La familia del fallecido pide justicia y preocupa entre las autoridades que se desate una guerra entre clanes y corra aún más sangre Leer La familia del fallecido pide justicia y preocupa entre las autoridades que se desate una guerra entre clanes y corra aún más sangre Leer
La muerte del hombre desaparecido en Mijas (Málaga) el pasado 24 de julio y cuyo cadáver se encontró en una arqueta cerca de su casa este martes, Raúl Heredia, «fue de carácter violento», ha dicho este viernes el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA) y con esta afirmación viene a corregir las realizadas por el delegado del Gobierno en Andalucía, Pedro Fernández, que el jueves en Granada aseguró que la autopsia apuntaba a una muerte «compatible con la caída a una alcantarilla» e inducía a pensar que se trataba de un accidente ya que no había indicios de agresión con arma blanca u otro tipo.
Según el informe preliminar de los forenses al que alude el TSJA, Heredia murió como consecuencia de un traumatismo craneoencefálico. Sin embargo, «las pruebas aún no han determinado si el traumatismo fue consecuencia de un golpe propinado por otra persona o, por el contrario, fue provocado por una caída accidental».
Y este punto, que a priori podría parecer poco relevante, adquiere gran importancia desde el punto y hora en que puede llevar a avivar una guerra entre dos familias -enfrentadas de tiempo atrás- originarias de la barriada mijeña del Molino del Viento.
Este viernes han enterrado a Fernando Campos, muerto a tiros a manos presuntamente de un hijo de Raúl Heredia y poco depués de que apareciera el cuerpo del segundo. Las circunstancias en las que se ha producido el crimen y las desavenencias manifiestas que existen entre los miembros de las dos familias implicadas han llevado a extremar las precauciones. Preocupa entre los agentes de la Guardia Civil que se desate una guerra entre clanes y corra más sangre de la que ya ha corrido
Sus familiares piden justicia. Y, si bien hay muchos que se conforman con ver en la cárcel a su asesino, otros pedían abiertamente no sólo la cabeza de quien le disparó, sino la del resto de su familia. «Matadlos a todos, que no quede ni uno vivo», decía una sobrina de Fernando a las puertas del cementerio de Mijas, visiblemente afectada, mientras esperaba el comienzo del funeral.
El presunto agresor, su sobrino Francisco, está detenido y el Juzgado de Instrucción número 3 de Fuengirola ha decretado este viernes su ingreso en prisión provisional, comunicada y sin fianza. Se le investiga por la presunta comisión de un delito de homicidio y de tenencia ilícita de armas.
Su madre y el resto de la familia han tenido que abandonar el barrio. De algún modo les han puesto precio a su cabeza y, si se confirma que la muerte de Raul ha sido accidental, tendrán una diana en la espalda de por vida porque en el barrio no se aceptará el crimen y alguien, más tarde o más temprano, hará lo posible para cobrarse la deuda porque, decía otro familiar, «ojo por ojo y diente por diente, así resolvemos las cosas nosotros».
El punto de partida de la situación actual se remonta a unas semanas atrás, el jueves 24 de julio. Esa mañana, Raul Heredia y su primo Fernandos Campos -hoy, ambos fallecidos- salieron juntos del barrio. Se marcharon caminando, según han explicado a EL MUNDO sus familiares.
Al llegar a la zona de un cañaveral próximo al río Fuengirola se separaron. Raúl, de 41 años, se fue hacía el río y Fernando, de 57 y en tratamiento para poner fin a sus problemas con los estupefacientes, se dirigió hacía al centro donde tenía que recoger su dosis diaria de metadona, apuntan.
La escena quedó grabada por las cámaras de videovigilancia de un establecimiento próximo. Sin embargo, las imágenes no dejaban claro hacia dónde se fue realmente cada uno, relatan fuentes cercanas al caso.
Fernando fue, por tanto, el último en ver con vida a Raúl y, desde ese momento, para la familia se convirtió en el principal sospechoso de la desaparición de su primo. Esta sospecha se convirtió en certeza para los más cercanos de Raúl cuando el martes apareció su cadáver.
La Guardia Civil encontró el cuerpo de Raúl Heredia en una alcantarilla próxima a su vivienda, en la barriada Molino del Viento, en Mijas, a unos 200 metros del cañaveral junto al río Fuengirola donde se le vio con vida por última vez.
En ese primer momento no había muchos datos sobre las causas de la muerte, pero tanto sobre la desaparición como sobre el fallecimiento de Raúl pesaba la sombra de una disputa por un tema de drogas.
El amplio dispositivo de búsqueda desplegado por la Guardia Civil, que contó con submarinistas del Grupo Especial de Actividades Subacuáticas (GEAS), perros del Servicio Cinológico, drones y hasta un helicóptero, permitió localizar a Raúl, desgraciadamente, sin vida.
Tras el hallazgo del cadáver, uno de los hijos de Heredia se fue a casa, cogió una escopeta y presuntamente le descerrajó dos tiros a bocajarro a Fernando, al que atribuía la muerte de su padre.
Lo encontró a las puertas de su casa -eran vecinos- y, sin mediar palabra, le disparó allí mismo sin importarle que la Guardia Civil estaba a escasos 50 metros. Más que asesinato, fue una ejecución. Su madre, Josefa, encontró a Fernando tirado en el suelo sin vida.
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