De Laureano Figuerola a Mario Draghi

Aplicar aranceles produce oscilaciones de precios; aleja la demanda al alejar la oferta; impide a las industrias protegidas producir con economía y la coexistencia de industrias auxiliares; incrementa precios; dificulta la afluencia de mano de obra exterior y encarece el acceso de los trabajadores a los bienes de consumo. Estas palabras no las ha formulado ningún analista ante la locura arancelaria de Donald Trump : las pronunció en 1862 el periodista Félix de Bona en unas conferencias «librecambistas» de la Asociación por la Reforma de los Aranceles de Aduanas en el Ateneo Científico y Literario de Madrid. Además de Bona, participaron Antonio Alcalá Galiano, Francisco de Paula Canalejas, Benigno Carballo, Segismundo Moret, José Echegaray o Laureano Figuerola, entre otros ponentes. El «proteccionismo», que era el nuevo nombre de lo que se llamó «prohibicionismo», blindaba en España la producción cerealística de Castilla y la industria textil de Cataluña eliminando la competencia con otros países mediante un mercado interior cautivo. El proteccionismo, señalaba Alcalá Galiano, «no se ejerce contra los extranjeros, sino contra los consumidores». El libre cambio, añadía, «es el mayor estímulo para el trabajo y es este más fijo, es más seguro, es más permanente cuando se apoya en la competencia y huye de las veleidades y los caprichos del proteccionismo». En otra de las conferencias sobre la protección de los cereales castellanos, Laureano Figuerola alerta de la perversidad arancelaria: «La protección tiene por objeto, reconocido y confesado, levantar los precios, tiene por pretexto proteger la agricultura (o la industria en el caso catalán), y por resultado, beneficiar en una época inmediata al propietario, y perjudicarle en una época mediata. La libertad, por el contrario, tiene por objeto bajar los precios, no tiene pretexto alguno con que encubrirse, y tiene por resultado favorecer al propietario y al consumidor».Educado en la escuela «prohibicionista» Figuerola constató que aplicar aranceles es pan para hoy y hambre para mañana. En 1868, con «la Gloriosa», fue ministro de Hacienda con Juan Prim, cargo que revalidó en el reinado de Amadeo I. En tan poco tiempo convirtió las palabras en hechos: implantó la peseta como unidad monetaria y en 1869 promulgó el llamado «Arancel Figuerola». Eliminaba restricciones a la importación y los aranceles pasaron del 50 por ciento a una horquilla de entre el 15 y el 30 por ciento: ese porcentaje debería ir disminuyendo hasta 1881. Figuerola provocó la ira de las economías protegidas : los herederos de la Mesta cerealística y los industriales catalanes del textil. Estos últimos consideraban al ministro, catalán de pura cepa, un traidor: en la Universidad de Barcelona llegaron a lanzarle huevos. Precisamente huevos a él, nacido en Calaf, población famosa por sus gallinas ponedoras. El catalanismo , como observaría sarcásticamente Gabriel Ferrater un siglo después, «era un determinado movimiento político de determinados fabricantes catalanes que necesitaban modificar el régimen de aranceles del Estado español para poder competir con ventajas ilícitas con los fabricantes ingleses de tejidos». Noticia Relacionada Crecen un 5% estandar No Las bolsas europeas celebran la marcha atrás de Trump con fuertes subidas Xavier Vilaltella Los índices del Viejo Continente crecen en torno a un 5%; el Ibex remonta un 5,30% y se sitúa muy por encima de los 12.000 puntos, la nueva barrera psicológicaEl librecambista Figuerola falleció en Madrid en 1903. No busquen su nombre en el nomenclátor barcelonés: crear la peseta española de la «peceta» catalana y menguar los privilegios arancelarios de la burguesía catalanista nunca se le perdonó. Si el nacionalismo es la guerra, los aranceles son sus cañones comerciales. Combatir aranceles con aranceles solo provocará la miseria de todos. Se es librecambista con sinceridad como lo fue Figuerola. Para competir con ese Trump émulo de Calígula y la China totalitaria la UE debe desmontar el castillo kafkiano de siglas que encorseta su progreso. «Los aranceles se los ha puesto Europa a sí misma con barreras internas y exceso de regulación», advierte Mario