Una treintena de artistas flamencos añadieron bocanadas de calor jondo a la Ciudad del Sol Leer Una treintena de artistas flamencos añadieron bocanadas de calor jondo a la Ciudad del Sol Leer
Festival: XLV Noche Flamenca Ecijana. A beneficio de la Asociación de Esclerosis Múltiple / Participantes: El Pele, Antonio Rey, Joaquín Grilo, Salvador Gutiérrez, La Niña de los Cupones, Regina, El Crespo Zapata, Yolanda Lorenzo, Reyes Carrasco y Marta Aguilar, con sus grupos / Lugar y fecha: Palacio de Peñaflor y aledaños. Del 30 de junio al 4 de julio de 2025
CALIFICACIÓN: ****
La Ciudad del Sol, Écija, ofrece cada canícula lecciones de termodinámica, pero del 30 de junio a la noche de ayer, lo que ha constatado es la subida de la fiebre flamenca rompiendo moldes respecto a sus homónimos, y aportando singularidad, merced, por descontado, a la voluntad política, pero sobre todo a una treintena de artistas que han logrado que los termómetros del arte registren la máxima temperatura.
Han sido cinco días de sofocante y agradecida hondura pero sin sensaciones de ahogo que arrancaron en el Palacio de Peñaflor (siglo XVIII), con un sonido espectacular y principiando con los aires frescos de Salvador Gutiérrez, guitarrista y compositor local que nos propuso un viaje bajo la batuta de ’11 Bordones’, con temas siempre inspirados y resueltos, de tan alto nivel de autoexigencia -dado que la noche iba dedicada al cantaor Pepe el Sevillano (Écija, 1927 – Algeciras, 1975)-, que hizo las delicias del respetable en la taranta, soleá y bulerías, pero en especial por farruca y seguiriyas, teniendo que suspender el concierto por mor de la lluvia.
La guitarra tuvo su papel primordial en días sucesivos, sobre todo cuando, ora en el acompañamiento al cante o baile, ora en concierto, transmitió un sonido compacto, firme y convencido, tal que José Manuel Tudela, que junto a la voz de Natalia Marín -de madre astigitana-, permitieron la restallante sutilidad del cante y baile de La Niña de los Cupones, suiza y sorda desde los seis años, pero de una flexibilidad y encanto sin cotejo por su concluyente solvencia y por su esfuerzo admirable en la bambera.
Esa misma noche, martes día 1, El Crespo Zapata se pronunció con autoridad al evidenciar que la mera técnica no puede sustituir al alma. Y es que el hijo de El Cabrero, apoyado en la gratificante guitarra de Manuel Herrera, no dejó espacio a la indiferencia de la seguiriya y la soleá, y es un reto innegable para todo aquel que goce de la veracidad del cante, como el soneto de Jorge Luis Borges, ‘La ‘lluvia sucede en el pasado’, o los fandangos de Alosno. ¿El secreto? Que se preocupa más de la proyección sentimental del cante que de la claridad estructural de su exposición.
Regina, junto a Eugenio Iglesias, bifurcó la jornada del miércoles entre la copla y el cante, con una técnica firma y comprometida resolución, con un decir digno de diva sin quedarse en lo superficial, sino destacando por el convencimiento y la contundencia de una espectacularidad nada hueca o fútil, sino conmovedora, pues lo mismo realzó coplas como ‘María de la O’, ‘Torre de arena’ o ‘Te he de querer mientras viva’, que cantes como la media granaína, seguiriya de Francisco la Perla o los fandangos de Alosno.
El profesor Rodríguez Ojeda nos convenció con su fraseo poético en el homenaje que se rindió al excelso poeta Manuel Mora Jiménez (Cabra, 1913 – Écija, 1975). Y junto al grupo que comanda Eduardo Rebollar, la traducción plástica, el complemento ideal de la bailaora Yolanda Lorenzo, que le puso a la noche del jueves, día 3, un broche con
mayúsculas por soleá y alegrías, clara en su disposición y decidida en la ejecución, haciendo del cante de Antonio López y la guitarra una lectura muy recreativa.
Para completar el reparto de tan plena abundancia, la clausura del viernes, día 4, se fijó entre el Palacio de Peñaflor y la fachada plateresca del Palacio de Valdehermoso (siglo XVI), con secundarios generosos con las voces, entre las que figuraron Marta Aguilar, la joven local en quien, por tangos y bulerías, sus paisanos encontraron una madurez evolutiva y protegida por David Navarro. Y Reyes Carrasco, sin duda la voz con más resonancia histórica de su generación, quien, con Rubén Lara, se mostró segurísima y muy afianzada en las tonalidades de las alegrías, soleá por bulerías, tangos y bulerías.
Empero, lo mollar de la noche lo aportaron tres nombres. Uno de ellos fue Antonio Rey, guitarrista completo y de vértigo como pocos que ofreció la más placentera oportunidad para disfrutar de su destreza digital (taranta-minera), versatilidad tipológica, estilo singular y elegancia en las matizaciones (rumba), y una celeridad rítmica que queda fuera de la razón del sabihondo (bulerías).
Enfatizo, igualmente, la garganta de mayor riqueza vocal de este tiempo, El Pele, con una gitanería digna de elogio, pero con un sonido cristalino, amable, redondo, al par que un aliento tan dramático y escalofriante que, estimulado por Niño Seve, emitió una proyección anímica imborrable, fascinante. Seguiriyas, malagueña, soleá apolá y bulerías, fueron sus altas credenciales.
Y para redondear la terna, Joaquín Grilo, el bailaor sin confrontación que trasladó toda su complejidad con un equilibrio sutil entre la sugerencia y la evidencia del taranto, jugando con los acentos de forma comprometida y jocosa en los tangos y demostrando, de forma incuestionable, su calidad del más alto nivel por alegrías con bulerías.
Écija ha pasado, pues, de contar con un festival convencional a programar una Cumbre de Arte Grande y se convierte, por tanto, en un enclave de obligado peregrinaje para los flamencos cabales. Y ojalá que sea así por muchos años, pues han sido unas jornadas evidenciadas por un guarismo, el cinco, como el punto de equilibrio entre los extremos del presente, es decir, el término medio entre el clasicismo y la innovación, pero, sobre todo, el número que simboliza la cima de la libertad y la aventura en que se descifran los códigos que identifican lo muy jondo.
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