De paria a país mediador: Trump impulsa la ambición global de Arabia Saudí

Los anuncios del presidente de Estados Unidos recuerdan a menudo que Donald Trump es un magnate inmobiliario. El mandatario construía rascacielos, hoteles y campos de golf; ahora sueña con seguir haciéndolo en las ruinas de Gaza. Esa paz trumpiana en la Franja palestina y la que el mandatario proyecta en Ucrania, con un acuerdo de explotación mineral para EE UU incluido, apuntan a una política exterior del lucro. También en los gestos. En 2017, Trump eligió Arabia Saudí para su primer viaje oficial al extranjero. Rompió así la tradición de que esa primera visita foránea del presidente fuera al Reino Unido. El anzuelo fueron 350.000 millones de dólares (316.000 millones de euros) en acuerdos prometidos por Riad, que luego se quedaron en mucho menos. Trump ha confirmado ahora que repetirá ese primer viaje oficial a territorio saudí en un nuevo espaldarazo a la monarquía del Golfo. Con la misma lógica: “Iré si ponen un billón de dólares para empresas americanas”, ha dicho.

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 El presidente de EE UU elige a la monarquía del Golfo como primer destino exterior de su mandato, un nuevo espaldarazo al anfitrión del diálogo sobre Ucrania y actor decisivo en el destino de Gaza  

Los anuncios del presidente de Estados Unidos recuerdan a menudo que Donald Trump es un magnate inmobiliario. El mandatario construía rascacielos, hoteles y campos de golf; ahora sueña con seguir haciéndolo en las ruinas de Gaza. Esa paz trumpiana en la Franja palestina y la que el mandatario proyecta en Ucrania, con un acuerdo de explotación mineral para EE UU incluido, apuntan a una política exterior del lucro. También en los gestos. En 2017, Trump eligió Arabia Saudí para su primer viaje oficial al extranjero. Rompió así la tradición de que esa primera visita foránea del presidente fuera al Reino Unido. El anzuelo fueron 350.000 millones de dólares (316.000 millones de euros) en acuerdos prometidos por Riad, que luego se quedaron en mucho menos. Trump ha confirmado ahora que repetirá ese primer viaje oficial a territorio saudí en un nuevo espaldarazo a la monarquía del Golfo. Con la misma lógica: “Iré si ponen un billón de dólares para empresas americanas”, ha dicho.

“Gracias a Trump, Arabia Saudí tiene una gran semana en la diplomacia internacional” titulaba el 23 de febrero The New York Times. El diario subrayaba cómo, hace tan solo unos años, “Washington calificaba a Arabia Saudí de ‘paria’ por sus violaciones de los derechos humanos” ―como el asesinato y descuartizamiento de un periodista en su consulado en Estambul―, mientras que ahora la gran potencia suní árabe ejerce un papel clave respecto a los dos conflictos más destacados del mundo: Ucrania y Gaza.

El 21 de febrero, Riad acogió una cumbre de las seis potencias árabes del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), Egipto y Jordania para abordar la reconstrucción de la Franja y plantear un plan alternativo al de Trump. El 10 de marzo, el presidente ucranio, Volodímir Zelenski, se reunió en Riad con el príncipe heredero y hombre fuerte saudí, Mohamed Bin Salmán y, el 23 de marzo, Arabia Saudí acogió la primera negociación de paz a tres bandas entre Rusia, Ucrania y Estados Unidos. Trump ha avanzado que si se concreta una reunión personal con su homólogo ruso, Vladímir Putin, “probablemente” se desarrollará en ese país árabe.

Con el republicano en la Casa Blanca, el reino saudí ha culminado su acercamiento progresivo a Washington, después de que el brutal asesinato del periodista Jamal Khashoggi en el consulado saudí en Estambul en 2018 provocara un distanciamiento con su gran aliado tradicional, económico y militar. Esa frialdad dio paso, bajo el mandato de Joe Biden, a una visita a Arabia Saudí del presidente demócrata en julio de 2022 y un gélido saludo al heredero de la dinastía Saud, a quien la propia CIA acusaba de haber ordenado ese crimen.

Según recuerda el académico Gregory Gause, del Middle East Institute en Washington, el que Arabia Saudí haya acogido el diálogo sobre Ucrania subraya, para empezar, un cambio en la política internacional: la pérdida de influencia de Europa, toda vez que ese tipo de conversaciones “en otra época se hubiera desarrollado de manera natural en Ginebra, o en Viena”.

Riad ha aprovechado esa circunstancia. Su papel como mediador de conflictos es algo que, además, encaja a la perfección con la idea de Trump de la política exterior, que prima el beneficio económico sobre otros parámetros. Entre 2020 y 2024, el reino árabe fue el primer comprador individual de armas estadounidenses (12%), según el Instituto Internacional de Estocolmo para la Investigación de la Paz (Sipri), por citar uno de los sectores donde la relación bilateral es ventajosa para Washington.

