Jorge Martín y el recuerdo bochornoso de García y De la Morena

Jorge Martín es el nuevo campeón del mundo de MotoGP, una auténtica cabra en todos los sentidos. Me acordé de él viendo el capítulo final de la segunda temporada de Tulsa King, uno de los últimos productos de Taylor Sheridan protagonizado, en esta ocasión, por Sylvester Stallone. “La vida pasa tan rápida como una bala”, dice Vince Manfredi, su personaje, un mafioso neoyorquino de 75 años que ha penado los últimos 25 en la cárcel, asumiendo el castigo por un delito que no cometió, cerrando el pico y protegiendo los intereses de la familia Invernizzi. Como pago a tan leales servicios, Manfredi es desterrado al corazón de Oklahoma.

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 La furia desatada de Pablo Motos al enterarse de la presencia del campeón de MotoGP en ‘La revuelta’ fue un ataque de cuernos como no se recordaba en España desde los tiempos de los reyes de la noche radiofónica  

Jorge Martín es el nuevo campeón del mundo de MotoGP, una auténtica cabra en todos los sentidos. Me acordé de él viendo el capítulo final de la segunda temporada de Tulsa King, uno de los últimos productos de Taylor Sheridan protagonizado, en esta ocasión, por Sylvester Stallone. “La vida pasa tan rápida como una bala”, dice Vince Manfredi, su personaje, un mafioso neoyorquino de 75 años que ha penado los últimos 25 en la cárcel, asumiendo el castigo por un delito que no cometió, cerrando el pico y protegiendo los intereses de la familia Invernizzi. Como pago a tan leales servicios, Manfredi es desterrado al corazón de Oklahoma.

En esto —y en otras muchas cosas, la vida es siempre un viaje complejo— debería pensar Martinator cuando salga al plató de El hormiguero la noche de este miércoles tras el ataque de cuernos de la semana pasada: en lo rápido que pasa la vida también para él, que es bala entre las balas. Rodar por encima de los 300 km/h a lomos de un chasis con dos ruedas está al alcance de unos pocos elegidos, pero ni por esas está uno del todo preparado para asimilar, y aún menos contener, la furia desatada de Pablo Motos al enterarse, la semana pasada, de la presencia de Martín en La revuelta, un ataque de cuernos como no se recordaba en España desde que José María García y José Ramón de la Morena se peleaban, casi cada noche, por entrevistar en exclusiva (o al menos unos minutos antes que su gran rival) al protagonista de la jornada.

Aquella guerra dejó imágenes tan bochornosas para la profesión como la pelea (ambos terminaron enzarzados por el suelo) entre Alfredo Martínez (Cope) y David Alonso (Cadena SER) ante la mirada atónita de un Fermín Cacho que se acababa de proclamar subcampeón olímpico en Atlanta. Nunca está de más recordarlo en estos días confusos donde el facherío coquetea, permanentemente, con la falsa idea de que cualquier tiempo pasado fue mejor. Hubo muchas más, casi todas relatadas magníficamente por Pablo Juanarena en Saludos Cordiales, un podcast sobre el auge y caída del gigante García donde De la Morena se revela como el perfecto “actor secundario y necesario”, su antagonista. “García era predominante y De la Morena el intento de contrarrestarlo”, llega a afirmar Juanarena en un reportaje de Rafa La Casa para El Confidencial. Demasiado a menudo, lo nuevo no es mucho más que algo muy viejo, pero con diferente etiqueta.

El poder del que hoy hace gala Pablo Motos levantando el teléfono para evitar la presencia de Jorge Martín en el programa de David Broncano es el mismo que demostraba García cuando se le antojaba que el entonces jefe del Estado, Don Juan Carlos I, lo felicitase, en riguroso directo, por sus magníficos datos de audiencia. El truco, por descontado, obligaba a que García se hiciese el sorprendido cuando la voz del monarca irrumpía en antena, una interpretación antológica de ese vasallaje invertido al que hoy solo pueden aspirar el peluche de Trancas y, quizá, el de Barrancas: como en algunas casas de postín, en El hormiguero saben exactamente qué hacer para que entiendas, a la primera, que no eres más que otro invitado.

Pensará el flamante campeón de MotoGP que para esto no se juega uno el cuello apurando curvas y abriendo gas en las rectas, pero más patadas da la vida, e incluso algún rival, si te despistas. Quién le iba a decir a Martinator, Stallone mediante, que hasta la cabra del Mundial puede ser utilizada como canario en la mina.

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