El plan arancelario de Donald Trump ha roto con todas las previsiones económicas. 2025 iba a ser, según consenso de analistas y gestores, el año de los pequeños valores en la Bolsa estadounidense. Tras dos años de dominio bursátil de las grandes tecnológicas, el Russell 2000, índice de referencia para las pequeñas empresas cotizadas de Estados Unidos, parecía encaminado a capitalizar el rebote económico, la moderación de tipos y la esperada reactivación del consumo doméstico que prometía el eslogan America First de Donald Trump. Pero el terremoto comercial desatado por el presidente, sumado al temor a una recesión, el repunte de las previsiones de inflación y los datos que revelan a un consumidor más frágil de lo esperado, ha desmontado por completo esas expectativas. En lo que va de año, el Russell 2000 cae un 16%, el doble que el 8% que pierde el S&P 500.
El índice Russell 2000, que agrupa a pequeñas y medianas empresas cotizadas, cae un 16% en el año, el doble que el S&P 500. El aumento de los costes por los gravámenes y el freno al consumo golpean más a las ‘small caps’
El plan arancelario de Donald Trump ha roto con todas las previsiones económicas. 2025 iba a ser, según consenso de analistas y gestores, el año de los pequeños valores en la Bolsa estadounidense. Tras dos años de dominio bursátil de las grandes tecnológicas, el Russell 2000, índice de referencia para las pequeñas empresas cotizadas de Estados Unidos, parecía encaminado a capitalizar el rebote económico, la moderación de tipos y la esperada reactivación del consumo doméstico que prometía el eslogan America First de Donald Trump. Pero el terremoto comercial desatado por el presidente, sumado al temor a una recesión, el repunte de las previsiones de inflación y los datos que revelan a un consumidor más frágil de lo esperado, ha desmontado por completo esas expectativas. En lo que va de año, el Russell 2000 cae un 16%, el doble que el 8% que pierde el S&P 500.

Aunque Trump ha cumplido sus promesas electorales al aplicar una política comercial agresiva —llegó a decir que la palabra arancel era la más bonita del diccionario—, su ofensiva ha descolocado al mercado. Muchos analistas consideraban que el órdago era un arma de presión negociadora. Pero ni siquiera los escenarios más pesimistas anticipaban que el presidente de EE UU tensaría la cuerda hasta dejar caer las Bolsas un 20%. No encajaba con su historial, porque Trump había utilizado sistemáticamente el buen desempeño bursátil como prueba del éxito de sus medidas económicas. De hecho, tras su reelección, la primera reacción de los mercados fue de optimismo, especialmente entre los pequeños valores: el Russell 2000, avanzó un 5,8%, frente al 2,5% del S&P. Esa narrativa se ha evaporado.
“Los pequeños valores tienden a obtener peores resultados cuando los inversores se preocupan por el riesgo de recesión o cuando cae la confianza de los consumidores”, advertían los analistas de Goldman Sachs, antes de que Trump exhibiera en la Rosaleda de la Casa Blanca su famosa cartulina con los impuestos extra que aplicará a las importaciones extranjeras. Los expertos del banco ha incrementado la probabilidad de recesión en EE UU al 65%, desde el 45% anterior por los aranceles ya calculan una contracción del PIB del 0,3% si se mantiene el castigo comercial. JP Morgan ha elevado esa estimación al 60%. Y Citi lo estima en un 40% pese a la pausa de 90 días que ha aplicado la Casa Blanca hasta que las tasas entren en vigor.
Una de las grandes aspiraciones de Donald Trump con su ofensiva tarifaria es el regreso de la producción estadounidense a suelo nacional. Más allá de ser una medida utópica en un mundo globalizado donde un proceso así llevaría muchos años, la decisión ha dejado particularmente expuestas a las empresas de menor tamaño. Los nuevos gravámenes implican que los productos que importe Estados Unidos tendrán que pagar un recargo extra que generalmente las empresas acaban trasladando a los clientes. En ese escenario, las small caps se enfrentan a un dilema: subir los precios y arriesgarse a vender menos o asumir parte de ese coste y ver reducidos los márgenes de beneficios.
Además, al tratarse de empresas mucho más locales que las multinacionales, su exposición al consumo interno es mucho más alta. En un contexto de enfriamiento de la demanda, las convierte en vulnerables. Las grandes corporaciones, al estar diversificadas geográficamente, pueden compensar la caída de un mercado con el mejor comportamiento en otro. Las pequeñas no tienen esa red de seguridad. Y esa vulnerabilidad se refleja en su desempeño bursátil. Desde los máximos alcanzados en febrero, el Russell 2000 cede casi un 19%, pero logra esquivar la consideración de mercado bajista (cuando un índice cae más de un 20% desde su máximo reciente durante un tiempo prolongado).
“Desde la década de 1950, las pequeñas capitalizaciones han caído entre un 35% y un 40% durante las recesiones estadounidenses. Ya hemos recorrido más del 60% del camino, lo que implica un potencial alcista si no se materializa la recesión, pero un mayor riesgo a la baja si las perspectivas se deterioran aún más”, explicaron en un informe los analistas de Bank of America. “Trump está cambiando el mundo tal como lo conocemos […]. A pesar de la lógica que pueda subyacer en algunas de las iniciativas políticas, su presentación ha sido torpe, poco profesional y, en ocasiones, completamente incompetente. Los precios actuales son consistentes con un temor al crecimiento, pero si el temor a una recesión se intensifica, es probable que el índice tenga un mayor potencial de caída. El optimismo de las pequeñas empresas, los consumidores y los inversores se ha ido debilitando cada vez más la semana pasada, alcanzando extremos en algunos casos que vale la pena detenerse a analizar”, valoran de forma crítica los analistas de RBC Capital Markets.
En todo caso, la incertidumbre es máxima. Los constantes cambios de rumbo en la política económica de la Administración Trump hacen que proyectar cualquier escenario a medio plazo resulte temerario. Por ello, los analistas coinciden en la importancia de escrutar con detalle los resultados trimestrales, en los que podría empezar a medirse el verdadero impacto del nuevo marco arancelario, o al menos las propias compañías podrían avanzar ciertas previsiones.
“Las revisiones y expectativas de beneficios han sido ligeramente mejores para las acciones de mayor capitalización bursátil que para el resto. Un gran obstáculo para las cotizaciones de alto crecimiento ha sido la rotación que se produjo a principios de año de la renta variable estadounidense a la Europa”, apuntan desde RBC Capital Markets. “A largo plazo el abanico de resultados sigue siendo muy amplio y depende en gran medida de la dirección de la política comercial. Debido a este contexto tan singular, el destino del mercado de valores está esencialmente en manos de una sola persona que puede atenuar o agravar unilateralmente este shock”, añaden desde JP Morgan.
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