Cada cual tiene ya su batallita en Gibraltar y su comarca sobre dónde le pilló la tarde del histórico 11 de junio, momento en que España y el Reino Unido anunciaron que había acuerdo para el tratado llamado a derribar la Verja. A la gibraltareña Sammy Armstrong, directora de la inmobiliaria Savills, le pilló a punto de terminar la jornada laboral en su oficina. Pero para ella la épica comenzó justo después: “Estoy supercontenta. En las siguientes 24 horas he recibido más llamadas de interesados en propiedades que en los últimos meses”, asegura. Pese a que el detalle del tratado aún tardará unos meses en llegar y el texto no está ni firmado, empresarios y trabajadores no residentes en Gibraltar al fin respiran aliviados por salir de una incertidumbre paralizante en la que llevaban inmersos desde hacía tres años y medio, cuando empezaron las negociaciones.
El acuerdo entre España y el Reino Unido alienta la esperanza de revitalizar el Peñón como maná económico de toda la comarca, pero también siembra dudas por la desigualdad entre las poblaciones
Cada cual tiene ya su batallita en Gibraltar y su comarca sobre dónde le pilló la tarde del histórico 11 de junio, momento en que España y el Reino Unido anunciaron que había acuerdo para el tratado llamado a derribar la Verja. A la gibraltareña Sammy Armstrong, directora de la inmobiliaria Savills, le pilló a punto de terminar la jornada laboral en su oficina. Pero para ella la épica comenzó justo después: “Estoy supercontenta. En las siguientes 24 horas he recibido más llamadas de interesados en propiedades que en los últimos meses”, asegura. Pese a que el detalle del tratado aún tardará unos meses en llegar y el texto no está ni firmado, empresarios y trabajadores no residentes en Gibraltar al fin respiran aliviados por salir de una incertidumbre paralizante en la que llevaban inmersos desde hacía tres años y medio, cuando empezaron las negociaciones.
Que el Peñón es un maná económico para la comarca del Campo de Gibraltar, con unos 280.000 habitantes, es algo que pocos ponen en duda. Y que esa posición privilegiada genera unas dinámicas de desigualdad económica es una evidencia apoyada en datos. Mientras que los 38.400 habitantes de Gibraltar están en el pleno empleo —en el segundo semestre de 2025 solo había 14 llanitos en paro, según las autoridades locales—, en la población limítrofe más cercana, la Línea de la Concepción, el desempleo se mueve en tasas del 29%, según datos publicados por el INE en octubre de 2024. En ese contexto, la colonia británica se ha considerado desde hace décadas un motor económico vital para la comarca que la rodea, hasta el extremo de aportar casi una cuarta parte de su Producto Interior Bruto, según un estudio económico realizado por el Gobierno gibraltareño que data de 2015.
En la escala micro, a Álvaro Ruiz le salen las cuentas de atravesar cada día la Verja para acudir a su puesto de vendedor de material eléctrico. El pasado miércoles se enteró por la prensa de que ya había acuerdo, justo cuando terminaba su jornada laboral por la que gana unos 1.800 euros al mes, con el cambio de libra a euro incluido. “Eso no se gana aquí [en La Línea]. Por ahora me planteo seguir trabajando allí en el futuro”, explica el joven de 27 años. No es el único de su familia: las empresas de Gibraltar dan de comer a su madre, su tía y su hermana. Todos ellos integran una masa de 15.200 empleados no residentes en el Peñón, de los que 10.600 son españoles.
“No es solo por el salario, es porque las condiciones laborales son mejores”, añade Ruiz. Pero hay sombras como las pensiones o las bajas laborales que el tratado se supone que iba solventar. “Te jubilas y España se olvida de ti”, se queja Elisa Moya, otra empleada en Gibraltar, en su caso como gobernanta de hotel.
El Peñón ha conseguido evitar una hemorragia de empresas en estos años de incertidumbre, aunque las arenas movedizas que el Brexit comenzó a agitar en 2016 le han costado la pérdida de unas mil compañías. Frente a las 15.009 empresas que aparecían registradas en agosto 2022 —una proporción de casi una por cada dos habitantes— Gibraltar ha pasado a tener 13.973 firmas. La reducción es menor entre las compañías consideradas “activas”: de 12.885 a 12.586 activas.
