No existe movimiento musical trascendental en el siglo XX donde no haya participado (y condicionado para bien) Quincy Jones. Desde las primeras orquestas de jazz hasta el hip hop, las bandas sonoras, el soul, el pop… De Count Basie a Beyoncé, de Frank Sinatra a Michael Jackson, de Ray Charles a Amy Winehouse. Con todos trabajó y en todas estuvo este hombre que nació pobre hasta “tener que comer ratas”, como confesó, y que se convirtió en uno de los hombres fundamentales de la música popular.
Trabajó con artistas de la talla de Michael Jackson, Frank Sinatra, Aretha Franklin, Ella Fitzgerald o Ray Charles y estuvo en todas las revoluciones musicales del siglo XX
No existe movimiento musical trascendental en el siglo XX donde no haya participado (y condicionado para bien) Quincy Jones. Desde las primeras orquestas de jazz hasta el hip hop, las bandas sonoras, el soul, el pop… De Count Basie a Beyoncé, de Frank Sinatra a Michael Jackson, de Ray Charles a Amy Winehouse. Con todos trabajó y en todas estuvo este hombre que nació pobre hasta “tener que comer ratas”, como confesó, y que se convirtió en uno de los hombres fundamentales de la música popular.
Quincy Jones ha fallecido a los 91 años en su casa de Bel Air en Los Ángeles, según ha anunciado su familia. “Esta noche, con el corazón lleno pero destrozado, debemos compartir la noticia del fallecimiento de nuestro padre y hermano Quincy Jones”, informa el comunicado. “Y aunque esta es una pérdida increíble para nuestra familia, celebramos la gran vida que vivió y sabemos que nunca habrá otro como él”. Efectivamente, tuvo una existencia plena, como resumió en las últimas líneas de su vertiginosa autobiografía, Q, publicada en 2001: “He vivido la vida intensamente, como quienes me precedieron y tuvieron a bien guiarme hasta aquí, enseñándome a abordar la creatividad con modestia y a responder al éxito con donaire. Tenían estilo, dignidad y orgullo. Vivieron y amaron con la misma furia con la que tocaron: eso es lo único que he querido siempre. Ese ha sido siempre mi sueño”. Jones es el tercero, detrás de Beyoncé y Jay-Z, con más nominaciones a los premios Grammy de todos los tiempos (80 frente a las 88 de cada uno) y también el tercero más galardonado, con 28 premios.
Más allá de su ingente producción musical como productor, arreglista y compositor (además de editar sus propios discos), el valor de Jones se encuentra en que abrió las puertas de la industria musical a la comunidad negra. Él fue empresario y figura indiscutible que siempre animó y promocionó a los músicos negros. No olvidemos que hablamos de los años cincuenta, sesenta, setenta… del siglo pasado, cuando en muchas partes de Estados Unidos el racismo y la segregación estaban latentes.
Seguramente su triunfo más cuantitativo fue la producción en 1982 de Thriller, de Michael Jackson, el disco más vendido de todos los tiempos. Sin embargo, nunca quiso que este descomunal éxito ensombreciera su carrera y su talento. En una entrevista con este diario en 2009, cuando se le preguntó si había rivalidad con Michael Jackson, aseguró: “He trabajado con Louis Armstrong, Frank Sinatra, Nat King Cole, Billie Holiday, Aretha Franklin y, sobre todo, Ray Charles… ¿Cree que podría sentir celos de Michael Jackson? Michael no tenía tanto talento. Era grande, pero no jugaba en la liga de los que acabo de citar. He tenido siete hijos y participado en 40 películas. No tengo tiempo para perder en tonterías”.
Quincy Jones nació en Chicago el 14 de marzo de 1933 y tuvo una infancia dura. Su madre, con problemas mentales, dejó el hogar cuando Jones era un niño. Él y su hermano se quedaron a cargo de su padre, carpintero, y sobre todo de su abuela. “Mi abuela era de las que no desperdiciaban nada, y tampoco tenía nada que desperdiciar. Cocinaba lo que le caía en las manos: comadrejas, gallinas, ratas…”. No tenían ni electricidad ni agua corriente. En 1943, el padre de Jones se trasladó con sus dos hijos a Bremerton (Washington), ya que encontró trabajo en los astilleros. Se casó de nuevo, adoptó a los tres hijos de ella y tuvieron otros tres. En total sumaban ocho vástagos, y Jones y su hermano eran los menos queridos por su madrastra. “No tenía control alguno sobre el lugar donde vivía, no tenía control sobre mi madre enferma, sobre mi despiadada madrastra y sobre mi exaltado padre. No podía controlar a los violentos blancos que me pegaban por ser negro, ni a los negros burgueses que me despreciaban por demasiado pobre. Pero la música sí la podía controlar. Era el único mundo que me daba cariño y libertad”, contó en sus memorias.
