Los gritos e insultos de Javier Milei ya no asustan como el primer día. Esta semana que pasó, los 24 gobernadores de Argentina encabezaron una rebelión en el Senado, donde están representadas las provincias, con la aprobación de leyes que aumentan el gasto fiscal. Fue un disparo al corazón del modelo económico del presidente, que logró superávit en las cuentas tras el despido de 50.000 funcionarios, el cierre o la fusión de un centenar de organismos del Estado y la paralización de toda la obra pública.
El presidente argentino afronta una rebelión de gobernadores y legisladores aliados que evidencia los límites de su estrategia de confrontación permanente
Los gritos e insultos de Javier Milei ya no asustan como el primer día. Esta semana que pasó, los 24 gobernadores de Argentina encabezaron una rebelión en el Senado, donde están representadas las provincias, con la aprobación de leyes que aumentan el gasto fiscal. Fue un disparo al corazón del modelo económico del presidente, que logró superávit en las cuentas tras el despido de 50.000 funcionarios, el cierre o la fusión de un centenar de organismos del Estado y la paralización de toda la obra pública.
El ajuste permitió a Milei bajar la inflación, un logro que, repite una y otra vez, bastará para que “la libertad arrase” en las elecciones legislativas de octubre. La revuelta de los gobernadores, la mayoría de ellos aliados, se coció a fuego lento sin que Milei hiciese nada para evitarla. Convencido de que lidera una cruzada de “las fuerzas del cielo” contra “los zurdos hijos de puta”, el presidente ultra rompió todos los puentes de negociación. Como no cree en el arte de los acuerdos, ha chocado contra la política.
Milei no tiene gobernadores propios y cuenta con apenas 6 de 72 senadores y 27 de 257 diputados. Aun así, logró desde su llegada al poder en diciembre de 2023 la aprobación de leyes que consideraba esenciales para su proyecto y hasta la cesión por un año de las atribuciones legislativas. Blandió la motosierra casi sin rivales y se convirtió en amo en el desierto. La oposición argentina está diezmada.
El peronismo no se recupera de la derrota ante un personaje estrafalario y tiene, además, a su principal dirigente, Cristina Kirchner, presa por corrupción. El Pro, el partido del expresidente liberal Mauricio Macri, es apenas una sigla que se refugió en la administración de la ciudad de Buenos Aires y debió fusionarse en el resto del país con La Libertad Avanza, el partido de Milei. Una mayoría de gobernadores, dueños del poder territorial, se había rendido hasta ahora a los pies de la Casa Rosada, impelida por la necesidad de fondos para sus provincias.
Con la economía bajo control y una aprobación popular que ronda el 50%, Milei parecía tener abiertas las puertas del cielo. Pero los errores propios y un inocultable amateurismo político provocaron esta semana una crisis autoinfringida que desconcertó a la ultraderecha.
“Este es el Gobierno más débil desde la recuperación de la democracia y es mal pagador”, resume el analista político Carlos Fara. “Los que ayudan a gobernar a Milei consideran que no está cumpliendo con muchas de las cosas que había prometido y eso en algún momento iba a generar una tensión. Pasó ahora en el Senado”, dice. El politólogo Pablo Touzon, director de la consultora Escenarios, coincide: “Hay algo en la dinámica del Gobierno que hace que cada vez que parece que le está yendo bien vuelva a un proceso de autofagia que nunca abandonó. Tenía como aliados a casi todos los mandatarios provinciales, pero los utilizó y los malogró”, explica.
Argentina es un país federal. Las provincias tienen desde el siglo XIX sus propias constituciones y parlamentos. Se financian en buena parte con el dinero de los impuestos llamados coparticipables: el Gobierno central recauda y luego reparte. Para alcanzar el superávit fiscal, Milei retuvo ese dinero que no le pertenece. Lara Goyburu, directora ejecutiva de Management & Fit, dice: “Muchos gobernadores apoyaron a Milei porque tenían la certeza de que había que ordenar la macroeconomía, pero ahora ven que ese apoyo legislativo no se tradujo en, por ejemplo, el regreso de los fondos para la obra pública y eso impacta en sus gestiones”. “El de hoy es un superávit fiscal mentiroso: si lo logro porque me quedo con tu dinero, en algún momento me lo vas a reclamar”, advierte Fara.
