El socio Federico Ricart ha denunciado la falta de transparencia y de democracia de la junta directiva del Real Club de Polo de Barcelona, y de su presidente, Pablo Sánchez Marquiegui . En nombre del club, y manchándolo de un modo insólito e intolerable, la junta y su presidente se han negado a habilitar puntos de recogida de firmas para la moción de censura activada contra ellos por gestión deficiente, errores imperdonables en la comunicación institucional y desconexión de las preocupaciones y necesidades de los socios. Este ataque al juego limpio y a la democracia es incompatible con cualquier idea de prestigio que quiera mantener una institución de nuestro tiempo.Y más cuando Sánchez –¡otro Sánchez!– es el primero que sabe que no está a la altura de su cargo, hasta el punto de que presentó la dimisión y no se la aceptaron porque los vicepresidentes que lo habrían podido suceder están -y ya es decir- todavía menos capacitados. Que un club de la supuesta élite barcelonesa tenga tantas dificultades para encontrar a un presidente con dos dedos de frente es una vez más indicativo de la decadencia de una sociedad que se ha dejado hacer de todo en los últimos años. Los que quieren mandar son demasiado tontos, y los más o menos capaces no quieren presentarse por los problemas que saben que tendrían con unos socios cuyos planteamientos distan mucho de ser los propios de una inteligencia razonadora.Un club demasiado abarrotado, con muchos más miembros de los que permiten un uso cómodo de las instalaciones (un uso que responda por lo menos un poco a la idea de «lujo» que el club proyecta), y con problemas reputacionales continuos por la mala cabeza de sus dirigentes está sumido en una crisis de identidad sin precedentes. El lamentable vídeo de Ibai Llanos todavía sigue colgado en las redes, en otra demostración de la impotencia de los actuales directivos por tomar decisiones acertadas y firmes en la correcta dirección. El Real Club de Polo ha renunciado tanto a su identidad y a su poder que ha acabado por no tener ninguna de las dos cosas y cualquiera puede pisotearlo de la manera más infame. Esto antes no pasaba, y no era por falta de libertad, sino porque había un liderazgo que ponía las cosas en su lugar mucho antes de que por dejadez llegaran a desparramarse.La bajeza de no facilitar la recogida de firmas para la moción de censura es de república bananera. Es de personas zafias, de poca calidad cívica y de ninguna idea del mundo en el que viven. No hace falta recurrir a la literalidad de los estatutos del club para saber cómo funcionan estas cosas. Si no eres capaz de comprenderlo de un modo intuitivo, natural, es que no estás preparado para convivir como un ciudadano libre y homologado para el siglo XXI. Que nadie haya pensado en las lógicas consecuencias que tendría este ataque a la democracia, que nadie haya puesto en la balanza de la más elemental prudencia lo que con toda seguridad iba a significar una medida tan totalitaria, certifica la idea de que esta junta es una humillación para el club y para lo que representa, o alguna vez representó. Ya no es una cuestión de liderazgo, ni de élites. Es mucho más elemental: cuando ni los mínimos se cumplen no es que esté en riesgo la élite, sino la salubridad.Y por eso tanta culpa tienen los que están en el cargo como los que lo permiten. El señor Federico Ricart está solo contra el mundo, solo entre tantos socios que en privado le dan la razón y le animan pero que en público no comparecen . Algunos le dan su firma y son los más valientes. Pero de momento, nadie con un cierto reconocimiento social ha querido dar un paso para convertirse en el nuevo presidente.Ada Colau y los independentistas ya se fueron, y es verdad que gozamos de una agradable, apacible, progresiva normalidad. De vez en cuando oímos ecos de la vieja bronca pero son tambores que suenan muy a lo lejos y por lo menos hoy son de muy improbable fatalidad. Sin embargo sería un error pensar que esta normalidad puede ser estable si no hacemos nada por defenderla. Es una ilusión que las fronteras pueden no defenderse, o que pueden defenderse