Draghi. Puro Figuerola. Aplicar aranceles produce oscilaciones de precios; aleja la demanda al alejar la oferta; impide a las industrias protegidas producir con economía y la coexistencia de industrias auxiliares; incrementa precios; dificulta la afluencia de mano de obra exterior y encarece el acceso de los trabajadores a los bienes de consumo. Estas palabras no las ha formulado ningún analista ante la locura arancelaria de Donald Trump : las pronunció en 1862 el periodista Félix de Bona en unas conferencias «librecambistas» de la Asociación por la Reforma de los Aranceles de Aduanas en el Ateneo Científico y Literario de Madrid. Además de Bona, participaron Antonio Alcalá Galiano, Francisco de Paula Canalejas, Benigno Carballo, Segismundo Moret, José Echegaray o Laureano Figuerola, entre otros ponentes. El «proteccionismo», que era el nuevo nombre de lo que se llamó «prohibicionismo», blindaba en España la producción cerealística de Castilla y la industria textil de Cataluña eliminando la competencia con otros países mediante un mercado interior cautivo. El proteccionismo, señalaba Alcalá Galiano, «no se ejerce contra los extranjeros, sino contra los consumidores». El libre cambio, añadía, «es el mayor estímulo para el trabajo y es este más fijo, es más seguro, es más permanente cuando se apoya en la competencia y huye de las veleidades y los caprichos del proteccionismo». En otra de las conferencias sobre la protección de los cereales castellanos, Laureano Figuerola alerta de la perversidad arancelaria: «La protección tiene por objeto, reconocido y confesado, levantar los precios, tiene por pretexto proteger la agricultura (o la industria en el caso catalán), y por resultado, beneficiar en una época inmediata al propietario, y perjudicarle en una época mediata. La libertad, por el contrario, tiene por objeto bajar los precios, no tiene pretexto alguno con que encubrirse, y tiene por resultado favorecer al propietario y al consumidor».Educado en la escuela «prohibicionista» Figuerola constató que aplicar aranceles es pan para hoy y hambre para mañana. En 1868, con «la Gloriosa», fue ministro de Hacienda con Juan Prim, cargo que revalidó en el reinado de Amadeo I. En tan poco tiempo convirtió las palabras en hechos: implantó la peseta como unidad monetaria y en 1869 promulgó el llamado «Arancel Figuerola». Eliminaba restricciones a la importación y los aranceles pasaron del 50 por ciento a una horquilla de entre el 15 y el 30 por ciento: ese porcentaje debería ir disminuyendo hasta 1881. Figuerola provocó la ira de las economías protegidas : los herederos de la Mesta cerealística y los industriales catalanes del textil. Estos últimos consideraban al ministro, catalán de pura cepa, un traidor: en la Universidad de Barcelona llegaron a lanzarle huevos. Precisamente huevos a él, nacido en Calaf, población famosa por sus gallinas ponedoras. El catalanismo , como observaría sarcásticamente Gabriel Ferrater un siglo después, «era un determinado movimiento político de determinados fabricantes catalanes que necesitaban modificar el régimen de aranceles del Estado español para poder competir con ventajas ilícitas con los fabricantes ingleses de tejidos». Noticia Relacionada Crecen un 5% estandar No Las bolsas europeas celebran la marcha atrás de Trump con fuertes subidas Xavier Vilaltella Los índices del Viejo Continente crecen en torno a un 5%; el Ibex remonta un 5,30% y se sitúa muy por encima de los 12.000 puntos, la nueva barrera psicológicaEl librecambista Figuerola falleció en Madrid en 1903. No busquen su nombre en el nomenclátor barcelonés: crear la peseta española de la «peceta» catalana y menguar los privilegios arancelarios de la burguesía catalanista nunca se le perdonó. Si el nacionalismo es la guerra, los aranceles son sus cañones comerciales. Combatir aranceles con aranceles solo provocará la miseria de todos. Se es librecambista con sinceridad como lo fue Figuerola. Para competir con ese Trump émulo de Calígula y la China totalitaria la UE debe desmontar el castillo kafkiano de siglas que encorseta su progreso. «Los aranceles se los ha puesto Europa a sí misma con barreras internas y exceso de regulación», advierte Mario Draghi. Puro Figuerola.  

