Más de 24 años después del atentado, cuatro etarras han admitido este lunes que intentaron asesinar el 10 de noviembre de 2000 a los periodistas vascos Aurora Intxausti, de EL PAÍS, y Juan Palomo, de Antena 3, y a su hijo Íñigo, que solo tenía 18 meses en ese momento. Durante el juicio celebrado en la Audiencia Nacional, los terroristas han confesado su implicación en la colocación de una potente maceta bomba en el felpudo de la entrada de la casa de la pareja en San Sebastián (Gipuzkoa), que debía explotar cuando la familia saliera por la mañana hacia el trabajo. Sin embargo, el mecanismo falló porque el marido abrió la puerta con un ademán brusco. “Sí, lo reconozco todo”, ha dicho primero Asier García, uno de los cuatro procesados. Esas palabras las han repetido sus otros tres compañeros acusados: Patxi Xabier Makazaga, Jon Zubiaurre e Imanol Miner. La fiscal pide 75 años de prisión para cada uno de ellos.
La reportera Aurora Intxausti describe el atentado ante el tribunal: “No solo cambió nuestra vida, cambió la vida de todos los periodistas del País Vasco que no apoyaban a ETA”
Más de 24 años después del atentado, cuatro etarras han admitido este lunes que intentaron asesinar el 10 de noviembre de 2000 a los periodistas vascos Aurora Intxausti, de EL PAÍS, y Juan Palomo, de Antena 3, y a su hijo Íñigo, que solo tenía 18 meses en ese momento. Durante el juicio celebrado en la Audiencia Nacional, los terroristas han confesado su implicación en la colocación de una potente maceta bomba en el felpudo de la entrada de la casa de la pareja en San Sebastián (Gipuzkoa), que debía explotar cuando la familia saliera por la mañana hacia el trabajo. Sin embargo, el mecanismo falló porque el marido abrió la puerta con un ademán brusco. “Sí, lo reconozco todo”, ha dicho primero Asier García, uno de los cuatro procesados. Esas palabras las han repetido sus otros tres compañeros acusados: Patxi Xabier Makazaga, Jon Zubiaurre e Imanol Miner. La fiscal pide 75 años de prisión para cada uno de ellos.
El juicio ha tardado 24 años porque, pese a que existían algunos indicios contra los cuatro, la Audiencia Nacional consideró que no eran suficientes para sentarlos en el banquillo. De hecho, el sumario llegó a cerrarse, pero se reabrió en 2020 después de que la Guardia Civil encontrara en los últimos años más pruebas gracias al material intervenido por Francia a ETA y enviado a España a raíz del acuerdo de colaboración de la pasada década.
Un agente que participó en la investigación ha detallado la magnitud del atentado que prepararon: “Con el explosivo que pusieron, aquello iba a ser una tragedia”, ha explicado. Un perito ha incidido en la misma idea: “Los daños hubieran sido tremendos. La casa hubiera quedado destrozada, entera. Hubiera destrozado todo el piso y el de al lado”. Los etarras habían cargado la maceta con 2,3 kilos de un explosivo industrial a base de nitrato amónico y 2,5 kilos de metralla (tuercas y tornillos). De no haber fallado, la detonación “hubiera conllevado la muerte de Juan Palomo de forma instantánea y la de Aurora Intxausti y su hijo, así como graves daños en el inmueble”, recoge el escrito de acusación del ministerio público. Durante la instrucción, los investigadores resaltaron que los terroristas sabían que la pareja solía salir a esa hora de su casa para llevar a su niño a la guardería antes de dirigirse a sus respectivos puestos de trabajo.
—¿Si la puerta se hubiera abierto de forma menos brusca, habría explotado? —ha preguntado la fiscal Raquel de Miguel.
—Sí —ha contestado tajante un perito.