sin pagar el precio. Una ilusión de la que Europa parece estar despertando estos últimos meses. Sin un liderazgo decidido y claro, sin que los mejores den lo mejor, tarde o temprano volverán los peores y volveremos a tener problemas. El buen trabajo que tú no haces no nos deja a cero sino con números rojos y en muy poco tiempo nos abruma lo que llegamos a deber. El Club de Polo es una relevante institución barcelonesa y si no se comporta como tal, cualquier alcalde caudillista la puede acabar cerrando con cualquier excusa. ¿O es que alguien cree que a los populismos de nuestra era les importan demasiado los límites legales? ¿Cuánto le importaron a Carles Puigdemont para organizar su referendo ilegal? Y buena parte de los socios del Club de Polo están de acuerdo con él, de modo que el hecho de saltarse la Ley para lograr tus objetivos ni siquiera puede decirse que sea un mecanismo mental totalmente ajeno a la casa.Federico Ricart no puede estar siempre solo defendiendo lo fundamental. La democracia no es una opción, ni mucho menos una opinión. Esperar a los bárbaros sin hacer nada es una estrategia suicida, y que fueran torpes la primera vez no significa que lo vayan a ser la segunda. También es un poco deprimente que la única motivación de la burguesía catalana -la supuesta burguesía catalana, por decirlo tal vez de un modo menos inexacto- sea el miedo. Es verdad que hay que tener miedo a las revoluciones y que el capitalismo es en cierto modo una respuesta, la más brillante, a este miedo.Noticia Relacionada shambhala opinion Si Los socios del Club de Polo presentan una moción de censura Salvador Sostres Lo mejor de este escándalo es que el Polo está vivo y mantiene su sentido del honor. Si el vídeo del tal Llanos hubiera pasado inadvertido habría significado que la institución ya no respondía al estímulo y estaba en estado vegetativoPero la burguesía catalana de otros tiempos, la que no era supuesta, dio grandes cosas a la sociedad. El Liceo, Gaudí, grupos editoriales, artistas, museos, además de tantas y tantas empresas que configuraban la identidad de un país. ¿Qué Casa Batlló habéis dado en los últimos tiempos? ¿Qué Pedrera? Desde el MACBA de Leopoldo -y en fin, hay que ver en lo que ha quedado- que no hay una memorable expresión burguesa de grandeza y generosidad . Más bien os habéis comportado como un club de ricos indiferentes y avaros que no os habéis preocupado de nada ni de nadie. Esperábamos algo más de vosotros a cambio del respeto que siempre os hemos profesado. Todavía estamos a tiempo de hacer algo mejor, algo que pueda ser vuestro legado. Algo que os ayude a elevaros sobre este tiempo chato y gris, que tanto desasosiego y confusión causa.Adecentar un club social, que lo tiene todo a favor para ser un referente, es un primer paso fácil. Y no creo que, ni siquiera a vosotros, sea exigiros demasiado. El socio Federico Ricart ha denunciado la falta de transparencia y de democracia de la junta directiva del Real Club de Polo de Barcelona, y de su presidente, Pablo Sánchez Marquiegui . En nombre del club, y manchándolo de un modo insólito e intolerable, la junta y su presidente se han negado a habilitar puntos de recogida de firmas para la moción de censura activada contra ellos por gestión deficiente, errores imperdonables en la comunicación institucional y desconexión de las preocupaciones y necesidades de los socios. Este ataque al juego limpio y a la democracia es incompatible con cualquier idea de prestigio que quiera mantener una institución de nuestro tiempo.Y más cuando Sánchez –¡otro Sánchez!