En 2022, Alcarràs, de Carla Simón, obtuvo el Oso de Oro en el festival de Berlín y se convirtió en un éxito. La película, interpretada por actores llamados naturales (sin experiencia previa), abrió una racha de títulos con presencia de estos protagonistas que no soñaron serlo. Pero su convivencia con los intérpretes profesionales, que se forman y luchan por presentarse a pruebas, es complicada. El entorno económico no ayuda: según la Fundación AISGE —entre cuyos objetivos está la ayuda a artistas—, en 2023 solo el 7% de los actores españoles supera los 30.000 euros de ingresos y el 77% gana menos de 12.000.
Los intérpretes recelan de las elecciones como protagonistas a personas de la calle, los llamados actores naturales, de directores y productores
En 2022, Alcarràs, de Carla Simón, obtuvo el Oso de Oro en el festival de Berlín y se convirtió en un éxito. La película, interpretada por actores llamados naturales (sin experiencia previa), abrió una racha de títulos con presencia de estos protagonistas que no soñaron serlo. Pero su convivencia con los intérpretes profesionales, que se forman y luchan por presentarse a pruebas, es complicada. El entorno económico no ayuda: según la Fundación AISGE —entre cuyos objetivos está la ayuda a artistas—, en 2023 solo el 7% de los actores españoles supera los 30.000 euros de ingresos y el 77% gana menos de 12.000.
En este contexto, en julio de 2024 la actriz Iria Parada (Arima, Tres, Machos Alfa, Atasco) compartía un mensaje triste por Instagram: “Creo que es la tercera vez que intento grabar este vídeo porque al final me enfado, y lo que quiero es trasladar la tristeza y la pena porque estén pasando estas cosas: hoy otra productora no quiere verme en reel o en casting porque tengo demasiada experiencia”, y añade que buscan actores naturales.
Tras 8.340 me gusta, 657 comentarios y 549 veces compartido, la intérprete confiesa: “Estoy completamente en contra de este término (actores naturales) porque me pregunto: ¿qué es ser actor sino interpretar algo desde la verdad? Quería desahogarme en un entorno con gente de mi profesión, a la que podía estar pasándole lo mismo sin atreverse a hablarlo, y así ocurrió”. Entre los comentarios a su publicación están los de Pedro Casablanc (“Muy triste, Iria. Muy injusto”), Natalia Dicenta (“Brava, querida. Entiendo tu indignación”), Nacho Guerreros (“Ole por ti. Tu testimonio escenifica la realidad de esta profesión”) o Clara Alvarado (“100% contigo”). Parada añade: “Algunos compañeros me llamaron diciendo que no se atrevían a alzar la voz por miedo a que los directores de reparto les tachen de sus listas”. Y confiesa: “Yo tengo el mismo miedo, pero lo que quiero transmitir no es negativo, va a favor de nuestro oficio. Creo en las excepciones, sé que las hay, pero es gente que luego se siguió formando porque respeta este oficio. No es bueno que se conviertan en una norma, creo que no es justo para los que nos formamos”.
Una formación que en la Real Escuela Superior de Arte Dramático (RESAD) exige, en cuatro cursos, aprobar asignaturas de acrobacia, esgrima, expresión corporal, música, análisis de texto, verso, producción, dramaturgia o psicología. Además de estudios de métodos de actuación, interpretación ante la cámara, doblaje… que requieren una inversión extra de dinero en escuelas privadas.
“Ese recelo existe”, confirma el director Manuel Martín Cuenca. “Pero para debutar en el cine no tienes que haber pasado por una escuela de interpretación, elijo al que creo en cada momento que es mejor, venga o no de la interpretación profesional”. Director de películas como La flaqueza del bolchevique o El autor, siete veces candidato en los premios Goya, trabajó con algunos actores naturales en El amor de Andrea, aunque prefiere denominarles, como lo hacía el francés Robert Bresson, “de manera más respetuosa con unos y otros: actores profesionales y actores que no lo son; ambos tienen eso que llamamos naturalidad”. Y asegura: “El actor profesional sabe de la tramoya de su trabajo, la entiende. Con el actor no profesional tienes que crear la ilusión de que no hay tramoya detrás”. ¿Y eso supone una complicación a la hora de trabajar? “En los primeros días con los no profesionales necesitas más paciencia, les impresiona el dispositivo de rodaje hasta que se habitúan, pero lo importante es lo que trabajamos dentro de ellos”.
Para la productora Valérie Delpierre tampoco ha supuesto un contratiempo: “Nunca hemos tenido problemas por no conocer las dinámicas de trabajo”. Delpierre está detrás de los largometrajes de Pilar Palomero, cineasta que combina intérpretes de ambos orígenes. “Los actores profesionales siguen estando ahí, los necesitamos y queremos”, afirma Palomero. “Los directores somos conscientes de que el 99% de la película está en los actores que elegimos”. En su último estreno, Los destellos, los médicos de paliativos son doctores reales, como lo es el chamarilero, pero fue en su anterior trabajo donde participaron más intérpretes naturales: “En La Maternal había algo de activismo: ellas querían contar lo que les había sucedido. Me hubiera parecido hipócrita hacer algo sobre un tema así y guionizarlo. Se lleva haciendo toda la historia del cine. El neorrealismo italiano consistió en esto y no evitó que tuviéramos a Anita Ekberg o Marcello Mastroianni”.
