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El niño que quería ser Chamaco

El 7 de marzo de 1954 debutó en la Monumental un joven novillero de Huelva que revolucionó a la sociedad barcelonesa de mediados del pasado siglo. Todo lo que hacía Chamaco en el ruedo de la capital catalana tenía una honda repercusión en la ciudad. Barcelona se hizo chamaquista.Aquella temporada del 54, el chaval toreó más de veinte veces con otros tantos triunfos. Al acabar cada tarde de éxito el genial empresario barcelonés, Pedro Balañá, Don Pedro, anunciaba el siguiente festejo: El domingo, Chamaco y dos más. Y así la temporada siguiente y la otra. Se hizo matador de toros en una tarde de expectación inusitada, compitió con un torero catalán de formas exquisitas como fue Joaquín Bernadó. Pero en Chamaco su personalidad arrolladora estaba por encima del propio toreo. Fue un ídolo para miles de adolescentes que veían en él un sueño, inalcanzable, pero sueño al fin. Y en esos sueños, en esas ilusiones de una generación, en aquella Barcelona que vivió tan unida a todo lo que pasaba en sus plazas de toros, se desarrolla un más que interesante relato del colega Paco March. El niño que quiso ser Chamaco es el título de la obra que se define como retazos de memoria sentimental de una pasión taurina. Paco, que es buen aficionado, alcanzó de muy niño la deslumbrante época de Chamaco, y conocedor, como pocos, del fenómeno taurino en la sociedad de Barcelona, se sumerge en unos años de añoranza, pasión y sueños, que fueron también los suyos.Noticia Relacionada los martes, toros opinion Si Tardes de soledad, Barcelona y Balañá Ángel González Abad Tardes de soledad, qué ironía. En la capital catalana, qué ironía. Tardes de soledad en la Monunental, cuántas tardes ya. Soledad para una plaza que sigue esperando a toros, toreros y aficionados. Esos aficionados que llevan en soledad tantos años’El niño que quiso ser Chamaco’ acaba de salir de la imprenta como obra finalista del I Premio Divisa de literatura taurina impulsado por la Real Maestranza de Sevilla y la editorial El Paseíllo. Un galardón que ha sido para Santiago Sánchez Traver por Los últimos días del maestro Curro Cúchares. El 7 de marzo de 1954 debutó en la Monumental un joven novillero de Huelva que revolucionó a la sociedad barcelonesa de mediados del pasado siglo. Todo lo que hacía Chamaco en el ruedo de la capital catalana tenía una honda repercusión en la ciudad. Barcelona se hizo chamaquista.Aquella temporada del 54, el chaval toreó más de veinte veces con otros tantos triunfos. Al acabar cada tarde de éxito el genial empresario barcelonés, Pedro Balañá, Don Pedro, anunciaba el siguiente festejo: El domingo, Chamaco y dos más. Y así la temporada siguiente y la otra. Se hizo matador de toros en una tarde de expectación inusitada, compitió con un torero catalán de formas exquisitas como fue Joaquín Bernadó. Pero en Chamaco su personalidad arrolladora estaba por encima del propio toreo. Fue un ídolo para miles de adolescentes que veían en él un sueño, inalcanzable, pero sueño al fin. Y en esos sueños, en esas ilusiones de una generación, en aquella Barcelona que vivió tan unida a todo lo que pasaba en sus plazas de toros, se desarrolla un más que interesante relato del colega Paco March. El niño que quiso ser Chamaco es el título de la obra que se define como retazos de memoria sentimental de una pasión taurina. Paco, que es buen aficionado, alcanzó de muy niño la deslumbrante época de Chamaco, y conocedor, como pocos, del fenómeno taurino en la sociedad de Barcelona, se sumerge en unos años de añoranza, pasión y sueños, que fueron también los suyos.Noticia Relacionada los martes, toros opinion Si Tardes de soledad, Barcelona y Balañá Ángel González Abad Tardes de soledad, qué ironía. En la capital catalana, qué ironía. Tardes de soledad en la Monunental, cuántas tardes ya. Soledad para una plaza que sigue esperando a toros, toreros y aficionados. Esos aficionados que llevan en soledad tantos años’El niño que quiso ser Chamaco’ acaba de salir de la imprenta como obra finalista del I Premio Divisa de literatura taurina impulsado por la Real Maestranza de Sevilla y la editorial El Paseíllo. Un galardón que ha sido para Santiago Sánchez Traver por Los últimos días del maestro Curro Cúchares.  

los martes, toros

Todo lo que hacía Chamaco en el ruedo de la capital catalana tenía una honda repercusión en la ciudad. Barcelona se hizo chamaquista

Chamaco, practicando su pase del fusil, en la Monumental abc

El 7 de marzo de 1954 debutó en la Monumental un joven novillero de Huelva que revolucionó a la sociedad barcelonesa de mediados del pasado siglo. Todo lo que hacía Chamaco en el ruedo de la capital catalana tenía una honda repercusión en la ciudad. … Barcelona se hizo chamaquista.

Aquella temporada del 54, el chaval toreó más de veinte veces con otros tantos triunfos. Al acabar cada tarde de éxito el genial empresario barcelonés, Pedro Balañá, Don Pedro, anunciaba el siguiente festejo: El domingo, Chamaco y dos más. Y así la temporada siguiente y la otra. Se hizo matador de toros en una tarde de expectación inusitada, compitió con un torero catalán de formas exquisitas como fue Joaquín Bernadó.

Pero en Chamaco su personalidad arrolladora estaba por encima del propio toreo. Fue un ídolo para miles de adolescentes que veían en él un sueño, inalcanzable, pero sueño al fin. Y en esos sueños, en esas ilusiones de una generación, en aquella Barcelona que vivió tan unida a todo lo que pasaba en sus plazas de toros, se desarrolla un más que interesante relato del colega Paco March. El niño que quiso ser Chamaco es el título de la obra que se define como retazos de memoria sentimental de una pasión taurina. Paco, que es buen aficionado, alcanzó de muy niño la deslumbrante época de Chamaco, y conocedor, como pocos, del fenómeno taurino en la sociedad de Barcelona, se sumerge en unos años de añoranza, pasión y sueños, que fueron también los suyos.

‘El niño que quiso ser Chamaco’ acaba de salir de la imprenta como obra finalista del I Premio Divisa de literatura taurina impulsado por la Real Maestranza de Sevilla y la editorial El Paseíllo. Un galardón que ha sido para Santiago Sánchez Traver por Los últimos días del maestro Curro Cúchares.

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