Además, ambas partes han realizado negocios. El Fondo de Inversión Pública (FIP) del reino invirtió 2.000 millones de dólares en Affinity Partners, la firma del yerno de Trump, Jared Kushner, justo después de que este dejara su cargo como enviado del presidente en Oriente Próximo en 2021. Por su parte, la Organización Trump está construyendo una torre de apartamentos de lujo en la ciudad saudí de Yeda y los campos de golf de Trump han acogido varias competiciones del circuito de golf alternativo saudí LIV.

El ahora príncipe heredero saudí, Mohamed Bin Salmán, con Trump y su yerno, Jared Kushner, en Riad, el 20 de mayo de 2017.

Diplomacia y contactos

Pero el cortejo con contratos millonarios —en 2023, el país árabe fue el primer exportador mundial de petróleo— no explica por sí solo que Riad se esté erigiendo como un centro neurálgico de la diplomacia mundial. También han sido claves su política de equilibrio con Rusia y China, y la red de relaciones personales de su hábil heredero, de 39 años. “No creo que haya otro lugar donde su líder tenga una relación personal tan buena tanto con Trump como con Putin”, resumió el analista saudí Ali Shihabi a la CNN.

Riad resistió, por un lado, las presiones de Occidente para que se uniera a las sanciones por la invasión de Ucrania y ha trabado alianzas ocasionales con Rusia para controlar los precios del crudo. Por el otro, otorgó 400 millones de dólares en ayuda humanitaria a Ucrania en 2022 y ha votado en la ONU a favor de la retirada rusa de los territorios ucranios ocupados. A China, su principal cliente comercial, le ofreció en bandeja que el acuerdo por el que restableció relaciones con su némesis regional, Irán, se firmara en Pekín el 10 de marzo de 2023, pese a que el pacto se negoció en Omán e Irak.

Los intereses económicos son, de nuevo, indisociables de esa estrategia. Bin Salmán entiende que el éxito de su ambiciosa hoja de ruta de desarrollo Visión 2030 —que aspira a que la economía del país supere su dependencia del petróleo— depende de la estabilidad regional y de que deje atrás su reputación de país represor y fundamentalista para atraer inversiones y turismo. Para ello, precisa “un papel de liderazgo en el nuevo orden regional y proyectar herramientas de poder blando tanto dentro como fuera de la región”, subraya Sinem Cengiz, investigadora del Centro de Estudios del Golfo de la Universidad de Qatar y columnista en el diario saudí Daily Arab News.

Suimplicación como mediador en conflictos como el de Ucrania sirve a ese propósito e implica posibles beneficios económicos y diplomáticos. La “diplomacia saudí busca un mercado petrolero estable, mejores relaciones comerciales en todo el Golfo y lazos económicos y de seguridad más estrechos con actores globales como Rusia, China y Estados Unidos”, apunta Cengiz.

“Al facilitar las conversaciones sobre el alto el fuego en Ucrania”, Arabia Saudí puede tener posibilidades de desempeñar un papel” en las conversaciones en materia nuclear entre Irán y Estados Unidos anunciadas para este sábado en Omán, recalca la experta.

Gaza es otra cuestión. Arabia Saudí es “en cierto modo el último gran Estado árabe aún en pie. Los demás —Egipto, Irak, Siria— han atravesado graves crisis y están quebrados”, señala Gregory Gause. Tras más de 50.000 muertos, Riad no puede obviar la causa palestina, que suscita un respaldo generalizado entre su población. Si lo hiciera, perdería legitimidad interna y regional. Los Saud son los custodios de los dos lugares más santos del islam, las mezquitas de la Meca y Medina, destaca Cengiz. El tercero es la mezquita de Al Aqsa en Jerusalén.

Si “Arabia Saudí obtiene ventajas de su participación en las conversaciones de Washington con Rusia, y también con Irán, reforzará su posición negociadora en la cuestión de Gaza”, argumenta la experta desde Qatar.

La gran potencia árabe suní tiene una carta ganadora para influir en el destino del territorio palestino. Biden intentó la normalización diplomática entre Israel y Riad, que Washington considera indispensable para la seguridad de su principal aliado en Oriente Próximo. Estuvo cerca de lograrlo, pero la ofensiva israelí sobre la Franja hizo saltar por los aires ese objetivo. Trump quiere recuperar esa meta que el régimen saudí vincula al compromiso para establecer un Estado palestino, algo que el Gobierno israelí no está dispuesto a conceder.

La normalización con Israel no es la única petición comprometida que el republicano presenta al régimen saudí. También le reclama un aumento de la producción petrolera, en momentos de caídas de los precios del crudo y de incertidumbre económica global, provocada en muy buena parte por la imposición estadounidense de aranceles sobre los productos procedentes del extranjero. Ese es otro resorte de poder para Riad.

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