La historia del cine está llena de actores naturales. Harold Russell ganó el Oscar al mejor actor de reparto en 1947 por Los mejores años de nuestra vida interpretando a un soldado que, como él, había perdido ambas manos en la guerra. Fue la primera de sus cinco películas y luego se retiró. Uno de los condenados por la caza anticomunista del senador McCarthy, Herbert J. Biberman, dirigió en 1954 La sal de la tierra sobre una huelga de mineros mexicanos, protagonizada por sus esposas reales. El cine quinqui español lanzó a una generación de jóvenes marginales en obras maestras como Deprisa, deprisa, de Carlos Saura. “Hay algo que me duele cuando lo escucho, porque parece que colocas la cámara, ellos hablan, y ya”, comenta Pilar Palomero, “y en realidad están haciendo un trabajo actoral. Repiten tomas y frases. Ojalá las chicas de La Maternal sigan trabajando, tienen un talento que me maravilló”.
Otra pieza clave en la convivencia entre actores profesionales y naturales son los directores de reparto. “La del actor no deja de ser una profesión en la que trabajan con su cuerpo, su sentimiento y su alma”, cuenta Ana Sainz-Trápaga, responsable del reparto en títulos como La virgen roja o Arde Madrid, “y si te preguntan por qué́ no tienen acceso a tal casting y les respondes que buscan actores naturales, les creas otro motivo de frustración”. A esto no son ajenos los responsables de las películas, como reconoce la productora Valérie Delpierre: “No hay nada que un actor no pueda realizar. Pero si por cuestiones creativas el director o directora me pide que abramos el elenco a no profesionales, siempre que sea justificado, creo que hay que confiar”.
En 1994 Días contados, de Imanol Uribe, ganó la Concha de Oro en el festival de San Sebastián y lanzó las carreras de Ruth Gabriel, Candela Peña, Pepón Nieto o Elvira Mínguez. Tras ellos estuvo el pionero de los directores de reparto, Paco Pino, y en EL PAÍS confesaba que para aquella película “ser desconocido era la única condición”. Él tiró de jóvenes actores, ahora estos profesionales buscan talento en más lugares. “Depende de la mirada del director”, sostiene Sainz-Trápaga. “Al final es un trabajo artístico donde el director es el capitán. Y si esto pasa por trabajar con naturales, como Carla Simón en Alcarràs, que lo quiso contar desde ahí, es totalmente lícito”. Una práctica que ha presentado actores en su momento sin experiencia pero que hoy cuentan ya con buenas filmografías como Jesús Carroza o Milena Smit, descubierta por Alejandro Gil, director de reparto. “También depende del tipo de trabajo. Ahora estoy haciendo una serie de gran presupuesto, y no voy a hacer pruebas de calle. Necesitamos actores profesionales que tengan técnica, sepan dónde está la cámara y posean la formación para trabajar de forma eficiente”. Gil, responsable del reparto de Élite o No matarás, añade: “No es una industria meritocrática. Es triste, pero así funciona. De alguna manera entiendes el recelo de los actores profesionales”.
Falta de derechos
Para Ignacio Martín, responsable institucional de la Unión de Actrices y Actores, “lo que les preocupa es la desprofesionalización. “Eso y la falta de derechos, que haya producciones con actores locales que no ganen el caché que recibiría un actor profesional, ni tengan las condiciones establecidas en convenio”. Algo que la productora Valérie Delpierre sí tiene en cuenta: “Las tablas salariales son lo mínimo que has de cumplir y luego vas hacia arriba según quién te lo pide. Pero nunca estamos por debajo de lo legal, independientemente de su experiencia.”
“A todo profesional le preocupa ver que no hay trabajo suficiente. Te preparas para conseguir tu sueño y luego te pasan por la derecha sin esfuerzo alguno”, sostiene Martín, “y los intérpretes tienen una cultura muy fuerte del esfuerzo”. Y según la Fundación AISGE, tres de cada cuatro artistas no logran vivir de ese esfuerzo, un 46% carece de cobertura de desempleo, la mayoría necesita un segundo trabajo alejado del campo cultural, y su pensión media de jubilación es algo superior al salario mínimo aunque inferior a la media del resto de pensiones.
Con la irrupción de influencers y youtubers, codiciados por sus seguidores en redes sociales, y la inteligencia artificial asomando amenazante por el horizonte, el video de Iria Parada destila un sentir general y es síntoma del miedo a la precariedad. “Ahora, de repente, todo el mundo es actor”, afirma la actriz, “y me da rabia porque amo mi profesión, hay que respetarla porque tenemos en nuestras manos un arte”.
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