Este lunes, los periodistas han recordado aquel día: “La planta estaba justo encima del felpudo, pegada a la puerta”, ha detallado Juan Palomo, que salió primero para ir al trabajo. Al abrir, escuchó un ruido (como el de un “petardo”) y, al asomarse, vio la maceta bomba. Aurora Intxausti, que debía seguir a su pareja para llevar a su pequeño a la guardería antes de dirigirse ella también a trabajar, estaba en una habitación a escasos cinco metros con su hijo de 18 meses. “Estaba vistiendo a Íñigo en mi habitación. Estaba poniéndole un gorrito en el momento en que Juan vuelve hacia donde estaba yo y me dice: ‘Deja el niño y ven’. Pensé que habían puesto un gato negro o algo en la puerta a forma de amenaza. Pero, cuando veo ese tiesto y el cable saliendo, ya empecé a descontrolarme”, ha narrado la reportera de EL PAÍS: “Cogí al niño, me fui a [otra] habitación [más alejada] y, como empezó a llorar, cogimos los legos y nos pusimos a hacer construcciones”.
Los periodistas llamaron a la Ertzaintza. “A mí me pareció que tardaban mucho, pero llegaron enseguida”, ha dicho Palomo. “Entras en una nebulosa en la que no sabes cómo funciona el tiempo”, ha remachado Intxausti. ¿Habían recibido antes algún tipo de amenazas o se sentían amenazados? “Amenazas directas no, pero casi todos los periodistas del País Vasco, si no [estaban] amenazados, sí apuntados. Mi mujer había aparecido [señalada] en carteles de grupos cercanos a ETA. Sobre mi mujer, habían aparecido comentarios en periódicos cercanos o propiedad de ETA”, ha descrito el trabajador de Antena 3. Su esposa ha añadido: “Yo no me sentía amenazada. Sí realizaron una campaña cuando estuve embarazada de mi hijo y, al ir a una revisión ginecológica, hicieron una pintada en el camino [contra mí]”.
—¿Qué supuso para ustedes el atentado? —les ha preguntado su abogado.
Así ha respondido Juan Palomo: “Un cambio total. Supuso que nos tuviéramos que venir a vivir a Madrid, porque quedarnos allí suponía quedarnos con dos escoltas cada uno. Supuso que mi padre, que estaba enfermo del corazón, muriera dos años después y hubiera un funeral en Bilbao rodeado de ertzainas. Supuso que mi mujer estuviera durante meses desmayándose varias veces al día… y mi hijo sabía cómo despertarla. Y que ella sufriera un año de depresión, en el que no se quería levantar de la cama. Y que después le diera una parálisis facial. Supuso cambiar toda nuestra vida… Marcó toda nuestra vida”.
Aurora Intxausti ha apuntado: “Nuestra vida cambió radicalmente porque tuvimos que abandonar el País Vasco. [De quedarnos], hubiéramos estado con dos escoltas cada uno durante toda la infancia de mi hijo. Pero no solo cambió nuestra vida, cambió la vida de todos los periodistas del País Vasco que no apoyaban a ETA. Amigos tuvieron que ponerse escolta. Llegar a Bilbao o a San Sebastián para nosotros era terrible. Hoy, 24 años y 15 días después, sigo medicada”.
Según han reconocido los terroristas, Makazaga ordenó a sus tres compañeros, miembros del comando Gaua, que recabaran información sobre las víctimas y estudiaran la “viabilidad” de asesinarlas. Una vez conseguidos los datos e ideado el atentado, colocaron la bomba el 10 de noviembre de 2000. El mecanismo falló porque Palomo abrió con un ademán brusco. Se produjo una “activación incompleta”, según un agente. “El sistema de iniciación eléctrico funcionó correctamente, si bien la deflagración del inflamador eléctrico no inició el detonador industrial”, expuso la Fiscalía.
Las víctimas y los etarras se han encontrado a las puertas del tribunal. Los cuatro etarras han llegado por su propio pie a la vista oral. Según la web del colectivo de apoyo a presos de ETA, aún cumplen penas de prisión por otros crímenes, pero fuentes jurídicas indican que todos ellos están disfrutando, como mínimo, del tercer grado y de permisos. El juicio ha acabado este lunes y ha quedado visto para sentencia.
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