Los científicos de la Estación Biológica constatan un mayor deterioro hídrico del parque nacional en 2024, pero destacan que las últimas lluvias y el acuerdo por Doñana abren la puerta a cierta recuperación Leer Los científicos de la Estación Biológica constatan un mayor deterioro hídrico del parque nacional en 2024, pero destacan que las últimas lluvias y el acuerdo por Doñana abren la puerta a cierta recuperación Leer
En los años 60, los niños noruegos se echaron a la calle para recaudar dinero para salvar Doñana, entonces el gran refugio de los gansos que en invierno emigraban al sur desde el norte de Europa. Bajo el lema ‘Una corona, un ganso’, aquélla fue la primera campaña de crowdfunding medioambiental de la historia. Pero, más allá de la anécdota, aquella iniciativa sirve para ilustrar la importancia que el Parque Nacional de Doñana tenían para las comunidades de anátidas (patos y gansos) del continente. En sus marismas, durante los meses de invierno, se daba cita el 70% de la población de gansos europeos, una especie con la que los nórdicos se sienten, tradicionalmente, muy identificados. Salvar Doñana era proteger sus gansos.
Pero aquel paraíso para el ganso ha dejado de serlo. Durante el pasado año 2024, apenas se contabilizaron 4.337 ejemplares, una cifra ínfima si se compara con los 70.000 que volaban hasta este rincón del sur de España a finales de la década pasada. Y no, no es que la población de gansos europea haya sufrido una drástica reducción. La razón hay que buscarla, según los científicos de la Estación Biológica de Doñana -adscrita al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC)- en el grave deterioro, sobre todo hídrico, que viene experimentando el parque nacional.
El informe ‘Estado de la Biodiversidad en Doñana’ de 2024, que se ha conocido este viernes, advierte, una vez más, de la preocupante situación por la que atraviesa Doñana, víctima del cambio climático, de la sequía prolongada y de las presiones humanas en su entorno, un cóctel que está secando, literalmente, sus venas. El complejo de lagunas, marismas y acuíferos que la convirtieron en un humedal único está enfermo y el último, y definitivo, síntoma es el ganso nórdico que ya no inverna en Doñana.
Los expertos de la Estación Biológica se han fijado en patos y gansos para analizar el estado del parque porque hay pocos indicadores más fiables de la salud de los humedales. Han estudiado la evolución de su presencia en Doñana en los últimos 40 años y han comprobado que las especies han cambiado y que, sobre todo, su número ha caído en picado. Lejos han quedado los tiempos en los que albergaba al 1% de la población de todo el continente y eso se debe, según el informe del CSIC, a la reducción de la superficie de marisma inundada, a que hay menos comida disponible y a que la inundación es cada vez más tardía por la sobreexplotación de los acuíferos, además de un factor añadido, que llueve menos cada año.
Los autores del informe son contundentes y señalan al deterioro de Doñana como la causa de que el número de aves acuáticas invernantes -el ganso es una de ellas- baje y baje sin parar y concluyen que las marismas han dejado de ser ese refugio que fue en el siglo pasado para convertirse en lo que llaman un «agujero negro».
Advierten de que la conservación de Doñana es una cuestión de «relevancia internacional» y que su buen estado repercute directamente en la biodiversidad de todo el continente. Por ello, reclaman medidas «urgentes y drásticas» entre las que destaca el documentos tres: reducir las extracciones ilegales de agua del acuífero que nutre a Doñana; restaurar los cauces que alimentan la marisma y que fueron secados en el siglo pasado; y adaptar la gestión hídrica a los escenarios climáticos del futuro, esto es, al cambio climático y sus consecuencias.
Precisamente, el vicedirector de la EBD, Javier Bustamante, apunta al cambio climático como factor que ayuda a explicar el abandono de Doñana por parte del ganso nórdico. No solo es que Doñana se esté secando, es que, por efecto del calentamiento global, las anátidas tienden a invernar cada vez más al norte.
El balance científico de Doñana de 2024 refleja hasta qué punto la sequía es una realidad en el parque: el acumulado de precipitaciones de 2023 y 2024 es inferior a la precipitación del 40% de años más secos. Por lo que respecta a la temperatura, la media registrada el año pasado está dentro de los ocho años con las mayores temperaturas máximas. La máxima de 2024 en Doñana fue de 41 grados y es, además, el segundo año con la mayor temperatura media, 18,79 grados.
Otra de las alertas rojas que se encendieron en el último año se centró en la laguna de Santa Olalla, que se secó completamente en el mes de septiembre por la ausencia de lluvias y por efecto de la evapotranspiración. Nunca antes había sufrido una desecación tan intensa, ni siquiera en los períodos de sequía extrema de los años 90 ni en 2005.
Más allá de patos y gansos, en general los censos de aves están registrando cifras a la baja récord, como la del mes de enero de 2024, con apenas 43.889 ejemplares, el peor datos de ese mes desde que se tienen registros del Parque Nacional de Doñana. Y, otra vez, el agua, la escasez de agua, es la causa. Por lo que se refiere al ánsar común, al ganso, los 4.337 ejemplares contabilizados el año pasado representan el segundo dato más bajo nunca conocido.
Con todo, hay motivos para el optimismo. Según el director de la Estación Biológica, Eloy Revilla, las lluvias que han caído este otoño y en lo que va de invierno han tenido un efecto «muy positivo» en Doñana, hasta el punto de que han abierto la puerta a cierta recuperación que se nota ya en la vegetación. Asimismo, las precipitaciones han provocado que entre agua en la marisma y que se infiltre en el subsuelo, lo que apunta a una posible mejora del acuífero «a medio plazo». Aunque, ha precisado Revilla, las lluvias han estado dentro de la media normal.
Otro factor que Revilla valora positivamente es el acuerdo político entre el Gobierno central y la Junta de Andalucía para la recuperación del parque, que califica de «fundamental». «La situación de Doñana es la que, es mala, pero sin ese acuerdo sería aún peor», ha remarcado el científico del CSIC.
Si nada se tuerce (más), cree que el sistema de Doñana, «que es grande y complejo», podría experimentar una mejoría a corto y medio plazo. Y, quién sabe, quizás regrese el ganso nórdico al que una vez fue su gran refugio de invierno.
Andalucía // elmundo