El plato preparado toma la mesa y araña clientela a la hostelería

El consumo de platos preparados vive un momento de explosión en España. El impulso de esta oferta dentro de los supermercados está dando alas a una categoría muy desarrollada desde hace tiempo en la distribución de Reino Unido, norte de Europa o Estados Unidos, y que ahora se identifica como una de las principales palancas de crecimiento para estos operadores.

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 El consumo de estos productos en los hogares ha crecido un 22% en volumen y casi un 60% en valor desde 2019. Los fabricantes disparan sus inversiones para responder a la demanda  

El consumo de platos preparados vive un momento de explosión en España. El impulso de esta oferta dentro de los supermercados está dando alas a una categoría muy desarrollada desde hace tiempo en la distribución de Reino Unido, norte de Europa o Estados Unidos, y que ahora se identifica como una de las principales palancas de crecimiento para estos operadores.

“Nuestra prioridad es crecer en el ‘listo para comer”, decía hace unas semanas el presidente de Mercadona, Juan Roig, que ya ha vaticinado en varias ocasiones que las cocinas desaparecerán de las casas en 20 años. Más allá de sus pronósticos, la categoría crece con fuerza, y cadenas como Dia o Consum la han identificado públicamente como un eje clave en sus estrategias.

Según los datos de consumo alimentario en el hogar del Ministerio de Agricultura, los platos preparados fueron los productos que más crecieron en kilos consumidos en 2024, un 5,1% más que en el año anterior, en un mercado alimentario que se contrajo un 0,2%. En los siete meses transcurridos hasta julio de este año, último mes con datos disponibles, el crecimiento era aún mayor, del 5,8%, siendo superados solo por el aceite. En valor, el incremento en ese periodo de tiempo es del 10,3%, moviendo casi 4.700 millones de euros, lo que también habla de que, de momento, el consumidor está aceptando una subida de sus precios.

“Es una tendencia de fondo que se está acelerando porque es una opción válida y recurrente para una parte importante de la población”, explica Enrique Porta, socio responsable de los sectores de consumo y retail de KPMG. Este menciona factores de carácter demográfico que están aupando la categoría: una mayor concentración poblacional en las grandes ciudades; una menor disponibilidad de tiempo y recursos para el tiempo fuera del trabajo que obliga a elegir mejor a qué dedicarlos; o el cambio en la composición de las familias, con un crecimiento de los hogares monoparentales y unipersonales. El INE proyecta que en 2039 estos últimos representarán un tercio de los hogares y crecerán hasta entonces un 40%. “Eso hace que los consumidores busquen opciones más asequibles y convenientes”, dice Porta. María del Carmen, de 41 años, vive sola y reconoce consumir estos platos. “Me vienen bien cuando no tengo tiempo para cocinar y, sobre todo, para no desperdiciar comida”, asegura.

Pero además, está el componente de negocio para los supermercados. “Se han dado cuenta de que tienen capilaridad para ir más allá en su propuesta y captar momentos de consumo”, dice Porta. Algo que supone competir frontalmente con la hostelería. Según un informe reciente de KPMG y la asociación Marcas de Restauración, el 55% de los operadores ya ven a la distribución como competencia directa. Y además, un 63% cree que el tráfico en los restaurantes va a caer en las comidas principales del día. “Les está afectando, sobre todo en los entornos de trabajo, donde se ve un trasvase al supermercado, y también entre los turistas”, dice Porta.

El punto de inflexión

En realidad, el concepto del plato preparado no es nuevo. Congelados, sopas o conservas están en los lineales desde hace décadas, al igual que los negocios que venden menús para llevar a casa. El punto de inflexión está en la inclusión de esos espacios en las tiendas, permitiendo incluso su consumo en ellas, y en la propia evolución de la oferta hacia el plato refrigerado.

“Ahora existe tecnología para hacer productos de más calidad y más asequibles”, asegura Raúl Martín, consejero delegado de Familia Martínez, el gran proveedor de platos preparados de Mercadona. Su facturación este año se acercará a los 500 millones de euros, y acaba de anunciar inversiones por 150 millones para ampliar su capacidad industrial. “Hemos pasado de productos pasteurizados a horneados o asados, y eso es revolucionario en cuanto a sabor o apariencia. La propuesta de valor no deja de mejorar y estamos al inicio del desarrollo”, añade Martín, quien subraya que no es un fenómeno que diferencie entre edades. “Calidad, buenos precios y conveniencia, es lo que se busca”.

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Para Blai Escoda, director general de Bó de Debó, otro fabricante especializado en preparados y que distribuye a todas las cadenas de supermercados, salvo a Mercadona, el recorrido de la categoría es grande. A su juicio, el gran propulsor será el producto fresco. “Es el que tiene más salida porque es el que más se parece al que hacemos en casa”, añade. La compañía catalana prevé mejorar este año sus ventas un 15%, hasta el entorno de los 50 millones, y repetir porcentaje en 2026. Esta sufrió el incendio de su fábrica en 2020, que fue sustituida por una de 6.500 metros cuadrados que ya se ha quedado pequeña. “Ya estamos proyectando una nueva de entre 7.000 y 10.000 metros cuadrados”, dice.

Otra empresa que está adaptando sus estructuras industriales a la demanda es Industrias Alimentarias de Navarra (IAN), dueña de la marca Carretilla. Esta prepara desde hace 20 años platos preparados conservados a temperatura ambiente, pero acaba de abrir una fábrica para hacer refrigerados, tras invertir 11 millones. Es la parte del negocio con mayor crecimiento potencial. “Es un mercado que puede crecer a dobles dígitos en los próximos años”, anticipa su director general, Alejandro Martínez. “La aceleración va a continuar. Se están consiguiendo productos de calidad, tanto organolépticamente como en los ingredientes, reduciendo conservantes, aditivos, y siendo competitivos en precio”, añade el ejecutivo.

Este es uno de los grandes retos de estos productos, tal y como comparten sus fabricantes, que reconocen una exigencia por parte del consumidor de reducir el tamaño de las etiquetas de los ingredientes. “La tendencia va por ahí, pero hay que encontrar el equilibrio entre logística, apariencia del producto y conservación de la calidad”, dice Raúl Martín, de Familia Martínez. “Los nuevos tipos de envasados permiten ir eliminando conservantes. Pero la cadena logística es tan larga que el producto debe tener un mínimo de viabilidad en su recorrido a la tienda”, dice Blai Escoda, de Bó de Debó.

Hoy, gratinados o pastas son los preparados más demandados. A juicio de Enrique Porta, de KPMG, estos platos podrán pasar de solución a ser un hábito de consumo siempre que la oferta alcance a todo tipo de dietas o intolerancias. “En la medida en que la distribución pueda incrementar su propuesta y sumar estas diversidades, la oferta va a ser más atractiva”. Aunque la desaparición de las cocinas son, de momento, palabras mayores. “Tenemos en España una cultura de cocina muy relevante. No creo que vayan a desaparecer, pero sí se van a utilizar menos”, cierra Alejandro Martínez, de IAN.

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