SPECTATOR IN BARCINO

Si el nacionalismo es la guerra, los aranceles son sus cañones comerciales. Combatir aranceles con aranceles solo provocará la miseria de todos

La Bolsa de Valores de Nueva York tras la implementación de los aranceles de EE. UU. EFE

Aplicar aranceles produce oscilaciones de precios; aleja la demanda al alejar la oferta; impide a las industrias protegidas producir con economía y la coexistencia de industrias auxiliares; incrementa precios; dificulta la afluencia de mano de obra exterior y encarece el acceso de los trabajadores a … los bienes de consumo. Estas palabras no las ha formulado ningún analista ante la locura arancelaria de Donald Trump: las pronunció en 1862 el periodista Félix de Bona en unas conferencias «librecambistas» de la Asociación por la Reforma de los Aranceles de Aduanas en el Ateneo Científico y Literario de Madrid. Además de Bona, participaron Antonio Alcalá Galiano, Francisco de Paula Canalejas, Benigno Carballo, Segismundo Moret, José Echegaray o Laureano Figuerola, entre otros ponentes.

El «proteccionismo», que era el nuevo nombre de lo que se llamó «prohibicionismo», blindaba en España la producción cerealística de Castilla y la industria textil de Cataluña eliminando la competencia con otros países mediante un mercado interior cautivo. El proteccionismo, señalaba Alcalá Galiano, «no se ejerce contra los extranjeros, sino contra los consumidores». El libre cambio, añadía, «es el mayor estímulo para el trabajo y es este más fijo, es más seguro, es más permanente cuando se apoya en la competencia y huye de las veleidades y los caprichos del proteccionismo». En otra de las conferencias sobre la protección de los cereales castellanos, Laureano Figuerola alerta de la perversidad arancelaria: «La protección tiene por objeto, reconocido y confesado, levantar los precios, tiene por pretexto proteger la agricultura (o la industria en el caso catalán), y por resultado, beneficiar en una época inmediata al propietario, y perjudicarle en una época mediata. La libertad, por el contrario, tiene por objeto bajar los precios, no tiene pretexto alguno con que encubrirse, y tiene por resultado favorecer al propietario y al consumidor».

Educado en la escuela «prohibicionista» Figuerola constató que aplicar aranceles es pan para hoy y hambre para mañana. En 1868, con «la Gloriosa», fue ministro de Hacienda con Juan Prim, cargo que revalidó en el reinado de Amadeo I. En tan poco tiempo convirtió las palabras en hechos: implantó la peseta como unidad monetaria y en 1869 promulgó el llamado «Arancel Figuerola». Eliminaba restricciones a la importación y los aranceles pasaron del 50 por ciento a una horquilla de entre el 15 y el 30 por ciento: ese porcentaje debería ir disminuyendo hasta 1881.

Figuerola provocó la ira de las economías protegidas: los herederos de la Mesta cerealística y los industriales catalanes del textil. Estos últimos consideraban al ministro, catalán de pura cepa, un traidor: en la Universidad de Barcelona llegaron a lanzarle huevos. Precisamente huevos a él, nacido en Calaf, población famosa por sus gallinas ponedoras. El catalanismo, como observaría sarcásticamente Gabriel Ferrater un siglo después, «era un determinado movimiento político de determinados fabricantes catalanes que necesitaban modificar el régimen de aranceles del Estado español para poder competir con ventajas ilícitas con los fabricantes ingleses de tejidos».

El librecambista Figuerola falleció en Madrid en 1903. No busquen su nombre en el nomenclátor barcelonés: crear la peseta española de la «peceta» catalana y menguar los privilegios arancelarios de la burguesía catalanista nunca se le perdonó. Si el nacionalismo es la guerra, los aranceles son sus cañones comerciales. Combatir aranceles con aranceles solo provocará la miseria de todos. Se es librecambista con sinceridad como lo fue Figuerola. Para competir con ese Trump émulo de Calígula y la China totalitaria la UE debe desmontar el castillo kafkiano de siglas que encorseta su progreso. «Los aranceles se los ha puesto Europa a sí misma con barreras internas y exceso de regulación», advierte Mario Draghi. Puro Figuerola.

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