Elecciones inminentes
La paciencia se acabó con la inminencia de las elecciones. La Libertad Avanza, envalentonados sus dirigentes por los éxitos económicos y el apoyo en las encuestas, decidió ir con candidatos propios en todos los distritos, incluso en los más cercanos a la Casa Rosada. “Lo que querían los gobernadores”, explica Touzon, “era evitarse una lista libertaria en su provincia. Estaban para negociar, no para confrontar. Si confrontan, es por una fuerza mayor”.
La misma lógica aplica Milei con los partidos políticos. El Pro de Macri lo apoyó bajo la premisa de que había que acabar de una vez por todas con el kirchnerismo. Recibió a cambio una guerra sin cuartel de la ultraderecha en la ciudad de Buenos Aires, su último bastión electoral, y una oferta de sometimiento absoluto en el resto del país.
El peronismo, el único gran partido de oposición a Milei, está, en tanto, sumido en el desconcierto. Y la prisión de Kirchner bloqueó cualquier posibilidad de renovación. “Entró en un proceso de entropía, en un festival de rencillas internas de espaldas a las demandas de la ciudadanía. Se encapsuló, porque Kirchner presa se encargó de obturar cualquier idea de sucesión. La presión y la extorsión moral que eso implica significa que no habrá ninguna novedad en el corto plazo”, dice Touzon.
Milei triunfa en un ring sin rivales, pero tropieza consigo mismo. Cuando el Senado se aprestaba el jueves a doblegar al Gobierno, el presidente agitó la idea de que el país estaba ante un “intento de golpe institucional”. Acusó a los gobernadores de pretender “destruir” su gestión, motivados por la “desesperación” de una Libertad Avanza imparable en las urnas. Dijo entonces que vetaría las leyes recién aprobadas y que esperaba a la oposición listo para la batalla el 11 de diciembre, fecha en que asumirán los diputados y senadores que su partido sumará en las elecciones de octubre. Los trolls libertarios, financiados con dinero público, habían pedido desde el arranque de la sesión parlamentaria que el presidente sacase “los tanques a la calle” para dinamitar el Congreso “con todos los diputados y senadores dentro”. El Gobierno ultra pasó, en pocas horas, de sentirse infalible a sobreactuar la inminencia de una intentona golpista.
¿Cómo llegó a ese punto? Para Touzon, primó la idea de que “es ahora o nunca” cuando los ultras deben ir por todo. El reciente triunfo electoral en las legislativas de la ciudad de Buenos Aires, donde enfrentaron a cara de perro a los candidatos de Macri, “les validó la idea de que son autosuficientes y no necesitan aliados”, dice. Fara va un paso más allá. “En determinado momento, Milei decidió dejar que avanzaran las leyes en el Congreso con la expectativa de que eso le puede servir electoralmente. Si ahora hay volatilidad en el dólar o sube el riesgo país, ya tiene a quién echarle la culpa”, dice. En la mira podrá poner sin remordimientos a “la casta”, una categoría elástica que incluye políticos, empresarios, periodistas, sindicalistas y, sobre todo, cualquiera que por oponerse a su gobierno merezca el mote de “zurdo inmundo”.
Porque la estrategia se condimenta con el estilo confrontativo del presidente, que cada día innova en insultos e improperios. La lista es larga: “mandriles sodomizados”, “ñoños republicanos”, “pelotuditos de las formas”, “parásitos mentales”, “burros eunucos”. La violencia verbal de Milei, a la que se suman muchos de sus ministros, crece ante la convicción de que su electorado es sobre todo joven y lo disfruta. Lara Goyburu dice que “ese voto joven tiene otra idiosincrasia y estos modos que nos resultan tan chocantes, a La Libertad Avanza le resultan convocantes”.
Si los sondeos no se equivocan, los candidatos de la ultraderecha harán una muy buena elección en octubre y el Congreso será más libertario que el actual. Hay, sin embargo, un límite al entusiasmo de Milei: por mejor elección que haga, La Libertad Avanza parte de un piso tan bajo de legisladores que no logrará la mayoría que necesita para imponer sus reformas radicales. Al día siguiente de las elecciones deberá negociar aún con sus aliados, los mismos que hoy pretende exterminar.
Internacional en EL PAÍS