¡Están locos estos romanos! El ‘Anillo’ de Wagner, representado en la Sala Santa Cecilia, comienza con un rotundo éxito

“¿Quién podría ignorar que estamos al borde de una nueva era de imperios?” Esta inquietante pregunta del director de escena Vincent Huguet, incluida en el programa de mano de la apertura de temporada de la Orquesta de la Academia Nacional de Santa Cecilia, subraya la vigencia de la tetralogía El anillo del nibelungo, de Richard Wagner, casi 150 años después de su estreno. Numerosas ciudades europeas se han embarcado en nuevas producciones escénicas del opus magnum wagneriano, con motivo de esta efeméride: Londres, Milán, París, Múnich o Viena, entre otras.

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La valquiria

Música y libreto de Richard Wagner.

Reparto: Jamez McCorkle, tenor (Siegmund); Vida Miknevičiūtė, soprano (Sieglinde); Stephen Milling, bajo (Hunding); Miina-Liisa Värelä, soprano (Brünnhilde); Michael Volle, barítono (Wotan); Okka von der Damerau, mezzosoprano (Fricka); Sonja Herranen, soprano (Gerhilde); Hedvig Haugerud, soprano (Ortlinde); Claire Barnett-Jones, mezzosoprano (Waltraute); Claudia Huckle, contalto (Schwertleite); Dorothea Herbert, soprano (Helmwige); Virginie Verrez, mezzosoprano (Siegrune); Anna Lapkovskaja, mezzosoprano (Grimgerde); Štěpánka Pučálková, mezzosoprano (Rossweisse).

Orchestra dell’Accademia Nazionale di Santa Cecilia. Dirección musical: Daniel Harding. Dirección de escena: Vincent Huguet.

Auditorio Parco della Musica, Sala Santa Cecilia, 25 de octubre. Hasta el 27 de octubre.

 Daniel Harding dirige una ‘Valquiria’ histórica en la sala de conciertos diseñada por Renzo Piano, con puesta en escena de Vincent Huguet y la emocionante Sieglinde de Vida Miknevičiūtė  

“¿Quién podría ignorar que estamos al borde de una nueva era de imperios?” Esta inquietante pregunta del director de escena Vincent Huguet, incluida en el programa de mano de la apertura de temporada de la Orquesta de la Academia Nacional de Santa Cecilia, subraya la vigencia de la tetralogía El anillo del nibelungo, de Richard Wagner, casi 150 años después de su estreno. Numerosas ciudades europeas se han embarcado en nuevas producciones escénicas del opus magnum wagneriano, con motivo de esta efeméride: Londres, Milán, París, Múnich o Viena, entre otras.

Roma no quiso quedarse atrás. Especialmente considerando que el último Anillo de Wagner representado en la Ciudad Eterna data de 1961, con voces legendarias como Martha Mödl, Wolfgang Windgassen y Theo Adam. Sin embargo, el proyecto no ha surgido del Teatro dell’Opera, sino de la Academia Nacional de Santa Cecilia, la principal orquesta sinfónica de Italia. Una iniciativa de su director titular, el británico Daniel Harding, para inaugurar su segunda temporada al frente de la institución, tras el éxito obtenido con una intensa y sinfónica Tosca el año pasado.

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Harding ya había adelantado este proyecto en un breve encuentro con EL PAÍS, en octubre de 2024: “Será un montaje visual alejado del formato de concierto convencional, aunque lo suficientemente sencillo como para no interferir con la música”. Sin embargo, en manos del director de escena Vincent Huguet, se ha convertido en una puesta en escena completa, que se enfrenta con imaginación a las limitaciones teatrales de una sala de conciertos. Parecía una locura, pero la propuesta ha sabido aprovechar la excelente acústica homogénea y expansiva de la Sala Santa Cecilia del Parco della Musica romano, diseñada por Renzo Piano, con las voces ubicadas por encima de la orquesta, aunque esta disposición tan horizontal de los instrumentos generó puntuales problemas de equilibrio con los metales y la percusión.

Se ha decidido comenzar con La valquiria, la primera jornada de la tetralogía, reservando el prólogo, El oro del Rin, para el cierre del ciclo en 2028. De este modo, las dos próximas temporadas en Santa Cecilia se inaugurarán con Sigfrido y El ocaso de los dioses. No se trata de una elección desacertada, ya que Huguet pretende evocar en su propuesta escénica de las tres jornadas cada uno de los tres imperios de los que Roma ha sido capital a lo largo de la historia: el antiguo Imperio Romano, el Estado del Vaticano y, finalmente, el Imperio colonial italiano de las décadas de 1930 y 1940.

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En esta Valquiria se rememora la Roma antigua, con un Wotan convertido en un César decadente, rodeado de conflictos. No obstante, la producción establece un paralelismo con la Tríada Capitolina, con Wotan como Júpiter, Fricka como Juno y Brünnhilde como Minerva. Huguet sabe sacar partido a la sobria escenografía de varios niveles diseñada por Pierre Yovanovitch, claramente inspirada en los espacios arquitectónicos con escaleras de Adolphe Appia. Aunque la dirección actoral no se distingue por su precisión, logra momentos teatrales de gran impacto, como la muerte de Siegmund. Además, se apoya puntualmente en la iluminación de Christophe Forey, como ocurre en el desenlace, cuando todo se tiñe de rojo por el fuego ardiente de Loge.

