La generación Montjuic: cómo los éxitos del equipo de Flick y Lamine han animado y ayudado a crecer a la masa social barcelonista

Lamine Yamal solo ha jugado siete minutos en el Camp Nou, los de su debut, el 29 de abril de 2023, cuando tenía 15 años, en un partido contra el Betis. Pau Cubarsí ni siquiera ha pisado el césped del estadio como profesional del FC Barcelona. Tampoco Dani Olmo. Hay unos cuantos futbolistas y, por supuesto, el entrenador Hansi Flick, que conocen el estadio como espectadores o aficionados del Barça. La razón social del equipo campeón de Liga, Copa y Supercopa ha sido Montjuïc. Los triunfos han dulcificado el exilio azulgrana al monte del calvario, como llegó a ser conocida la montaña olímpica, siempre vinculada a Barcelona 92. “No ha sido el Everest, como se dijo”, concluyen desde el Barcelona. “Aunque no era nuestra casa, no estuvo tan mal”, añaden satisfechos al tiempo que guardan para el 9 o 10 de agosto, la fecha prevista para el Trofeo Gamper, el estreno del Spotify Camp Nou.

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 Ha nacido una multitud de fans barcelonistas en una época de excedencia de miles de abonados en el tránsito del Camp Nou al Estadio Olímpico y vuelta al Camp Nou  

Lamine Yamal solo ha jugado siete minutos en el Camp Nou, los de su debut, el 29 de abril de 2023, cuando tenía 15 años, en un partido contra el Betis. Pau Cubarsí ni siquiera ha pisado el césped del estadio como profesional del FC Barcelona. Tampoco Dani Olmo. Hay unos cuantos futbolistas y, por supuesto, el entrenador Hansi Flick, que conocen el estadio como espectadores o aficionados del Barça. La razón social del equipo campeón de Liga, Copa y Supercopa ha sido Montjuïc. Los triunfos han dulcificado el exilio azulgrana al monte del calvario, como llegó a ser conocida la montaña olímpica, siempre vinculada a Barcelona 92. “No ha sido el Everest, como se dijo”, concluyen desde el Barcelona. “Aunque no era nuestra casa, no estuvo tan mal”, añaden satisfechos al tiempo que guardan para el 9 o 10 de agosto, la fecha prevista para el Trofeo Gamper, el estreno del Spotify Camp Nou.

El viaje ha valido la pena porque ha nacido la generación Montjuïc. No se trata solo de un equipo campeón, sino también de una afición distinta por la presencia de espectadores-turistas, de seguidores muy juveniles y militantes y también por la mezcla de abonados fieles y socios o simpatizantes que no habían tenido la oportunidad de seguir los partidos de su equipo con una cierta regularidad por falta de asiento en el Camp Nou. Unos 58.000 abonados sobre un total de 80.000 se apuntaron a la excedencia con el traslado a Montjuïc —los efectivos en la temporada 2023-2024 fueron 17.900 mientras que el curso pasado alcanzaron los 22.600—. Y así muchos culés sin abono pudieron acceder al Lluís Companys por la política de maximización de la asistencia y rentabilidad por partido aplicada por el Barcelona.

Algunos barcelonistas han visto por vez primera a su equipo en directo en Montjuïc de la misma manera que también los hay que en estos dos años no han pisado la montaña olímpica y solo acompañarán al equipo cuando regrese al Camp Nou. Queda, entremedio, un conflicto no resuelto como es el cierre de la Grada d’Animació. La directiva se negó a pagar más multas por el comportamiento de unos seguidores que amenizaban con cánticos de apoyo al equipo; algunos menospreciaban también al rival y, de vez en cuando, unos cuantos gritaban “Barça sí, Laporta, no”. Montjuïc no ha sido precisamente un escenario de referencia a nivel ambiental, un estadio en el que pesara el factor campo, ni tampoco de presión social hacia la junta, muy diferente al Camp Nou. Nadie se ha girado hacia el palco en los momentos de más apuro de los dos últimos años de mandato de Laporta.

La temporada pasada fue muy delicada por los malos resultados —no se ganó ni un título— y por las dudas sobre la continuidad de Xavi. También durante el último ejercicio se vivió una situación complicada hasta que se logró la inscripción de Olmo y Pau Víctor. Incluso se llegó a hablar de una posible moción de censura por parte de una oposición creciente y también diseminada a pesar del liderazgo de Víctor Font. El ruido no llegó hasta el palco de Montjuïc. El mayor incidente que se recuerda ocurrió en febrero del año pasado cuando un enfadado Laporta tiró una bandeja de canapés durante el partido contra el Granada. El humor ha cambiado desde la llegada en verano de Flick. La trayectoria del equipo ha sido extraordinaria y su comunión con el público del estadio fue apoteósica en el último clásico de la Liga (4-3) y en la ida de semifinales de la Champions ante el Inter (3-3).

