Uno de los momentos más sensibles para la seguridad de un museo es cuando se están haciendo obras o en aquellas exposiciones abarrotadas de público y no hay que olvidar que el Louvre es el museo más visitado del mundo. Vivimos en una época en la que lo inimaginable es posible. Y el Louvre ha fallado en algo esencial: leer el tiempo en el que vive, una época en la que nada se puede dar por supuesto. Las colecciones no están a salvo. La Policía Nacional cuando lleva una obra en España y hace una parada, en un restaurante o similar, coloca el vehículo frente a la ventana. Es la forma de no perder de vista nunca el arte que transporta. La responsabilidad es enorme. Y se comunican por WhatsApp a ciertas horas establecidas: si no hay contestación, se sabe que hay problemas.
El robo en la pinacoteca parisina, que se une a una larga historia de sustracciones, demuestra que tiene medidas insuficientes de seguridad
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos
El robo en la pinacoteca parisina, que se une a una larga historia de sustracciones, demuestra que tiene medidas insuficientes de seguridad


Uno de los momentos más sensibles para la seguridad de un museo es cuando se están haciendo obras o en aquellas exposiciones abarrotadas de público. Vivimos en una época en la que lo inimaginable es posible. Y el Louvre ha fallado en algo esencial: leer el tiempo en el que vive, una época en la que nada se puede dar por supuesto. Las colecciones no están a salvo. La Policía Nacional cuando lleva una obra en España y hace una parada, en un restaurante o similar, coloca el vehículo frente a la ventana. Es la forma de no perder de vista nunca el arte que transporta. La responsabilidad es enorme. Y se comunican por WhatsApp a ciertas horas establecidas: si no hay contestación, se sabe que hay problemas.
Ahora el Louvre, en plena remodelación, ha perdido (esperemos que momentáneamente) varias piezas. Tres hombres encapuchados han sustraído, entre las 9:30 y 9:40 horas de este domingo, varias joyas (fueron nueve piezas robadas de las que luego se recuperó una, según el fiscal de París: faltan ocho) de la colección de Napoleón y la Emperatriz.
La reliquia recuperada, la corona de la emperatriz Eugenia, se ha encontrado en las inmediaciones con algunos daños. El ministro del Interior, Laurent Núñez, calificó el expolio como un “robo de gran magnitud” y ha asegurado que se trata de “joyas de un valor incalculable”. Lo que resulta incalculable es la falta de seguridad y de anticipación de la pinacoteca gala. Es un robo por oportunidad.

La teoría más factible es que alguien que trabajase en las obras supiera cómo acceder a la galería Apolo donde se custodian las joyas. Y una vez dentro las han obtenido a martillazos o con cualquier instrumento similar. El robo son varias piezas de la colección de joyas de Napoleón y la Emperatriz. Una tiara (que se ha encontrado rota), un broche, la corona de la Emperatriz. Pero no se han hecho con el diamante Regent. Una gema de 140 quilates que podría haber transformado en piezas más pequeñas y fáciles de colocar. Estos detalles indican que el robo es respuesta a la facilidad de cometerlo. Los ladrones no tenían muy claro qué llevarse. Lo que diera de margen esos pocos minutos. En un museo como el Louvre a cualquier ladrón se le hacen eternos.
Las autoridades francesas deben hacer una reflexión profunda. Llegar al corazón de Louvre ha sido muy fácil. Nadie ha utilizado ni tecnología ni sofisticadas herramientas. Duele la facilidad. Han servido varios mazos o similares para romper las vitrinas. ¿Y que pasó con las alarmas?
Francia ha fallado estrepitosamente en el cuidado de su patrimonio. La primera opción es que se pida un rescate por esas piezas. Los robos por encargo suelen ser de pintura. Esa es una regla no escrita en las esquinas más oscuras del arte. Pero también es una lección de que en esta época nada se puede dar por sentado. Si en el mayo de 1968 los jóvenes levantaban las losetas del barrio de Saint-Germain-des-Prés porque aseguraban que debajo estaba el mar, hoy descuidar la custodia de las obras conduce a situaciones como esta. Una pérdida de “joyas de valor incalculable”.
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Sobre la firma

Lleva unos 25 años escribiendo en EL PAÍS, actualmente para Cultura, Negocios, El País Semanal, Retina, Suplementos Especiales e Ideas. Sus textos han sido republicados por La Nación (Argentina), La Tercera (Chile) o Le Monde (Francia). Ha recibido, entre otros, los premios AECOC, Accenture, Antonio Moreno Espejo (CNMV) y Ciudad de Badajoz.
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