– es el primero que sabe que no está a la altura de su cargo, hasta el punto de que presentó la dimisión y no se la aceptaron porque los vicepresidentes que lo habrían podido suceder están -y ya es decir- todavía menos capacitados. Que un club de la supuesta élite barcelonesa tenga tantas dificultades para encontrar a un presidente con dos dedos de frente es una vez más indicativo de la decadencia de una sociedad que se ha dejado hacer de todo en los últimos años. Los que quieren mandar son demasiado tontos, y los más o menos capaces no quieren presentarse por los problemas que saben que tendrían con unos socios cuyos planteamientos distan mucho de ser los propios de una inteligencia razonadora.Un club demasiado abarrotado, con muchos más miembros de los que permiten un uso cómodo de las instalaciones (un uso que responda por lo menos un poco a la idea de «lujo» que el club proyecta), y con problemas reputacionales continuos por la mala cabeza de sus dirigentes está sumido en una crisis de identidad sin precedentes. El lamentable vídeo de Ibai Llanos todavía sigue colgado en las redes, en otra demostración de la impotencia de los actuales directivos por tomar decisiones acertadas y firmes en la correcta dirección. El Real Club de Polo ha renunciado tanto a su identidad y a su poder que ha acabado por no tener ninguna de las dos cosas y cualquiera puede pisotearlo de la manera más infame. Esto antes no pasaba, y no era por falta de libertad, sino porque había un liderazgo que ponía las cosas en su lugar mucho antes de que por dejadez llegaran a desparramarse.La bajeza de no facilitar la recogida de firmas para la moción de censura es de república bananera. Es de personas zafias, de poca calidad cívica y de ninguna idea del mundo en el que viven. No hace falta recurrir a la literalidad de los estatutos del club para saber cómo funcionan estas cosas. Si no eres capaz de comprenderlo de un modo intuitivo, natural, es que no estás preparado para convivir como un ciudadano libre y homologado para el siglo XXI. Que nadie haya pensado en las lógicas consecuencias que tendría este ataque a la democracia, que nadie haya puesto en la balanza de la más elemental prudencia lo que con toda seguridad iba a significar una medida tan totalitaria, certifica la idea de que esta junta es una humillación para el club y para lo que representa, o alguna vez representó. Ya no es una cuestión de liderazgo, ni de élites. Es mucho más elemental: cuando ni los mínimos se cumplen no es que esté en riesgo la élite, sino la salubridad.Y por eso tanta culpa tienen los que están en el cargo como los que lo permiten. El señor Federico Ricart está solo contra el mundo, solo entre tantos socios que en privado le dan la razón y le animan pero que en público no comparecen . Algunos le dan su firma y son los más valientes. Pero de momento, nadie con un cierto reconocimiento social ha querido dar un paso para convertirse en el nuevo presidente.Ada Colau y los independentistas ya se fueron, y es verdad que gozamos de una agradable, apacible, progresiva normalidad. De vez en cuando oímos ecos de la vieja bronca pero son tambores que suenan muy a lo lejos y por lo menos hoy son de muy improbable fatalidad. Sin embargo sería un error pensar que esta normalidad puede ser estable si no hacemos nada por defenderla. Es una ilusión que las fronteras pueden no defenderse, o que pueden defenderse sin pagar el precio. Una ilusión de la que Europa parece estar despertando estos últimos meses. Sin un liderazgo decidido y claro, sin que los mejores den lo mejor, tarde o temprano volverán los peores y volveremos a tener problemas. El buen trabajo que tú no haces no nos deja a cero sino con números rojos y en muy poco tiempo nos abruma lo que llegamos a deber. El Club de Polo es una relevante institución barcelonesa y si no se comporta como tal, cualquier alcalde caudillista la puede acabar cerrando con cualquier excusa. ¿O es que alguien cree que a los populismos de nuestra era les importan demasiado los límites legales? ¿Cuánto le importaron a Carles Puigdemont para organizar su referendo ilegal? Y buena parte de los socios del Club de Polo están de acuerdo con él, de modo que el hecho de saltarse la Ley para lograr tus objetivos ni siquiera puede decirse que sea un mecanismo mental totalmente ajeno a la casa.Federico Ricart no puede estar siempre solo defendiendo lo fundamental. La democracia no es una opción, ni mucho menos una opinión. Esperar a los bárbaros sin hacer nada es una estrategia suicida, y que fueran torpes la primera vez no significa que lo vayan a ser la segunda. También es un poco deprimente que la única