El 17 de octubre de 1991, Irene Villa sufrió un atentado cuando iba camino del colegio en el coche de su madre , María Jesús, funcionaria de la Dirección General de la Policía. ETA adosó una bomba al vehículo que, tras explotar, las hirió de gravedad. Irene perdió las piernas y su madre una pierna y un brazo. «Esa mañana nos despertamos con la noticia de otro atentado. Era el pan de cada día. Mi hermana tenía 15 años y no quería ir al instituto porque tuvo una corazonada. Le dijo: ‘Mamá, no vayas a comisaría que algo va a pasar’. Incluso antes de subir al coche, yo le dije: ‘¿Y si nos han puesto una bomba?’, pero ella me respondió que eso se lo hacían a la gente importante», recuerda ahora Irene. María Jesús se salvó «porque la ambulancia que no pudo hacer nada por salvar al teniente [de artillería del Ejército Francisco] Carballar», contra el que también habían atentado los terroristas aquella mañana, estaba cerca. A Irene la trasladaron al Hospital Gómez Ulla y a su progenitora, al 12 de Octubre. « Obraron el gran milagro de devolverme a la vida ». La motivación de su madre a partir de entonces fue enseñar a su hija a caminar con prótesis. «Me dijo: ‘Elige. Tu vida amargada y maldiciendo o que tu vida empiece hoy’», recuerda ahora Irene. Era una niña deportista, apasionada del baloncesto, y tuvo que asumir que ya no podría volver a jugar, aunque ahora ha ganado ya varias medallas como campeona de esquí adaptado . «Con el deporte me siento libre y veloz y ahora puedo compartirlo con mi pareja y mis hijos», celebra. El camino no ha sido fácil. « Nuestro atentado prescribió sin culpables, pasados 20 años , pero la gente que me rodea, mi deporte, mi salud física y mental y haber aprendido lecciones en mi vida…esa es mi justicia», ha apuntado este lunes en el Ilustre Colegio de la Abogacía de Barcelona (ICAB), acompañada por su decano, Jesús M. Sánchez y la copresidenta del Observatorio de los Derechos de las Personas, Erika Torregrossa. Villa defiende que, en un Estado de derecho la pretensión es «que se haga Justicia», y subraya así: «El asesino, el violador y el terrorista tienen que cumplir por lo que han hecho, pero si la víctima perdona creo que le va a ir mejor». Aboga por ese «perdón» como modo de sanación. Descarta, eso sí, pasar página. « El olvido me parece una traición a lo que muchos vivimos, pero el perdón me parece una liberación ». Irene asume que perdonar es asumible para quienes siguen vivos, «porque sigues aquí, pero a mí me han llegado a decir: ‘Cómo voy a perdonar yo si a quien han asesinado, quien tiene que perdonar, no está’. Y ese perdón no es solo a quien casi te mata, también es para una pareja que abusa de ti o te engaña y te hace daño. Pero la que sufre eres tú, la que no perdona», ha indicado. Es lo que defiende en su nuevo libro, ‘Saber que se puede’, en el que desgrana que ese perdón significa no quedarse con la carga de quien ha causado el daño, para liberarse y luego alejarse. Algo que ilustra con una vivencia; cuando le comunicaron que el atentado prescribía y, por tanto, que quedaría impune, fue el día de Santa Irene, el 20 de octubre de 2011. « Ese mismo día ETA dijo que no iba a asesinar más y me enteré de que estaba embarazada ». Esas dos noticias fue las que trasladó a su padre para que digiriese la prescripción sin hallar a los culpables del ataque. «Nadie más va a sufrir lo que nuestra familia sufrió y además vas a ser abuelo, fue lo que le dije». Para Irene no hubo «mejor manera de cerrar el círculo». Considera Villa que «el sufrimiento es inútil. La Justicia tiene que hacer Justicia, pero la víctima restablecerse ». Así lo plasma en su libro, en el que apunta que quiere «transmitir luz, energía y esperanza» así como «abrir las mentes de los intolerantes, de los violentos y contagiar serenidad» para «que a nadie se le ocurra poner una bomba, hacer daño o ‘bullying’ en el colegio». El 