Parten trenes con destino Madrid, Huelva y Granada, pero todavía no están reubicados todos los pasajeros que no pudieron viajar el día del apagón Leer Parten trenes con destino Madrid, Huelva y Granada, pero todavía no están reubicados todos los pasajeros que no pudieron viajar el día del apagón Leer
Los gigantescos paneles que informan de la salida y llegada de trenes en la estación de Santa Justa en Sevilla permanecen este martes en negro. Miles de viajeros atrapados por el gran apagón de este lunes tratan de volver a sus destinos, pero no lo están teniendo nada fácil. Hay colas enormes ante las oficinas de información de Renfe, más colas ante la compañía Iryo y una masa de personas desorganizada y cada vez de mayores dimensiones aguarda ante las puertas que dan acceso a los andenes de los trenes. Policías nacionales custodian el recinto.
«Yo solo quiero regresar hoy a mi casa», lamenta Paula Vadillo, una joven cordobesa que estudia de Historia del Arte en la Universidad de Sevilla. Hace cada día en tren el trayecto que une Córdoba con la capital hispalense, pero este lunes se quedó atrapada por el gran apagón. Y menos mal que su amiga y compañera de estudios reside en Sevilla y, cuando ayer vio que era imposible viajar, se fue a su casa y pasó allí la noche. Ella es uno de los 35.000 viajeros que quedaron varados este lunes por el corte de suministro eléctrico que ha afectado a todo el país.
Paula ha hecho ya todas las colas posibles dentro de la estación, pero no le dan ninguna solución. Tan solo que esté atenta por si sale algún tren con destino a Madrid en el que pueda acomodarse hasta llegar a Córdoba. «La gente está agobiada y es normal porque hay una mala organización, no hay colas definidas y la situación es muy complicada, sobre todo para la gente que tenía que haber viajado ayer», explica a EL MUNDO.
«¡¡Billetes para hoy no hay!!», grita a la muchedumbre un empleado de la estación. Ante las protestas de los viajeros, aclara que la prioridad son los pasajeros que no pudieron partir el día del apagón. En las dos horas que este diario ha permanecido en Santa Justa se han anunciado trenes para Madrid, Granada y Huelva. Y para los que pretendían llegar a Cádiz, había autobuses en uno de los laterales de Santa Justa.
Para la madrileña Violeta Román, el viaje con su marido para pasar tres días en Sevilla se ha transformado en una pesadilla que ha acabado «de la peor forma posible». La pareja también tenía que haber partido hacia Madrid este lunes a las 20.30 horas. A las 17.00 horas ya estaban en Santa Justa, donde no lo dejaron ni pisar el interior de la estación. Afortunadamente, encontraron un alojamiento para pasar la noche y este martes han regresado para intentarlo de nuevo.
«Hoy tenía que estar trabajando en Madrid, pero aquí estoy», se queja Violeta. «Es una impotencia muy grande porque no sabes para dónde tirar. Cuando llegamos a la estación, nos cerraron la oficina de Iryo en nuestra cara. Ahora han abierto y aquí estamos en la cola. Deberían ir ubicándonos primero a los que ayer teníamos billetes, como están haciendo otras compañías», protesta.
Con mucha más paciencia y optimismo se lo está tomando un matrimonio de Lleida que viaja con sus hijos de 7 y un año. Iban a pasar unos días en Sevilla, haciendo turismo y «mira son salieron dos días más de vacaciones», comenta, resignada, la madre.
Sentada sobre su maleta y con su bebé en brazos, la madre explica que tenían que haber regresado a Lleida el día del apagón, pero al ver que no podían viajar, ampliaron en dos días la estancia en el apartamento del centro de la ciudad en el que se habían alojado. «Todo han sido facilidades y Sevilla nos ha encantado: la Catedral, la Giralda y la gente de aquí es muy amable y hospitalaria».
Su marido está haciendo una cola para tratar de conseguir plaza en un tren, pero de momento no saben nada. «Hay que tener tranquilidad. Poco a poco», dice la madre, en medio del caos que reina en la estación. La megafonía vuelve a sonar atronadora. «¡¡Tren avant 8335 con destino a Granada está en la vía 2!!». La masa de gente vuelve a moverse y algunos alzan las manos con sus billetes. La pesadilla termina para unos pocos.
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