí nunca me dijo que se sentía mujer, él decía que le daba asco mi primo porque le gustaban los hombres», rebate Cristina, quien añade, a modo de sentencia, que «es un hombre» y que «siempre decía que no volvería a entrar en prisión, es muy listo».
El «plan» del que tan segura se muestra la víctima no ha terminado con el auto de la Audiencia de Sevilla de esta semana. Su abogado ya adelanta que va a pedir que se revisen todas las causas pendientes, incluida la condena que todavía no ha cumplido Cándido/Candy aplicando el auto de la Audiencia de Sevilla para desactivar la Ley de Violencia de Género tanto como sea posible.
Mientras, Cristina, sin saber ya a qué santa ley encomendarse lo da casi todo por perdido: «Si quieren, que lo metan en la cárcel, y si no, que lo dejen. Me he cansado, las víctimas no tenemos protección, es totalmente mentira, no hay ayuda».
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