Son días difíciles para la industria alemana. La poderosa automotriz Volkswagen amenaza con cierre de plantas y anuncia recortes de plantilla; Thyssenkrupp se afana por sobrevivir a la crisis del acero; las fábricas químicas registran pérdidas; las empresas de la industria metalúrgica y eléctrica sufren falta de pedidos, y cerca de una quinta parte prevé trasladar su producción al extranjero debido a los elevados costes laborales y energéticos y a las cargas burocráticas. Las malas noticias se acumulan en un sector fundamental para la economía alemana.
El sector es uno de los pilares de la actividad productiva germana y emplea al 16% de la mano de obra total
Son días difíciles para la industria alemana. La poderosa automotriz Volkswagen amenaza con cierre de plantas y anuncia recortes de plantilla; Thyssenkrupp se afana por sobrevivir a la crisis del acero; las fábricas químicas registran pérdidas; las empresas de la industria metalúrgica y eléctrica sufren falta de pedidos, y cerca de una quinta parte prevé trasladar su producción al extranjero debido a los elevados costes laborales y energéticos y a las cargas burocráticas. Las malas noticias se acumulan en un sector fundamental para la economía alemana.
La industria aporta alrededor de un 27% de la producción económica del país, por delante del 18% en Estados Unidos o del 17% de Francia, según datos del Banco Mundial, o del 15% de España. Además, hay que tener en cuenta que la industria alemana supone alrededor del 16% de la mano de obra y con sus miles de puestos de trabajo, especialmente bien remunerados, es uno de los pilares de la prosperidad del país. Ahora este pilar se tambalea de forma alarmante.
¿Cómo puede Alemania, como país industrializado, superar los numerosos retos estructurales a los que se enfrenta? “Alemania necesita una agenda de política industrial y el mayor esfuerzo de transformación desde la posguerra”, escribe el Instituto de Economía Alemana (IW) en un reciente estudio en el que sus expertos subrayan que el país debe reinventarse como nación industrializada.
“No hay respuestas sencillas a la actual crisis estructural ni a las diferentes formas en que se ven afectados los distintos sectores industriales. Los responsables políticos tienen que actuar en muchos ámbitos al mismo tiempo, y en todas partes de forma mucho más coherente que en el pasado”, reconocen.
Entre otras medidas, recomiendan que la industria alemana tenga de nuevo un suministro energético competitivo —era muy dependiente del gas ruso— en el que los costes de expansión se distribuyan mejor y que haya un “enorme” programa de infraestructuras con “inversiones considerables” en redes de electricidad, hidrógeno y CO₂, al mismo tiempo que debe superar “un importante retraso inversor en sus infraestructuras de transporte, especialmente en el sector ferroviario”.
Esto parece ir en línea con la postura de IG Metall —el poderoso sindicato de los trabajadores del metal—, que reclama un desembolso de 60.000 millones de euros al año durante los próximos diez años para mejorar las infraestructuras, entre otras cosas. El sindicato —que actualmente amenaza con huelgas para lograr un aumento del 7% de los salarios— ha elaborado un plan de 11 puntos, que incluye medidas que van desde aliviar la carga de las empresas que consumen mucha energía hasta reformar el freno de deuda, el tope por encima del cual no puede crecer el pasivo de las Administraciones públicas, que piden elevar desde el 0,35 al 1,5% del PIB.
“Fase de convulsión”
Los principales economistas del país llevan meses analizando la situación. Oliver Holtemöller, vicepresidente del Instituto de Investigación Económica de Halle (IWH), señala que “la economía alemana está en una fase de convulsión”. “Tenemos un cambio radical, un cambio estructural que plantea a Alemania grandes retos. Quizá los políticos no hayan encontrado aún las soluciones adecuadas para esta situación”, explica al mismo tiempo que recomienda no centrarse solo en los problemas de la industria, sino en mejorar las condiciones marco para todas las empresas con independencia de su tamaño o sector.
Mientras, el presidente del instituto económico Ifo, Clemens Fuest, detalla que “Alemania tiene problemas en importantes sectores industriales debido a la escasez de suministro energético y a la políticamente desafortunada regulación de la expansión de la electromovilidad. Además, las infraestructuras están en parte deterioradas, los impuestos son demasiado altos y hay demasiada burocracia y regulación”.
La preocupante situación de la industria lastra la economía en su conjunto, que en 2024 se contraerá un 0,2%, según los últimos datos del Gobierno. En este marco, el presidente de Gesamtmetall (la unión de las asociaciones patronales de la industria metalúrgica y eléctrica alemana), Stefan Wolf, indicó en una reciente entrevista con el grupo mediático Funke que se podrían perder entre 250.000 y 300.000 puestos de trabajo en la industria metalúrgica y eléctrica en los próximos cinco años y reclamó “urgentemente” una Agenda 2024. La anterior reforma estructural fue la polémica Agenda 2010 del entonces canciller socialdemócrata Gerhard Schröder, que supuso recortes en el sistema de seguridad social, entre otras cosas.
Fuest, que forma parte del grupo de expertos que asesoran al Ministerio de Finanzas, recomienda para superar de forma permanente lo que denomina “estancamiento”, reformas estructurales. En concreto, reformas del mercado laboral, del sistema fiscal y del marco regulador. “Necesitamos reformas para que haya más oferta de mano de obra, más inversión privada y más inversión pública y, por último, pero no por ello menos importante, más innovación y creación de empresas”, explica.
Este paquete de medidas debería consistir en mejorar las condiciones marco para volver a hacer atractiva a Alemania como lugar de negocios. “También habría que abordar el problema demográfico”, indica por su parte Holtenmöller, para lo que reclama una mejor integración de los migrantes en el mercado laboral y una mejora de la participación de las mujeres en el empleo, reforzando, por ejemplo, los servicios de guardería.
Próxima cumbre
De momento, el canciller alemán, Olaf Scholz, en un intento por mejorar la situación y calmar los ánimos de los empresarios que acusan desde hace meses al Ejecutivo de no hacer suficiente para reactivar la economía, ha convocado una cumbre industrial para el próximo 29 de octubre. Están invitados representantes de empresas, sindicatos y asociaciones industriales para discutir “exactamente qué cosas son necesarias”, según él mismo declaró la semana pasada ante los diputados del Bundestag. Al mismo tiempo, anunció “una nueva agenda de política industrial” de la que no parecían tener noticia alguna ni el ministro de Economía, Robert Habeck (de los Verdes), ni el de Finanzas, Christian Lindner (FDP).
Pero, lejos de apaciguar los ánimos, su exclusiva lista de invitados ha generado nuevas críticas. Si bien están invitados la Federación de Industrias Alemanas (BDI), la Asociación Alemana de la Industria Química (VCI) y la Asociación de la Industria de Ingeniería Mecánica (VDMA), se han quedado fuera la Cámara Alemana de Industria y Comercio y otras asociaciones formadas por pymes, que son parte importante de la economía alemana. “Se extiende la preocupación entre los invitados de estar formando parte de una cumbre espectáculo, un acto de campaña electoral de los socialdemócratas”, recogió el rotativo Frankfurter Allgemeine Zeitung.
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