Quincy encontró la música de forma casual. Un día se encontraba merodeando en busca de comida con su hermano y un amigo por Sinclair Heights, una comunidad segregada en Bremerton; entraron en un centro recreativo y se topó con un piano. Comenzó a tocar y encontró “la paz”. Tenia once años. Genio precoz, comenzó a tocar la trompera en la escuela y a los trece años ya realizó arreglos para el trompetista Clark Terry. Cuando tenía 14 años conoció a otro genio, Ray Charles, de 16, y desde entonces comenzaron a trabajar juntos. Charles fue un ejemplo para Jones. “Me encantaba verle hacer la compra a él solo, cocinar a él solo, lavarse la ropa. Le veía cruzar la calle sin bastón ni perro [Ray Charles era ciego], esquivando el tráfico… Y me dije: ‘Qué demonios, si él puede hacerlo, yo también”. Con 18 años, Jones consiguió comenzar a vivir de la música al entrar en la orquesta de Lionel Hampton.
Quincy Jones y Sarah Vaughan en París, en 1958.Jean-Pierre Leloir
Con 23 años realizó una gira por Sudamérica y Oriente Medio como director musical y arreglista de Dizzy Gillespie. Poco después se vio con fuerza para dirigir su propia big band. En 1961 le contrataron como director musical de la discográfica Mercury y trabajó con Ella Fitzgerald, Dinah Washington, Frank Sinatra, Peggy Lee, Sarah Vaughan o Sammy Davis Jr. Por esa época también comenzó a componer bandas sonoras: El prestamista, A sangre fría, En el calor de la noche o El color púrpura. En televisión, fue el productor de la famosa serie El príncipe de Bel-Air, y realizó temas musicales para innumerables series, como El show de Bill Cosby. En los sesenta se le quedó pequeño el jazz y comenzó a trabajar con el soul, el pop y más tarde con el hip hip. En 1985 se apuntó otro tanto al organizar la grabación de We Are the World, el éxito benéfico que recaudó fondos para aliviar la hambruna en Etiopía.
Pero uno de sus proyectos más ambiciosos estaba por llegar. Lo hizo en 1989, cuando editó el disco Back on the Block, donde logró reunir a talentos de la música afroamericana de varias generaciones: Miles Davis, Ice-T, Chaka Khan, Ella Fitzgerald, Big Daddy Kane, Dizzy Gillespie, George Benson o Bobby McFerrin. El disco arrasó en los Grammy, consiguiendo seis galardones. Desde los primeros tiempos del hip hop sus canciones y ritmos fueron sampleados por las estrellas del género, incluido Tupac Shakur, que salía con su hija Kidada cuando el rapero fue asesinado en 1996.
Jones se casó tres veces y tuvo siete hijos. Los últimos años de su vida los dedicó a la caridad dirigiendo diversas organizaciones casi siempre enfocadas a ayudar a la comunidad afroamericana.
En sus memorias, Quincy Jones, que tenía 67 años cuando las escribió, describió cómo quería ser despedido al llegar su muerte: “Cuando me vaya quiero hacerlo con estilo, tal y como he intentado vivir. Y quiero que mis amigos celebren una fiesta por todo lo alto”. E incluso sugirió una lista de canciones, donde, entre otros, aparecen: Somewhere, por Aretha Franklin; How Do You Keep the Music Playing, por James Ingram y Patti Austin; Kind of Blue, por Miles Davis, y cualquier tema de Frank Sinatra y Ray Charles. ¿El lema de la despedida? Él mismo lo proporcionó: “¡Qué no pare la fiesta!”.
Babelia
Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
Cultura en EL PAÍS