motivación de la burguesía catalana -la supuesta burguesía catalana, por decirlo tal vez de un modo menos inexacto- sea el miedo. Es verdad que hay que tener miedo a las revoluciones y que el capitalismo es en cierto modo una respuesta, la más brillante, a este miedo.Noticia Relacionada shambhala opinion Si Los socios del Club de Polo presentan una moción de censura Salvador Sostres Lo mejor de este escándalo es que el Polo está vivo y mantiene su sentido del honor. Si el vídeo del tal Llanos hubiera pasado inadvertido habría significado que la institución ya no respondía al estímulo y estaba en estado vegetativoPero la burguesía catalana de otros tiempos, la que no era supuesta, dio grandes cosas a la sociedad. El Liceo, Gaudí, grupos editoriales, artistas, museos, además de tantas y tantas empresas que configuraban la identidad de un país. ¿Qué Casa Batlló habéis dado en los últimos tiempos? ¿Qué Pedrera? Desde el MACBA de Leopoldo -y en fin, hay que ver en lo que ha quedado- que no hay una memorable expresión burguesa de grandeza y generosidad . Más bien os habéis comportado como un club de ricos indiferentes y avaros que no os habéis preocupado de nada ni de nadie. Esperábamos algo más de vosotros a cambio del respeto que siempre os hemos profesado. Todavía estamos a tiempo de hacer algo mejor, algo que pueda ser vuestro legado. Algo que os ayude a elevaros sobre este tiempo chato y gris, que tanto desasosiego y confusión causa.Adecentar un club social, que lo tiene todo a favor para ser un referente, es un primer paso fácil. Y no creo que, ni siquiera a vosotros, sea exigiros demasiado.
shambhala
La bajeza de no facilitar la recogida de firmas para la moción de censura es de república bananera. Es de personas zafias, de poca calidad cívica y de ninguna idea del mundo en el que viven
El socio Federico Ricart ha denunciado la falta de transparencia y de democracia de la junta directiva del Real Club de Polo de Barcelona, y de su presidente, Pablo Sánchez Marquiegui. En nombre del club, y manchándolo de un modo insólito e intolerable, … la junta y su presidente se han negado a habilitar puntos de recogida de firmas para la moción de censura activada contra ellos por gestión deficiente, errores imperdonables en la comunicación institucional y desconexión de las preocupaciones y necesidades de los socios. Este ataque al juego limpio y a la democracia es incompatible con cualquier idea de prestigio que quiera mantener una institución de nuestro tiempo.
Y más cuando Sánchez –¡otro Sánchez!– es el primero que sabe que no está a la altura de su cargo, hasta el punto de que presentó la dimisión y no se la aceptaron porque los vicepresidentes que lo habrían podido suceder están -y ya es decir- todavía menos capacitados. Que un club de la supuesta élite barcelonesa tenga tantas dificultades para encontrar a un presidente con dos dedos de frente es una vez más indicativo de la decadencia de una sociedad que se ha dejado hacer de todo en los últimos años. Los que quieren mandar son demasiado tontos, y los más o menos capaces no quieren presentarse por los problemas que saben que tendrían con unos socios cuyos planteamientos distan mucho de ser los propios de una inteligencia razonadora.
Un club demasiado abarrotado, con muchos más miembros de los que permiten un uso cómodo de las instalaciones (un uso que responda por lo menos un poco a la idea de «lujo» que el club proyecta), y con problemas reputacionales continuos por la mala cabeza de sus dirigentes está sumido en una crisis de identidad sin precedentes. El lamentable vídeo de Ibai Llanos todavía sigue colgado en las redes, en otra demostración de la impotencia de los actuales directivos por tomar decisiones acertadas y firmes en la correcta dirección. El Real Club de Polo ha renunciado tanto a su identidad y a su poder que ha acabado por no tener ninguna de las dos cosas y cualquiera puede pisotearlo de la manera más infame. Esto antes no pasaba, y no era por falta de libertad, sino porque había un liderazgo que ponía las cosas en su lugar mucho antes de que por dejadez llegaran a desparramarse.
