El Barcelona resquebraja al Mónaco y sigue de pie en Europa

El Barcelona salvó el primer match ball en contra frente al Mónaco, capaz de darle esquinazo a la fatalidad con un baloncesto coral, tan virtuoso en ataque como esforzado en defensa. Un soplo de aire fresco entre la negrura, un resquicio de optimismo ante la desolación, toda vez que el equipo no ha dicho ni pío en la Supercopa ni la Copa, tampoco en una ACB donde transita en una irrisoria quinta posición. Pero, orgulloso, con callo para los disgustos -bien en lesiones; bien en resultados-, el Barça se pidió seguir jugando y peleando, alargar la serie al menos hasta el viernes, ahora con 1-2 para los monegascos.

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 El equipo azulgrana, al fin con un baloncesto solidario y coral, se impone al rival monegasco (100-89) para poner la serie 1-2  

El Barcelona salvó el primer match ball en contra frente al Mónaco, capaz de darle esquinazo a la fatalidad con un baloncesto coral, tan virtuoso en ataque como esforzado en defensa. Un soplo de aire fresco entre la negrura, un resquicio de optimismo ante la desolación, toda vez que el equipo no ha dicho ni pío en la Supercopa ni la Copa, tampoco en una ACB donde transita en una irrisoria quinta posición. Pero, orgulloso, con callo para los disgustos -bien en lesiones; bien en resultados-, el Barça se pidió seguir jugando y peleando, alargar la serie al menos hasta el viernes, ahora con 1-2 para los monegascos.

Después de haber sido abucheado y vilipendiado en el pabellón del Mónaco por una afición que se deleita con el baloncesto de contacto y al límite del reglamento que practica su equipo, aguardaba el Barça con ansias la revancha, una olla a presión en el Palau, siempre fiel. O casi siempre. Porque, encuadrado el duelo el mismo día y en la misma ciudad que el choque de fútbol de las semifinales de la Champions ante el Inter, muchos escogieron el césped antes que el parquet. Por lo que el conjunto azulgrana, en el día que se jugaba su futuro, se quedó sin parte del aliento de su público, por más que sí se llevó la palmada en la espalda de felicitación, de que esto no se ha acabado.

Como ocurriera en los envites pasados, el Barça aceptó de inicio el baloncesto al abordaje, las transiciones sin cesar, corre que te pillo. Idas y venidas de la que siempre se beneficia el Mónaco porque el equipo azulgrana no suele dar con la fórmula de la defensa, jugadores poco dados al ejercicio solidario, aunque comprometidos con en el tiro de gatillo fácil, con el yo soy el show. Así, repartidos los lanzamientos y los chofs del Barça, en el conjunto monegasco movió los hilos Mike James al tiempo que sumó puntos, por más que con Spanoulis ha entendido que antes va lo colectivo que lo individual, que se ha hecho menos protagonista para hacer mejores a los demás -pocos como a Diallo, excepcional desde el extrarradio-, señal de madurez y de ganador, también de líder. 24-27 como aperitivo.

Sucedió que de vuelta a la cancha, dos mates -uno de Hernangómez y otro de Parra- bastaron para soliviantar a la hinchada y alimentar la gazuza del Barça, para crear esa comunión tan sentida entre el hincha y el equipo, gallina de piel que diría Cruyff. Fiebre en las gradas y ebullición en el parquet, con Hernangómez gobernando en la botella, con Abrines recuperando la puntería desde el triple, con Parra y Brizuela aliñando el juego y, sobre todo, con ese orgullo por ganar el duelo individual, por ese tú de aquí no pasas. Un baloncesto de muchos quilates sin fisuras -y sin las estrellas Punter y Parker- que contó un parcial de 17-0. Tierra de por medio (51-39 al entreacto), aunque James siguiera en sus trece de hacer gigante a Diallo, y constatación de que el Barça, cuando juega en equipo, puede con el más pintado.

Quiso el Mónaco exprimir su juego en la reanudación, de nuevo con James de capataz y dinamita, todo un recital que compartía con Okobo y Diallo, muñecas que valen su peso en oro. Pero Hernangómez, al fin el jugador que se le reclama por eso de ser el mejor pagado de la plantilla, explicó que la vida con un pívot de verdad es más sencilla. Trabajo que preocupaba al Mónaco -y ocupaba porque se esmeraba en no darle un centímetro de más- y del que sacaron rédito Punter y Parker, con tiempo para cargar el brazo desde el perímetro. Sucedió, como habitúa, que los compañeros le dieron la mano y cogieron el brazo, empecinados en tirar desde donde fuera, gorgoteo de errores que validó las estrecheces. Aun así, 74-66 antes del postre; primera vez real que el Barcelona podía decir la suya en la eliminatoria.

Y bien que lo hizo, por más que el Mónaco fuera capaz de poner el ay, ay, ay en el cuerpo, a cinco puntos a falta de cinco minutos. Para ello alcanzó con poner a los tipos que dignifican la profesión con la entrega, los que más enganchan sobre la cancha, los que derrochan energía y conectan con la grada, más allá de los solistas Punter y Parker. Caso de Satoransky, que suelta broncas porque puede, porque siempre es un ejemplo en actitud; caso de Parra, que contagia como nadie su hambre, el crecimiento del curso en persona; y caso de Hernangómez, que cuando se siente importante gana galones y hace de Hulk bajo el aro tras las canastas. Puntos y actuaciones que lograron, por una vez, que al Barça no se le viera las costuras. Y, de paso, que se llevara el primer brindis en la eliminatoria. Le faltan dos por uno del rival. Pero el Palau, ya sin fútbol de por medio, aguarda al viernes y la ocasión de alargar la eliminatoria hasta el final, hasta tierras monegascas.

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