In memoriam: Querido Pepe Carbajo

No me extrañó el desfile de compañeros de la tele en el tanatorio de Boadilla, ni me sorprendieron las lágrimas abundantes, ni la tristeza infinita. Habíamos perdido a un gran profesional, un buen colega y una gran persona. (Me ahorro el detalle de mis visitas de algunos fines de semana a tu casa con Claudia y Pau, muy pequeños, donde Lola, tú y tus hijos nos acogíais. Seguro que cada uno puede contar su trozo de historia particular contigo).

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 La historia pública, la que compartimos y admiramos todos, fue la de un productor por excelencia; un tipo noble, eficaz y leal en el trabajo  

Pepe Carbajo, productor de TVE y exvicepresidente de la Academia de Televisión.

No me extrañó el desfile de compañeros de la tele en el tanatorio de Boadilla, ni me sorprendieron las lágrimas abundantes, ni la tristeza infinita. Habíamos perdido a un gran profesional, un buen colega y una gran persona. (Me ahorro el detalle de mis visitas de algunos fines de semana a tu casa con Claudia y Pau, muy pequeños, donde Lola, tú y tus hijos nos acogíais. Seguro que cada uno puede contar su trozo de historia particular contigo).

Pero la historia pública, la que compartimos y admiramos todos, fue la de un productor por excelencia; un tipo noble, eficaz y leal en el trabajo. Buen compañero. Lo supieron en Prado del Rey y en los Juegos Olímpicos de Barcelona. Más aún: preocupado por la inminente desaparición de la Academia de Televisión, hasta tres veces, tres, viniste a mi casa en el año 2006 para pedirme que encabezara la refundación de la entidad. En la última conversación, María Rey soltó una frase definitiva: “Aunque sólo sirviera para decir públicamente que después de los cincuenta años hay vida profesional, y que no se puede prescindir así como así de la experiencia, ya valdría la pena”.

Montamos la oficina de candidatura en mi productora y desde allí empezamos a tocar puertas escépticas. Concha García Campoy, mi gran amiga, después nuestra gran amiga, fue rotunda cuando la llamé desde el coche: “Mira, Manuel, creo que la Academia está muerta, pero si tú me dices que vaya, cuenta conmigo. ¿Qué tengo que hacer?”. A los pocos minutos me llamaste alborozado anunciando que se había recibido por fax el DNI de Concha. Aquello tomaba muy buen color. Y salvamos la Academia. Sin tu empeño y tu motor, más la confianza que entre todos generamos, hubiera sido imposible.

En el 2008 vimos la posibilidad de recuperar los debates electorales, liquidados desde 1993. La disputa entre televisiones abrió una posibilidad para la Academia. Nadie creía en ello. Sufrimos los ataques más injustos; y hasta amenazas que mejor es no recordar. Pedro Jota nos dedicó una última plana en su periódico diciendo que la Academia éramos una banda de jubilados en la que no se podía confiar. Coincidí aquel día con Victoria Prego, entonces subdirectora de su diario, en Los Desayunos de TVE, y no sabía dónde meterse, avergonzada la pobre. Incluso un editorial en contra nos dedicó, mientras algunas radios bramaban, tratando de crear una crisis que impidiera los debates. El senador Pío García Escudero, negociador junto con Pepe Blanco, nos llamó para decir: “Esto durará hasta el lunes a las 12 de la noche cuando el debate termine. Ni caso”.

Entretanto, el productor Pepe Carbajo, con veteranos admirables de la Academia, de todos los oficios y especialidades, todos voluntarios, levantaba en pocos días un plató de televisión en el escenario del Palacio de Congresos. Lo desmontaron aquella misma noche para tenerlo listo una semana después en Ifema porque contratos anteriores impedían mantenerlo allí. Íbamos tarde. En la nueva ubicación surgió un pequeño problema: solo había un baño y no se quería hacer coincidir a los dos partidos allí. A las ocho de la mañana, Pepe ya tenía la solución. Había localizado, en su propia urbanización además, a un empresario que tenía váteres químicos, y le encargó dos. Como antes trajo dos unidades móviles desde Bélgica para asegurar la transmisión con la última tecnología. De haber hecho falta un elefante, Pepe habría localizado algún circo ambulante por Albacete y lo habría traído en el AVE.

Organizabas todo, incluso algunas broncas monumentales, todo hay que decirlo, Pepe. Y alguna razón no te faltaba. Inolvidable mi llegada a Lima, roto de cansancio, y al abrir el teléfono me encontré con cinco llamadas de la gran Sara Pulido [directora general de la Academia de Televisión], muy alarmada: “¡Que Pepe se ha enfadado y ha dado orden al banco de no pagar más cuotas de la Academia!”. Un año después reprendió a las chicas de la oficina al descubrir que no le habían dado de baja; y también abroncó al banco por no cumplir su orden. Se excusaron ellas alegando que no podían darle de baja porque alguien pagaba sus cuotas. Más enfado aún. Confesaron que el pagador misterioso era un servidor y viniste a verme con un talón, de los que ya casi no se usaban, para reponer la cantidad. Lo resolvimos con un abrazo, que es lo mejor para saldar las cuentas.

Cuando te entregamos el Premio Talento Extraordinario —por profesional excelente y por haber contribuido a salvar la Academia— te partías de risa cuando conté que, al entrevistar al presidente salvadoreño Napoleón Duarte, que vino acompañado por treinta generales y almirantes de uniforme, Felipe González me había comentado después: “Estos cuando viajan al exterior se llevan a la cúpula militar para evitar un golpe de Estado en su ausencia”. Reconocí que de haber tenido dinero la Academia, que nunca lo tuvo, yo te hubiera llevado conmigo a América, en mis viajes profesionales, para que no me la liaras entretanto.

Los últimos días de vida no cesaste en tu pasión de organizar y te pusiste a la tarea de dar órdenes para el entierro. No querías luto, me dijiste, sino música y alegría. Te pedí humildemente que en la planificación del entierro incluyeras unas palabras mías y celebraste, feliz, el ofrecimiento. Luego no hubo ocasión; o quizás la habrá más adelante. Pero por si acaso, al llegar a mi casa, te escribo estas notas conteniendo la emoción. Un gran abrazo eterno, querido Pepe.

Manuel Campo Vidal es periodista.

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