El vestuario de Edoardo Russo parte de la estética del Imperio Romano, especialmente en los personajes humanos, aunque incorpora detalles neoclásicos y modernistas en los mitológicos. Según confiesa el propio Russo en el programa de mano, su inspiración proviene del famoso vestido Delphos de Mariano Fortuny, y ha contado con la colaboración de la histórica sastrería Tirelli-Trappetti. El resultado es especialmente imaginativo en las valquirias, que retrata “un poco como novias, un poco como ángeles de la muerte y un poco como enfermeras de la Cruz Roja”.

Pero el gran triunfador de esta Valquiria escénica en una sala de conciertos fue el director Daniel Harding. El inglés sumó a su admirable claridad y dominio estructural una renovada urgencia dramática que elevó, en especial, el tercer acto. Aunque abordó con decisión la tormenta inicial, el primer acto resultó más contenido hasta la escena final, donde extrajo auténticas exquisiteces de la luminosa cuerda romana dispuesta al estilo alemán, con los violines enfrentados a ambos lados del podio. El preludio del segundo acto fue ejemplar como presentación de Wotan y Brünnhilde, pero todo alcanzó su culmen en el tercero con una gloriosa cabalgata de las valquirias. A partir de ahí, mantuvo la tensión dramática y la precisión orquestal hasta el fuego mágico final, con ese bariolage de violines realzado por el carrillón, como si esparciera polvo de chispas.

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El reparto estuvo a la misma altura, con la lamentable excepción del tenor Jamez McCorkle, abucheado con dureza al final. El estadounidense cantó con entrega, pero su voz resulta demasiado ligera para Siegmund, pese a su esfuerzo por oscurecerla y tensarla al máximo, además de mostrar una pronunciación deficiente del alemán. Frente a él, cada intervención de la soprano Vida Miknevičiūtė, como Sieglinde, colmaba el ambiente de emoción y dramatismo. La soprano lituana, en plena madurez vocal, brilló desde el primer acto con una forma intensamente dramática de proyectar sus agudos, acompañados de un vibrato muy expresivo, que dejó al público sin aliento en su bellísima despedida del tercer acto, O hehrstes Wunder!. Cabe añadir que Miknevičiūtė interpretará el primer acto de La valquiria con la OCNE en mayo y, un mes antes, protagonizará Salomé de Strauss en Les Arts.

El barítono Michael Volle volvió a demostrar que, a sus 65 años, sigue siendo un Wotan de referencia. El cantante alemán dominó con maestría los extensos monólogos del personaje, con inflexiones que oscilaron del susurro al grito (el Geh! con que fulminó a Hunding al final del segundo acto fue estremecedor). Mantuvo una sólida forma vocal hasta su célebre despedida Leb wohl, y desplegó un lirismo de liederista en la bella sección central, arrullando con su canto a Brünnhilde. Este personaje fue interpretado por la soprano finlandesa Miina-Liisa Värelä, quien abordó con autoridad los saltos agudos de sus Hojotoho! iniciales y, ya en el tercer acto, lució un notable registro central en War es so schmählich.

La mezzosoprano alemana Okka von der Damerau fue una autoritaria Fricka, y el bajo danés Stephen Milling, un Hunding imponente. También brillaron las ocho valquirias, que conformaron en su cabalgata un conjunto perfectamente equilibrado, homogéneo y poderoso, a pesar de estar distribuidas en distintos puntos de la escenografía.

Éxito rotundo para el inicio de este Anillo escenificado en el Parco della Musica romano, donde estos días puede visitarse una exposición dedicada a la estancia de Wagner en la ciudad en noviembre de 1876. Se trata de una muestra sencilla, ubicada en el vestíbulo de la Sala Santa Cecilia, que incluye un busto del escultor Ettore Ferrari, junto a paneles con bocetos, cartas y documentos que recogen el nombramiento del compositor como socio illustre de la Academia.

La valquiria

Música y libreto de Richard Wagner.

Reparto: Jamez McCorkle, tenor (Siegmund); Vida Miknevičiūtė, soprano (Sieglinde); Stephen Milling, bajo (Hunding); Miina-Liisa Värelä, soprano (Brünnhilde); Michael Volle, barítono (Wotan); Okka von der Damerau, mezzosoprano (Fricka); Sonja Herranen, soprano (Gerhilde); Hedvig Haugerud, soprano (Ortlinde); Claire Barnett-Jones, mezzosoprano (Waltraute); Claudia Huckle, contalto (Schwertleite); Dorothea Herbert, soprano (Helmwige); Virginie Verrez, mezzosoprano (Siegrune); Anna Lapkovskaja, mezzosoprano (Grimgerde); Štěpánka Pučálková, mezzosoprano (Rossweisse).

Orchestra dell’Accademia Nazionale di Santa Cecilia. Dirección musical: Daniel Harding. Dirección de escena: Vincent Huguet.

Auditorio Parco della Musica, Sala Santa Cecilia, 25 de octubre. Hasta el 27 de octubre.

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