Ahora el escenario que se abre es otro, defiende el abogado Sebastián Díaz, experto en derecho internacional del mar: “El dinero es muy cobarde y cuando ve que hay problemas, se va. Todo lo que dé certidumbre es bueno para el negocio, aunque con el tema de las mercancías [lo anunciado por ahora solo apunta a que el control sería en el puesto de control del puerto de Algeciras, ya de por sí saturado] no está claro”.
Eso de que el dinero es miedoso lo sabe bien el empresario gibraltareño Bruno Callaghan, quien hace tres años derribó su mítico hotel Caleta para levantar el primero de cinco estrellas de la ciudad. Su idea era pasar de los 80 a los 150 trabajadores tras una inversión de 70 millones de euros. Pero la incertidumbre del tiempo sin tratado le hizo paralizar el negocio. Hasta este pasado miércoles. “Ahora podemos marchar hacia el futuro”, sentencia ilusionado. Callaghan tiene claro que, cuando la firma se materialice, “la prosperidad será mutua”. “Tenemos que estar juntos, no es una integración de soberanía, sino económica”, defiende el empresario.
La opinión optimista es compartida en toda la zona, máxime cuando “un 30% de la facturación de las empresas de La Línea procede de Gibraltar”, como cuantificó el alcalde de la ciudad gaditana Juan Franco el mismo día del acuerdo. Pero el matiz se centra en la desigualdad. El Gobierno de Gibraltar cifra la renta per cápita en 85.614 libras (unos 100.098 euros), con el matiz de que el cálculo puede resultar “engañoso”, ya que en el cálculo se incluye el rendimiento de los no residentes, la mitad de su fuerza laboral. Al otro lado, La Línea sigue en el vagón de cola de rentas de una provincia ya de por si pauperizada. El INE la fijó en octubre de 2024 en apenas 10.552 euros.
El profesor de la Universidad de Cádiz y experto en derecho internacional Jesús Verdú carga contra las Administraciones españolas por no haber hecho los deberes para reducir la brecha. “Me preocupa el desmantelamiento de fronteras por la carencia de un plan de Estado para el Campo de Gibraltar. La armonización es entre dos territorios absolutamente desiguales. Tenemos una falta de presencia del Estado durante décadas y carencias estructurales que en estos cuatro años se podrían haber atajado con una planificación estratégica. Ahora se consolida que el motor es Gibraltar y la dependencia hacia ella”, razona el experto.
En el terreno más práctico y evidente, Franco se preguntaba el mismo día del acuerdo cómo crecerá su ciudad cuando, de facto, Gibraltar se incorporase como si de un nuevo barrio se tratase y qué impacto tendría en la vivienda linense, un mercado cada vez más tensionado. De nuevo, la Verja aquí marca distancias. Mientras que el precio del metro cuadrado en Gibraltar se mueve entre los 5.000 y 9.000 euros, en La Línea va en una horquilla entre los 1.500 y 2.000 euros, según estima la empresaria inmobiliaria Armstrong. “Allí subirá seguro, porque van a salir muchos proyectos inmobiliarios. No será al precio de Gibraltar, pero subirá”, avanza la gibraltareña. Pero aporta un matiz: “La línea es muy fina porque si suben demasiado no compensará comprar allí, pero puede afectar al residente medio”.
El tiempo y las negociaciones dirán si los vaticinios, tanto los más sombríos como los más optimistas, se cumplen en un contexto tan nuevo como incierto para la comarca. De momento, hasta octubre no se espera que llegue la letra pequeña del tratado. Será entonces cuando se pueda saber si “el diablo se oculta en los detalles”, como reza un refrán inglés muy citado en estos días en Gibraltar. Será entonces cuando se sepa si la etapa que se abre está llamada a ser lo que Callaghan retrata con épica como “un capítulo nuevo en la historia de Gibraltar y el entorno”. O lo que el vendedor Ruiz resume sin atisbo de epopeya como un deseo: “Yo mientras nos dejen ganarnos la vida sin problemas…”.
Economía en EL PAÍS