Ante el Madrid se batieron los récords de facturación, con más de 13 millones de euros (13.846.597) —el precio medio de la entrada ascendió a 554 euros—, y de asistencia, con 50.318 espectadores, cuatro más que en la cita contra el Inter. Los datos globales aseguran que la facturación ha sido un 57% superior a la de la temporada pasada, a pesar de disponer de un 13% menos de entradas a la venta por el incremento de pases y abonos, y la media de espectadores por partido fue de 45.962, un 14% más que en el ejercicio 2023-2024 —el aforo oficial es de 49.472—. La afluencia no llegó a los 40.000 aficionados solamente en el encuentro con el Leganés. Todos los indicativos han mejorado y el 56% de los asistentes han sido abonados, socios o acompañantes del Barça. Los aficionados que han subido la montaña de Montjuïc han pasado de 983.616, la pasada temporada, a 1.291.771.

Los registros de la Liga aseguran por contra que el Barça ha sumado más puntos en campo contrario (45) que en el propio (43) después de perder contra Las Palmas, Leganés, Atlético, Villarreal y empatar con el Betis. Los triunfos en la Copa y la Supercopa se dieron en Sevilla y Yeda, respectivamente, mientras que la eliminación europea llegó en Milán (4-3). Los números certifican también que los azulgrana ganaron los cuatro partidos con el Madrid, el último en Montjuïc. El próximo Barça-Madrid ya será en el Camp Nou. La capacidad inicial del nuevo estadio será un poco superior a la actual (60.000 espectadores) y de inicio se prevén también dificultades en la ubicación de los socios y abonados, muchos quejosos por las localidades asignadas en el Lluís Companys. “Volvemos a un campo en obras”, se resignan desde las oficinas del Barcelona.

Aumentarán los ingresos y las inversiones serán a favor de un campo propio después que en la última temporada se gastaran 24 millones en Montjuïc y se redujeran las pérdidas previstas respecto a 2023-2024 —el impacto negativo no está todavía cuantificado oficialmente, pues se pasó de una estimación de 100 millones por año a 50 y hasta 75. La cantidad dependerá del estreno del Spotify Camp Nou. El club ha pedido de momento disputar las tres primeras jornadas de Liga en cancha ajena para así poder estrenar el estadio en septiembre después del parón de las selecciones por la fecha FIFA. El día estará condicionado también por la prueba prevista para el Gamper. No olvidan los barcelonistas que “por los imponderables” —palabra del presidente— el traslado se ha demorado continuamente: del 29 de noviembre se pasó al mes de febrero para acabar la Liga en Montjuïc en mayo contra el Villarreal.

La vuelta a casa despertará el sentido de propiedad del abonado del Barça, acostumbrado a su localidad y también a una comodidad que no se ha dado en el Estadio Lluís Companys por la dificultad con el aparcamiento y los accesos desde la Plaça Espanya. La actividad deportiva en Montjuïc se ha limitado prácticamente a los partidos —incluso en la Champions—, y el frío que habitualmente barre la montaña ha sido a menudo disuasorio, más cuando ha mediado el viento y la lluvia, que obligó a los periodistas a abandonar la tribuna de prensa para refugiarse en la sala de trabajo en abril del año pasado ante la visita del Valencia. El departamento de comunicación del club dedicado a la logística se ha desvivido por atender a los medios para que pudieran trabajar en las mejores condiciones después de que las acreditaciones quedaran reducidas a la mitad respecto a las del Camp Nou.

Al igual que los aficionados, los periodistas se habían acostumbrado incluso a las goteras de Montjuïc. También los jugadores si se tiene en cuenta que no se quejaron sobre un estadio con una pista de atletismo que parte la conexión con la hinchada y facilita el partido al equipo visitante, mucho menos intimidado que en el estadio del Barça. “Yo no paraba de mirar hacia arriba y aquel campo no se acababa nunca”, recordaba Sergio Ramos sobre el Camp Nou. Aunque la afición azulgrana ha sido muchas veces más expectante que activa, no es lo mismo jugar ante 50.000 espectadores que contar con el apoyo de 100.000, los que volverá a tener el estadio cuando acaben las obras en 2026, año también en el que están previstas unas elecciones a las que concurrirá el presidente Laporta. “Las remontadas”, afirma un veterano jugador, “se seguirán situando en el Camp Nou y no en Montjuïc”.

Acaso se ha visto en alguna ocasión a Lamine y Raphinha invitar al público a animar después de que a los turistas se les ocurriera montar una ola en la grada cuando el equipo iba por detrás en el marcador del Lluís Companys. Al igual que algunos de sus compañeros y varios aficionados que se estrenaron en Montjuïc, Lamine apenas sabe cómo era el viejo estadio y desconoce cómo será el nuevo Camp Nou. La generación Montjuïc expresa el cambio social que vive el Barça. Aunque no son mayoría, su incidencia se anuncia decisiva después de convertir la adversidad por las obras del campo en una oportunidad única en sintonía con el carácter desacomplejado del presidente y el saber hacer y estar de un entrenador alemán entregado al Barça y a Barcelona. Una multitud de fans ha triunfado en una época de excedencia de miles de abonados en el tránsito del Camp Nou a Montjuïc y vuelta al Camp Nou.

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