La arquitecta rebelde y multipremiada propone transformar las oficinas vacías en viviendas. «Sólo en París hay un millón de metros cuadrados disponibles», advierte Leer La arquitecta rebelde y multipremiada propone transformar las oficinas vacías en viviendas. «Sólo en París hay un millón de metros cuadrados disponibles», advierte Leer
La arquitecta y urbanista Odile Decq (Laval, Francia, 1955) decidió, de niña, que quería diseñar teatros. Cuando se lo contó a un arquitecto amigo de su familia, éste se mostró encantado con la idea de la pequeña. «Le dijo a mis padres que era muy bueno que las señoritas quisieran ser arquitectas porque así podrían diseñar los muebles de su oficina, las cocinas… O sea, los hombres hacen lo importante y las mujeres, el resto», recuerda.
Aquello le sentó tan mal que la rebeldía que ya se había desencadenado en ella fue en aumento. Y, al cabo de los años, cumplió su sueño y diseñó museos en Italia y en China. Y se convirtió en una de las arquitectas más reconocidas y premiadas en todo el mundo, con su propia escuela, fundada en 2014 en París. Ella alcanzó la cima del éxito profesional, pero todavía no ha visto la igualdad entre hombres y mujeres por la que tanto ha luchado. «En los años 80, cuando empecé a trabajar, pensaba que se iba a alcanzar, pero todavía hoy los hombres no nos ven como iguales y capaces de hacer todo lo que ellos hacen». Recientemente, pasó fugazmente por Sevilla para participar en el Hay Festival, en una charla con Martha Thorne, directora ejecutiva durante 16 años del Premio Pritzker, considerado el Nobel de la Arquitectura.
- A usted se la considera una arquitecta rebelde, pero ¿es posible mantener esa actitud con el paso de los años?
- Dicen que soy rebelde porque protesto bastante. Y sí, se puede mantener con el paso de los años. Absolutamente.
- ¿Cómo se traslada esa rebeldía a su trabajo?
- Es una cuestión de seguir tu propio camino, sin mirar lo que los demás están haciendo. Ser rebelde es pensar libremente y no conformarse con lo que dicen los demás.
- ¿Esa rebeldía implica discusiones con los clientes?
- Ah, no. Respeto mucho a los clientes, pero entablo una negociación en la que los escucho mucho e intento atraerlos a mi terreno. Pero no es fácil.
- ¿Qué cliente es más difícil? ¿Una administración o alguien con mucho dinero?
- Depende. Que sea un cliente duro no está relacionado con su papel, sino con qué tipo de individuo es.
- ¿El diseño y la arquitectura de autor sólo se lo pueden permitir las clases más acomodadas?
- No. Que sea una administración o alguien rico no tiene tanta importancia. La clave es qué quieren los clientes y cómo entablo un diálogo con ellos para conseguirlo. También es importante quién va a ver el edificio. O sea, no sólo es importante el usuario, sino los observadores y el público en general. No hago arquitectura para mí, sino para la gente que la va a usar.
- Se asocia la arquitectura al poder. Ahora, los edificios emblemáticos son de grandes compañías y en la antigüedad la iglesia construía catedrales…
- Oh, no. La arquitectura para mí no es poder. Es para todo el mundo. Cuando hago una casa para una familia, es para ellos, para hacer su vida más cómoda. No es una demostración de poder.
- ¿Qué opina de la arquitectura más espectacular y casi de récord que se está haciendo en países como China o Dubái, donde se pugna por construir el edificio más alto o el más…?
- Si dices que la arquitectura es poder, entonces, implícitamente, estás despreciando a la mayoría de la gente que vive en una ciudad. Yo creo firmemente que hay que hacer una arquitectura para todo el mundo. No es poder. Y la arquitectura de récord no me interesa en absoluto. No tengo ese ego. Paso del tema.
- Hay urbanistas que defienden la construcción de edificios emblemáticos para que transformen la ciudad.
- Un ejemplo de transformación que funciona es Bilbao, con el Guggenheim, que ha sido un catalizador de muchos cambios. A veces es necesario y funciona, pero otras, no. Sevilla es una ciudad magnífica por todos los monumentos tan espectaculares y, en este caso, quizás en la periferia, en el extrarradio, un edificio emblemático podría estar bien. Pero con el propósito de que sea un lugar en el que la gente se junte. La sensación de pertenencia es muy importante. Entonces, la arquitectura, ya sea un edificio, un espacio interior o una plaza, puede ayudar a fomentar esa sensación de formar parte de esa comunidad.
- En las ciudades hay un gran problema con la vivienda. Es cara y no hay suficientes casas que cubran la demanda.
- En todos los sitios es lo mismo.
- Todavía nadie ha encontrado la varita mágica para solucionar este problema, pero ¿cómo se puede abordar la falta de vivienda?
- En las ciudades de todo el mundo, la vivienda se está encareciendo cada vez más y el resultado es que la gente más modesta se tiene que marchar. El gran reto es tener viviendas asequibles para que las ciudades puedan mantener su población y no expulsen a la población más frágil.
- Claro, porque hay mucha población que está marchándose de los centros de las grandes ciudades.
- Hace poco estuve en Londres y una persona me preguntó si en cuestión de vivienda estamos volviendo al siglo XIX. Y respondí que no, que estamos retrocediendo a la Edad Media porque en esa época la gente vivía muy junta, protegida en casas en tiempos de guerra y los pobres estaban apartados, esparcidos por el territorio. Y parece que hoy en día estamos haciendo lo mismo: el centro de las ciudades es sólo para ricos y los demás se tienen que ir a las afueras. La esencia de una ciudad es que podamos vivir todos juntos. Por eso, cuando se establece una división de ese tipo: ricos aquí y pobres allá, tenemos un grave problema. Es una cuestión de política de urbanismo, más que simplemente de arquitectura.
