Para poder jubilarse es necesario acreditar un número de años cotizado determinado y tener la edad legal para convertirse en pensionista. Estos dos requisitos no son estancos, por lo que muchos trabajadores deben retrasar su retiro unos años hasta reunir el tiempo de cotización suficiente para despedirse de su empleo, o para que la pensión resultante no le sea recortada. Esta regla suele tener que estirarse más para aquellos que han entrado tarde al mercado de trabajo, y, por tanto, no han podido desarrollar una carrera laboral lo suficientemente larga cuando alcanzan la edad para jubilarse. Según apuntan las proyecciones del último estudio elaborado por el Ivie y la Fundación BBVA para 2065, los jóvenes de hoy que solo hayan podido cotizar 30 años hasta entonces deberán retrasar su retiro hasta los 71 años para que la pensión a la que tengan derecho sea similar a la de su último salario. Algo que lograrían a los 65 años aquellos con 40 años de cotización a sus espaldas; y a los 68 quienes presenten 35 años.
Las dificultades para lograr carreras laborales largas desembocarán en una demora del retiro, según un estudio del Ivie y Fundación BBVA
Para poder jubilarse es necesario acreditar un número de años cotizado determinado y tener la edad legal para convertirse en pensionista. Estos dos requisitos no son estancos, por lo que muchos trabajadores deben retrasar su retiro unos años hasta reunir el tiempo de cotización suficiente para despedirse de su empleo, o para que la pensión resultante no le sea recortada. Esta regla suele tener que estirarse más para aquellos que han entrado tarde al mercado de trabajo, y, por tanto, no han podido desarrollar una carrera laboral lo suficientemente larga cuando alcanzan la edad para jubilarse. Según apuntan las proyecciones del último estudio elaborado por el Ivie y la Fundación BBVA para 2065, los jóvenes de hoy que solo hayan podido cotizar 30 años hasta entonces deberán retrasar su retiro hasta los 71 años para que la pensión a la que tengan derecho sea similar a la de su último salario. Algo que lograrían a los 65 años aquellos con 40 años de cotización a sus espaldas; y a los 68 quienes presenten 35 años.
“El acceso más tardío a un empleo dificultará que los jóvenes de hoy en día logren completar carreras laborales suficientemente largas y, por lo tanto, tendrán que prolongar su permanencia en el mundo laboral para conseguir una pensión que les permita mantener su nivel de vida”, incide el informe, cuyo punto de partida se sitúa en el hecho de que la tasa de ocupación de las personas de entre 16 y 29 años se situó en 2024 en el 43,2%, 15 puntos porcentuales por debajo de la que se registraba en 2007 para ese mismo grupo de edad (58,7%).
El informe también apunta a que las reformas en el sistema de pensiones que se han aprobado y que afectarán al cómputo en un horizonte cercano tampoco contribuirán a facilitar en el futuro el adiós de los trabajadores más jóvenes. Entre esas modificaciones están el aumento de la edad ordinaria de jubilación hasta los 67 años para aquellos que tengan carreras de menos de 38,5 años cotizados en 2027; y la subida hasta 37 años cotizados necesarios para alcanzar un 100% de la base reguladora en 2027. O también la ampliación del número de años para calcular la base reguladora, para llegar en 2044 a considerar los 27 mejores años dentro de los últimos 29.
Tomando como base los datos del último ejercicio completo del mercado laboral, y aplicando sobre ellos las modificaciones normativas futuras, el estudio del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (Ivie) y la Fundación BBVA establece sus proyecciones de cara a 2065 (dentro de 40 años) sobre la base de cuánto tiempo y hasta qué edad será necesario seguir trabajando para que la tasa de reemplazo (la diferencia entre la pensión y el último salario percibido o básicamente cuánto de tu último sueldo te llevas a la prestación) de aquellos recién incorporados sea lo más reducida posible. “Cuanto menor sea la duración de la carrera laboral, más baja será, es decir, la pensión será más reducida respecto al último salario. Esto, si lo unimos a unos salarios más bajos de base, podría dar lugar a problemas de suficiencia, y por lo tanto un nivel de bienestar mermado tanto durante su vida laboral como tras la jubilación”, alerta el texto.
La única forma de que los jóvenes no deban prologar su jubilación hasta los 71 años será que cuenten con un ahorro acumulado suficiente (pensión privada, herencias…), recalca el documento. De lo contrario, “con la legislación prevista actualmente, proyectada a 2065, se obtendrá una tasa bruta de reemplazo del 90% ―que equivale aproximadamente a una tasa neta del 100%, lo que significa mantener el nivel de vida previo― con 40 o más años cotizados y con una edad de jubilación de 65 años», señala. “Para conseguir la misma tasa de reemplazo con una carrera laboral de 35 años, se deberá demorar la jubilación hasta los 68 años, y hasta los 71 años con solo 30 años cotizados”, añade.
Mayor exposición
El panorama podría ser incluso peor para los futuros jubilados si, como alerta el documento, se introducen algunas de las reformas que suelen debatir los expertos. Son, por ejemplo, elevar el periodo de cómputo de la base reguladora (la referencia para definir la cuantía final de la pensión) hasta los últimos 35 años; aumentar hasta 40 años cotizados para alcanzar el 100% de la base reguladora (esto es, sin penalización), en lugar de los 37 que habrá en 2027; y, por último, vincular la cuantía de la pensión inicial a la esperanza de vida, mediante un factor de sostenibilidad que se empezará a aplicar a partir de 2044.
De salir adelante estos tres cambios, el estudio calcula que la tasa de reemplazo experimentaría una reducción de entre 10 y 20 puntos porcentuales. Por ejemplo, aquellos que solo hubieran podido sumar 30 años cotizados tendrían derecho a una pensión que sería poco más de la mitad de su último salario, es decir, una tasa de reemplazo del 57,6%, frente al 77,1% de las personas que se están jubilando actualmente con ese mismo número de años cotizados.
Como conclusión final, el documento advierte de que los jóvenes “están más expuestas a los cambios del ciclo económico”, y que “la calidad media de sus ocupaciones es peor”. Por lo que la precariedad a la que se enfrentan impide que puedan obtener mayores ingresos.
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