España no es país para opas. Ese es el sentimiento cada vez más extendido en el mercado. En menos de dos años, se han planteado varias operaciones estratégicas de compra de compañías cotizadas que, o bien han fracaso, o después de muchos meses no terminan de materializarse. La consecuencia es que hay un atasco de 25.000 millones de inversión que no se ha ejecutado. A ello se añade un intangible negativo, apuntan expertos acostumbrados a trabajar en estas lides: la sensación de que no merece la pena embarcarse en procesos de esta naturaleza.
En los últimos dos años, los intentos de compra más importantes en España ha descarrilado. Los expertos creen que subyacen conflictos por la gobernanza o la influencia política
España no es país para opas. Ese es el sentimiento cada vez más extendido en el mercado. En menos de dos años, se han planteado varias operaciones estratégicas de compra de compañías cotizadas que, o bien han fracaso, o después de muchos meses no terminan de materializarse. La consecuencia es que hay un atasco de 25.000 millones de inversión que no se ha ejecutado. A ello se añade un intangible negativo, apuntan expertos acostumbrados a trabajar en estas lides: la sensación de que no merece la pena embarcarse en procesos de esta naturaleza.
Antes de que BBVA se haya encontrado con el rechazo mayoritario de los accionistas del Sabadell a su oferta, otros tampoco lograron sus objetivos. Este es el caso de Naturgy. La compañía vive una situación accionarial delicada. Varios de los fondos de private equity que se quedaron entre 2016 y 2018 las participaciones de Repsol y de La Caixa quieren salir desde hace años, pero no encuentran comprador.
Su empeño es desbloquear la situación de una de las compañías consideradas más estratégicas de España, ya que es el principal suministrador energético y gestiona los grandes contratos de gas. Primero fracasó el Proyecto Géminis, un plan para dividir la compañía en dos que no fue del gusto del Gobierno. Y posteriormente la empresa trató de solucionar el problema con una opa de la compañía de Abu Dabi TAQA. Sin embargo, la falta de entendimiento con La Caixa por la gobernanza de la compañía desfondó esta opción. El as de la emiratí se ha ido enfriando mientras aparecía la portuguesa EDP como otra posibilidad de fusión, que tampoco ha fraguado.
A falta de entrada de capital ajeno, Naturgy optó por lanzar una autoopa por el 10% de sus acciones, con la que amplió el número de títulos disponibles en el mercado y mejorar así su free float (acciones disponibles para la negociación), una oferta de la que apenas carecía la empresa y que la habían expulsado de los principales índices. Esta operación, de más de 2.000 millones, salió adelante sin problemas.
Hay otro ejemplo menos voluminoso en cuanto al desembolso pero de gran valor simbólico como es Talgo. De nuevo, se trataba de desbloquear un atasco accionarial y reforzar industrialmente a la compañía. La húngara Magyar Vagon lanzó una opa que fue vetada por el Gobierno. Los lazos de la empresa controlada por el Gobierno de Viktor Orban con el entorno de Vladimir Putin generó gran desconfianza no sólo en Moncloa sino también en Bruselas. Posteriormente, hubo otros dos interesados. La polaca PESA y la india Jupiter Wagons, que finalmente se retiraron ante las reticencias políticas.
El Gobierno trató de buscar una solución local que pasaba por Sidenor y las cajas de ahorros vascas. A día de hoy, la solución para Talgo no se ha concretado del todo. Cotiza en mínimos históricos algo por encima de los 2,5 euros por acción, muy lejos de los cinco euros o incluso más de cinco euros por título que ofrecían los inversores extranjeros interesados en el fabricante de trenes.
Hay otras opas dentro del Ibex-35 que se anunciaron durante estos meses y que se han quedado en el limbo. El gigante canadiense Brookfield admitió contactos con los dueños de Grifols, la propia familia fundadora, pero nada se ha sustanciado por ahora. Analistas que han seguido este proceso creen que el problema fue de precio y desde el verano de 2024 que se conoció este proceso no ha habido fumata blanca, por lo que muchos lo dan por muerto.
Y en este verano también ha descarrilado la batalla por Ercros. La portuguesa Bondati y la italiana Esseco se interesaron por quedarse a través de una opa por la química especializada en cloro. Lo último que se ha sabido es que Esseco se retiró en verano, dejando el camino despejado al otro competidor, que no termina de rematar este proceso.
Con este panorama, son pocos los procesos de opa que han triunfado en los últimos tiempos en suelo español: son la compra de Applus o la adquisición de Aedas por parte de Neinor. Unas operaciones que más se asemejan a un proceso de puro M&A privado, donde un fondo mayorista quiere vender que a una opa con el capital atomizado en el que hay que convencer a muchos.
La última gran operación que se produjo en España de esta naturaleza fue la opa sobre Abertis, allá por el año 2018 y que no estuvo exenta de polémica. Los dos competidores, ACS y la italiana Atlantia, acabaron repartiéndose la compañía de La Caixa.
Y si se mira al escenario europeo, la situación tampoco es ideal. En el sector bancario, este mismo verano la italiana UniCredit retiró su opa por el Banco BPM, después de que el Gobierno italiano de Meloni impusiera una serie de condiciones que descarrilaron la operación.
En el sector financiero europeo se reitera la necesidad de que el sector bancario se consolide para poder competir con los gigantes internacionales, pero la realidad es que cada estado se mira a sí mismo y la situación no avanza. “A los recelos políticos se suman las luchas de poder que se plantean en las grandes fusiones. Nadie quiere ceder competencias y los procesos se enquistan”, señala un abogado que ha participado en procesos de esta naturaleza. Esas dudas también pesan mirando al futuro, ya que en los últimos meses se especulaba con la posibilidad de consolidar el sector bancario español con hipotéticas fusiones de Sabadell con Abanca o Unicaja, que por ahora han sido desmentidas por los afectados.
España tiene ejemplos paradigmáticos de luchas encarnizadas por el control de otras compañías como la pelea entre ACS e Iberdrola, la opa sobre Endesa o el intento de compra de Pemex a Repsol. Todos acabaron en disputas traumáticas que aún a día de hoy mantiene de alguna manera enfrentadas a las partes. Lejos queda ya la fuerte consolidación que logró el Banco Santander bajo el mando de Emilio Botín. Los más veteranos explican que aquellos procesos se fraguaban con discreción y no en disputas hostiles, que en la mayoría de ocasiones se revelan condenadas al fracaso.
De nada están sirviendo ahora las urgencias mostradas por Mario Draghi. El expresidente del Banco Central Europeo y ex primer ministro de Italia lanzó un informe en el que revelaba las carencias de Europa por la falta de tamaño de sus grandes compañías que están lastrando la competitividad del Viejo Continente respecto de las potencias americanas o chinas.
Ahora es Telefónica quien está intentando hacer ver la necesidad de consolidación del sector de las telecomunicaciones a nivel europeo. Su presidente ejecutivo, Marc Murtra, reitera en cada intervención pública que requieren de tamaño, pero las autoridades europeas siguen siendo recelosas por la afectación que esto puede tener sobre el consumidor.
Esa defensa de la competencia y del consumidor es precisamente el argumento que siempre ha mantenido el Gobierno de España o la Generalitat de Catalunya para evitar que BBVA se quedara con Sabadell. Ahora falta por ver si el camino en solitario de ambos bancos es más próspero a medio y largo plazo.
Economía en EL PAÍS