17 de octubre de 1991, Irene Villa sufrió un atentado cuando iba camino del colegio en el coche de su madre , María Jesús, funcionaria de la Dirección General de la Policía. ETA adosó una bomba al vehículo que, tras explotar, las hirió de gravedad. Irene perdió las piernas y su madre una pierna y un brazo. «Esa mañana nos despertamos con la noticia de otro atentado. Era el pan de cada día. Mi hermana tenía 15 años y no quería ir al instituto porque tuvo una corazonada. Le dijo: ‘Mamá, no vayas a comisaría que algo va a pasar’. Incluso antes de subir al coche, yo le dije: ‘¿Y si nos han puesto una bomba?’, pero ella me respondió que eso se lo hacían a la gente importante», recuerda ahora Irene. María Jesús se salvó «porque la ambulancia que no pudo hacer nada por salvar al teniente [de artillería del Ejército Francisco] Carballar», contra el que también habían atentado los terroristas aquella mañana, estaba cerca. A Irene la trasladaron al Hospital Gómez Ulla y a su progenitora, al 12 de Octubre. « Obraron el gran milagro de devolverme a la vida ». La motivación de su madre a partir de entonces fue enseñar a su hija a caminar con prótesis. «Me dijo: ‘Elige. Tu vida amargada y maldiciendo o que tu vida empiece hoy’», recuerda ahora Irene. Era una niña deportista, apasionada del baloncesto, y tuvo que asumir que ya no podría volver a jugar, aunque ahora ha ganado ya varias medallas como campeona de esquí adaptado . «Con el deporte me siento libre y veloz y ahora puedo compartirlo con mi pareja y mis hijos», celebra. El camino no ha sido fácil. « Nuestro atentado prescribió sin culpables, pasados 20 años , pero la gente que me rodea, mi deporte, mi salud física y mental y haber aprendido lecciones en mi vida…esa es mi justicia», ha apuntado este lunes en el Ilustre Colegio de la Abogacía de Barcelona (ICAB), acompañada por su decano, Jesús M. Sánchez y la copresidenta del Observatorio de los Derechos de las Personas, Erika Torregrossa. Villa defiende que, en un Estado de derecho la pretensión es «que se haga Justicia», y subraya así: «El asesino, el violador y el terrorista tienen que cumplir por lo que han hecho, pero si la víctima perdona creo que le va a ir mejor». Aboga por ese «perdón» como modo de sanación. Descarta, eso sí, pasar página. « El olvido me parece una traición a lo que muchos vivimos, pero el perdón me parece una liberación ». Irene asume que perdonar es asumible para quienes siguen vivos, «porque sigues aquí, pero a mí me han llegado a decir: ‘Cómo voy a perdonar yo si a quien han asesinado, quien tiene que perdonar, no está’. Y ese perdón no es solo a quien casi te mata, también es para una pareja que abusa de ti o te engaña y te hace daño. Pero la que sufre eres tú, la que no perdona», ha indicado. Es lo que defiende en su nuevo libro, ‘Saber que se puede’, en el que desgrana que ese perdón significa no quedarse con la carga de quien ha causado el daño, para liberarse y luego alejarse. Algo que ilustra con una vivencia; cuando le comunicaron que el atentado prescribía y, por tanto, que quedaría impune, fue el día de Santa Irene, el 20 de octubre de 2011. « Ese mismo día ETA dijo que no iba a asesinar más y me enteré de que estaba embarazada ». Esas dos noticias fue las que trasladó a su padre para que digiriese la prescripción sin hallar a los culpables del ataque. «Nadie más va a sufrir lo que nuestra familia sufrió y además vas a ser abuelo, fue lo que le dije». Para Irene no hubo «mejor manera de cerrar el círculo». Considera Villa que «el sufrimiento es inútil. La Justicia tiene que hacer Justicia, pero la víctima restablecerse ». Así lo plasma en su libro, en el que apunta que quiere «transmitir luz, energía y esperanza» así como «abrir las mentes de los intolerantes, de los violentos y contagiar serenidad» para «que a nadie se le ocurra poner una bomba, hacer daño o ‘bullying’ en el colegio».