- Otra clave en este asunto es que en los centros de las grandes capitales hay poco espacio para construir. Usted defiende transformar oficinas en viviendas.
- Sí, en París, por ejemplo, hay un millón de metros cuadrados de oficinas vacías. ¡Es mucho! Habría que transformarlo en viviendas, no demolerlo. Muchas veces, los del sector inmobiliario dicen que es más caro transformar que tirar y construir nuevo, pero yo mantengo la postura contraria.
- Bueno, habría más trabajo para los arquitectos si se tira todo.
- No se trata de que haya más trabajo para los arquitectos, sino de ser inteligentes. Es cuestión de usar la cabeza. Gastar el dinero en cosas estúpidas no tiene sentido.
- No es nada corporativista.
- No, nada, en absoluto.
- Usted dice que los edificios se han convertido en productos financieros, más que en lugares donde vivir, trabajar o crear comunidades.
- Sí, muchísimo más. Y un hándicap de eso es la segregación: este es un edificio de oficinas, este de viviendas, comercial… Entonces, el problema que llega con esa división es que la gente no se encuentra en las escaleras, no se mezcla, sólo se ve en la calle. Habría que mezclar más esos usos. El clima influye también. En un sitio como Sevilla es maravilloso porque te encuentras con la gente en la calle y en las plazas, pero en ciudades como París o Londres es mucho más difícil.
- En España se debate sobre limitar el precio de los alquileres, que también se ha disparado.
- En París lo han intentado, pero no funciona.
- La ley de la oferta y la demanda, al final, se impone.
- Estamos yendo hacia un sistema de división de castas: ricos, menos ricos, clase media y pobres. Estoy convencida de que el éxito de las ciudades, la sociedad y el mundo depende de que seamos capaces de vivir juntos. Pero el gran problema es que vamos en sentido contrario: a la división de la sociedad en grupos. La sociedad es una mezcla de géneros, edades, todo tipo de identidades y no podemos vivir en guetos. Es imposible. Aunque la tendencia hoy parece que es, más y más, vivir en guetos: los ricos en el centro de la ciudad y los pobres, en las afueras. Es un gran problema.
- Muy pocas mujeres han ganado el premio Pritzker.
- Sólo una: Zaha Hadid. Las otras fueron premiadas en parejas con hombres.
- ¿A qué lo achaca?
- Porque vivimos en un mundo donde los hombres manejan todo.
- Pero, ¿cree que se va avanzando en igualdad?
- Trabajo desde principios de los años 80 y siempre pensaba que se iba a alcanzar la igualdad, pero todavía no ha llegado. En el año 2019, en la Bienal de Venecia hicimos un manifiesto para que a las mujeres nos tomaran en serio y se dieran cuenta de que podemos hacer todo. El problema que tenemos hoy en día no es por las mujeres, sino por los hombres. Todavía no nos ven como iguales, capaces de hacer lo mismo que ellos.
- Ha trabajado en muchos países, ¿en cuál lo ha hecho con más libertad?
- Fuera de tu propio país trabajas con más libertad. Hay un dicho en inglés que refleja esto: el césped es más verde al otro lado de la valla. Hace referencia a que lo del vecino siempre es mejor.
- Fundó una escuela multidisciplinar de Arquitectura en la que incluso se enseña neurociencia, ¿qué tiene que ver con el urbanismo?
- La arquitectura necesita muchas disciplinas y muchos profesionales. A través de la neurociencia, se profundiza en cómo se siente una persona en un edificio, cuál es su reacción en los espacios… No es sólo cómo lo percibe con los ojos. La arquitectura tiene que conocer esas reacciones y esas sensaciones.
- ¿Se va hacia un arquitecto que sea una especie de hombre del Renacimiento que sabe de matemáticas, pintura, ciencia…?
- No sé si es como en el Renacimiento, pero cuando trabajas en un proyecto de arquitectura, manejas otras disciplinas. Debes saber de economía o finanzas para hacer un presupuesto, pero también geografía, geología, física, matemáticas, arte, a veces literatura, sociología y también neurociencia. Trabajas con todo ello y por eso es tan compleja la arquitectura. No es un plano con un dibujo y ya está.
- ¿Cómo ve el futuro? ¿Nos dominará la inteligencia artificial?
- La inteligencia artificial la vamos a usar. No podemos elegir no usarla. Tenemos que enfrentarnos con esa realidad. Pero si no eres autocrítico y no profundizas en las preguntas que le haces, la inteligencia artificial te da algo superficial que no sirve. Para ello, es clave pensar y leer. Y para la gente joven es difícil leer. Tenemos que animarlos con leer y escribir. El segundo problema es cultural. Ahora, casi todo viene de los Estados Unidos, con su marco cultural, que es diferente al de Europa, India o China. No pensamos aquí igual que en Estados Unidos. Si aceptamos esa estructura y esa información, al final, todo el mundo será igual y sin las diferencias culturales que son tan importantes.
- Es una especie de colonización.
- Sí, por eso Europa tiene que preocuparse de este asunto. Es muy importante.
- Con su imagen rockera-punk le tengo que preguntar ¿qué tipo de música escucha?
- Escucho de todo, menos jazz. No me gusta. Mucha música clásica, blues, rock, rap no tanto…
- ¿Y grupos como The Cure?
- Claro, todos los que me ven piensan en The Cure, pero mi influencia es anterior. Antes de ese grupo, Robert Smith estuvo con Siouxsie and the Banshees y esa es mi influencia.
- Claro, la conexión tenía que ser una mujer.
- [Risas]
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