La bajeza de no facilitar la recogida de firmas para la moción de censura es de república bananera. Es de personas zafias, de poca calidad cívica y de ninguna idea del mundo en el que viven. No hace falta recurrir a la literalidad de los estatutos del club para saber cómo funcionan estas cosas. Si no eres capaz de comprenderlo de un modo intuitivo, natural, es que no estás preparado para convivir como un ciudadano libre y homologado para el siglo XXI. Que nadie haya pensado en las lógicas consecuencias que tendría este ataque a la democracia, que nadie haya puesto en la balanza de la más elemental prudencia lo que con toda seguridad iba a significar una medida tan totalitaria, certifica la idea de que esta junta es una humillación para el club y para lo que representa, o alguna vez representó. Ya no es una cuestión de liderazgo, ni de élites. Es mucho más elemental: cuando ni los mínimos se cumplen no es que esté en riesgo la élite, sino la salubridad.
Y por eso tanta culpa tienen los que están en el cargo como los que lo permiten. El señor Federico Ricart está solo contra el mundo, solo entre tantos socios que en privado le dan la razón y le animan pero que en público no comparecen. Algunos le dan su firma y son los más valientes. Pero de momento, nadie con un cierto reconocimiento social ha querido dar un paso para convertirse en el nuevo presidente.
Ada Colau y los independentistas ya se fueron, y es verdad que gozamos de una agradable, apacible, progresiva normalidad. De vez en cuando oímos ecos de la vieja bronca pero son tambores que suenan muy a lo lejos y por lo menos hoy son de muy improbable fatalidad. Sin embargo sería un error pensar que esta normalidad puede ser estable si no hacemos nada por defenderla. Es una ilusión que las fronteras pueden no defenderse, o que pueden defenderse sin pagar el precio. Una ilusión de la que Europa parece estar despertando estos últimos meses. Sin un liderazgo decidido y claro, sin que los mejores den lo mejor, tarde o temprano volverán los peores y volveremos a tener problemas. El buen trabajo que tú no haces no nos deja a cero sino con números rojos y en muy poco tiempo nos abruma lo que llegamos a deber. El Club de Polo es una relevante institución barcelonesa y si no se comporta como tal, cualquier alcalde caudillista la puede acabar cerrando con cualquier excusa. ¿O es que alguien cree que a los populismos de nuestra era les importan demasiado los límites legales? ¿Cuánto le importaron a Carles Puigdemont para organizar su referendo ilegal? Y buena parte de los socios del Club de Polo están de acuerdo con él, de modo que el hecho de saltarse la Ley para lograr tus objetivos ni siquiera puede decirse que sea un mecanismo mental totalmente ajeno a la casa.
Federico Ricart no puede estar siempre solo defendiendo lo fundamental. La democracia no es una opción, ni mucho menos una opinión. Esperar a los bárbaros sin hacer nada es una estrategia suicida, y que fueran torpes la primera vez no significa que lo vayan a ser la segunda. También es un poco deprimente que la única motivación de la burguesía catalana -la supuesta burguesía catalana, por decirlo tal vez de un modo menos inexacto- sea el miedo. Es verdad que hay que tener miedo a las revoluciones y que el capitalismo es en cierto modo una respuesta, la más brillante, a este miedo.
Pero la burguesía catalana de otros tiempos, la que no era supuesta, dio grandes cosas a la sociedad. El Liceo, Gaudí, grupos editoriales, artistas, museos, además de tantas y tantas empresas que configuraban la identidad de un país. ¿Qué Casa Batlló habéis dado en los últimos tiempos? ¿Qué Pedrera? Desde el MACBA de Leopoldo -y en fin, hay que ver en lo que ha quedado- que no hay una memorable expresión burguesa de grandeza y generosidad. Más bien os habéis comportado como un club de ricos indiferentes y avaros que no os habéis preocupado de nada ni de nadie. Esperábamos algo más de vosotros a cambio del respeto que siempre os hemos profesado. Todavía estamos a tiempo de hacer algo mejor, algo que pueda ser vuestro legado. Algo que os ayude a elevaros sobre este tiempo chato y gris, que tanto desasosiego y confusión causa.
Adecentar un club social, que lo tiene todo a favor para ser un referente, es un primer paso fácil. Y no creo que, ni siquiera a vosotros, sea exigiros demasiado.
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