El 17 de octubre de 1991, Irene Villasufrió un atentado cuando iba camino del colegio en el coche de su madre, María Jesús, funcionaria de la Dirección General de la Policía. ETA adosó una bomba al vehículo que, tras explotar, las hirió … de gravedad. Irene perdió las piernas y su madre una pierna y un brazo. «Esa mañana nos despertamos con la noticia de otro atentado. Era el pan de cada día. Mi hermana tenía 15 años y no quería ir al instituto porque tuvo una corazonada. Le dijo: ‘Mamá, no vayas a comisaría que algo va a pasar’. Incluso antes de subir al coche, yo le dije: ‘¿Y si nos han puesto una bomba?’, pero ella me respondió que eso se lo hacían a la gente importante», recuerda ahora Irene.
María Jesús se salvó «porque la ambulancia que no pudo hacer nada por salvar al teniente [de artillería del Ejército Francisco] Carballar», contra el que también habían atentado los terroristas aquella mañana, estaba cerca. A Irene la trasladaron al Hospital Gómez Ulla y a su progenitora, al 12 de Octubre. «Obraron el gran milagro de devolverme a la vida».
La motivación de su madre a partir de entonces fue enseñar a su hija a caminar con prótesis. «Me dijo: ‘Elige. Tu vida amargada y maldiciendo o que tu vida empiece hoy’», recuerda ahora Irene. Era una niña deportista, apasionada del baloncesto, y tuvo que asumir que ya no podría volver a jugar, aunque ahora ha ganado ya varias medallas como campeona de esquí adaptado. «Con el deporte me siento libre y veloz y ahora pudo compartirlo con mi pareja y mis hijos», celebra.
El camino no ha sido fácil. «Nuestro atentado prescribió sin culpables, pasados 20 años, pero la gente que me rodea, mi deporte, mi salud física y mental y haber aprendido lecciones en mi vida…esa es mi justicia», ha apuntado este lunes en el Ilustre Colegio de la Abogacía de Barcelona (ICAB), acompañada por su decano, Jesús M. Sánchez y la copresidenta del Observatorio de los Derechos de las Personas, Erika Torregrossa.
Villa defiende que, en un Estado de derecho la pretensión es «que se haga Justicia», y subraya así: «El asesino, el violador y el terrorista tienen que cumplir por lo que han hecho, pero si la víctima perdona creo que le va a ir mejor». Aboga por ese «perdón» como modo de sanación. Descarta, eso sí, pasar página. «El olvido me parece una traición a lo que muchos vivimos, pero el perdón me parece una liberación».
Irene asume que perdonar es asumible para quienes siguen vivos, «porque sigues aquí, pero a mí me han llegado a decir: ‘Cómo voy a perdonar yo si a quien han asesinado, quien tiene que perdonar, no está’. Y ese perdón no es solo a quien casi te mata, también es para una pareja que abusa de ti o te engaña y te hace daño. Pero la que sufre eres tú, la que no perdona», ha indicado.
Es lo que defiende en su nuevo libro, ‘Saber que se puede’, en el que desgrana que ese perdón significa no quedarse con la carga de quien ha causado el daño, para liberarse y luego alejarse. Algo que ilustra con una vivencia; cuando le comunicaron que el atentado prescribía y, por tanto, que quedaría impune, fue el día de Santa Irene, el 20 de octubre de 2011. «Ese mismo día ETA dijo que no iba a asesinar más y me enteré de que estaba embarazada». Esas dos noticias fue las que trasladó a su padre para que digiriese la prescripción sin hallar a los culpables del ataque. «Nadie más va a sufrir lo que nuestra familia sufrió y además vas a ser abuelo, fue lo que le dije».
Para Irene no hubo «mejor manera de cerrar el círculo». Considera Villa que «el sufrimiento es inútil. La Justicia tiene que hacer Justicia, pero la víctima restablecerse». Así lo plasma en su libro, en el que apunta que quiere «transmitir luz, energía y esperanza» así como «abrir las mentes de los intolerantes, de los violentos y contagiar serenidad» para «que a nadie se le ocurra poner una bomba, hacer daño o ‘bullying’ en el colegio».
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