El Ayuntamiento de Barcelona, poco amigo de la libertad de mercado, la ha tomado ahora con las panaderías. Por mejor decir, con las franquicias o con las denominadas macropanaderías . En otros términos, defiende a las panaderías de barrio de toda la vida. Ya saben, la botigueta. Cosa rara si tenemos en cuenta que las panaderías de toda la vida prácticamente ya han desaparecido y muchas son ahora franquicias. ¿Por qué esa cruzada contra las panaderías? El argumento: el ruido y la competencia desleal. El Ayuntamiento no lo tiene fácil si tenemos en cuenta que las panaderías franquicias y la macropanaderías no suelen ser ruidosas, cierran pronto -terraza incluida-, están limpias, cobijan a los ciudadanos –calentamiento y refrigeración- en invierno y en verano, son un lugar de sociabilidad, poseen wifi, tienen una oferta variada, venden sus productos a los vecinos y tienen unos precios asequibles. Y algo más: si estos establecimientos ocupan el lugar que ocupan es porque alguien –el propietario, a veces el botiguer que tenía su comercio- lo ha alquilado o vendido sacando provecho de ello. Unos establecimientos que, se decía antes, también son de barrio quiérase o no. ¿De qué se quejan? El botiguer, o cualquier otro comerciante de la zona, se queja, digan lo que digan, disfrácenlo como lo disfracen, de la competencia. Cierto. Pero, vivimos en una sociedad de mercado libre en que subiste quien mejor se adapta al mercado. Es decir, el más competente. Es duro, pero es así. Las panaderías franquiciadas y las macropanaderías son un ejemplo más de lo que ocurre. Ahí están, por ejemplo, los supermercados, las superficies comerciales, los grandes almacenes, las tiendas de marca, los restaurantes, las grandes librerías y un largo etcétera. ¿Qué sentido tiene protestar porque algunos de estos negocios hacen la competencia al pequeño comercio? Ninguno. ¿Qué alternativa? La modernización o la especialización de los pequeños. Con frecuencia, quienes persiguen la competencia llamada desleal lo hacen para conservar su competencia, a veces, también desleal. El Ayuntamiento de Barcelona -poco amigo de la libertad de mercado, decía al inicio- insiste y persiste en su batalla contra las panaderías franquiciadas y las macropanaderías. Se trata de frenar la expansión por la vía de un nuevo plan de usos. Las excusas de mal pagador –se dice en Cataluña- no suelen tener futuro. La realidad se impone. El Ayuntamiento de Barcelona, poco amigo de la libertad de mercado, la ha tomado ahora con las panaderías. Por mejor decir, con las franquicias o con las denominadas macropanaderías . En otros términos, defiende a las panaderías de barrio de toda la vida. Ya saben, la botigueta. Cosa rara si tenemos en cuenta que las panaderías de toda la vida prácticamente ya han desaparecido y muchas son ahora franquicias. ¿Por qué esa cruzada contra las panaderías? El argumento: el ruido y la competencia desleal. El Ayuntamiento no lo tiene fácil si tenemos en cuenta que las panaderías franquicias y la macropanaderías no suelen ser ruidosas, cierran pronto -terraza incluida-, están limpias, cobijan a los ciudadanos –calentamiento y refrigeración- en invierno y en verano, son un lugar de sociabilidad, poseen wifi, tienen una oferta variada, venden sus productos a los vecinos y tienen unos precios asequibles. Y algo más: si estos establecimientos ocupan el lugar que ocupan es porque alguien –el propietario, a veces el botiguer que tenía su comercio- lo ha alquilado o vendido sacando provecho de ello. Unos establecimientos que, se decía antes, también son de barrio quiérase o no. ¿De qué se quejan? El botiguer, o cualquier otro comerciante de la zona, se queja, digan lo que digan, disfrácenlo como lo disfracen, de la competencia. Cierto. Pero, vivimos en una sociedad de mercado libre en que subiste quien mejor se adapta al mercado. Es decir, el más competente. Es duro, pero es así. Las panaderías franquiciadas y las macropanaderías son un ejemplo más de lo que ocurre. Ahí están, por ejemplo, los supermercados, las superficies comerciales, los grandes almacenes, las tiendas de marca, los restaurantes, las grandes librerías y un largo etcétera. ¿Qué sentido tiene protestar porque algunos de estos negocios hacen la competencia al pequeño comercio? Ninguno. ¿Qué alternativa? La modernización o la especialización de los pequeños. Con frecuencia, quienes persiguen la competencia llamada desleal lo hacen para conservar su competencia, a veces, también desleal. El Ayuntamiento de Barcelona -poco amigo de la libertad de mercado, decía al inicio- insiste y persiste en su batalla contra las panaderías franquiciadas y las macropanaderías. Se trata de frenar la expansión por la vía de un nuevo plan de usos. Las excusas de mal pagador –se dice en Cataluña- no suelen tener futuro. La realidad se impone.
EL OASIS CATALÁN
Con frecuencia, quienes persiguen la competencia llamada desleal lo hacen para conservar su competencia, a veces, también desleal
El Ayuntamiento de Barcelona, poco amigo de la libertad de mercado, la ha tomado ahora con las panaderías. Por mejor decir, con las franquicias o con las denominadas macropanaderías. En otros términos, defiende a las panaderías de barrio de toda la vida. Ya saben, la … botigueta. Cosa rara si tenemos en cuenta que las panaderías de toda la vida prácticamente ya han desaparecido y muchas son ahora franquicias. ¿Por qué esa cruzada contra las panaderías? El argumento: el ruido y la competencia desleal.
El Ayuntamiento no lo tiene fácil si tenemos en cuenta que las panaderías franquicias y la macropanaderías no suelen ser ruidosas, cierran pronto -terraza incluida-, están limpias, cobijan a los ciudadanos –calentamiento y refrigeración- en invierno y en verano, son un lugar de sociabilidad, poseen wifi, tienen una oferta variada, venden sus productos a los vecinos y tienen unos precios asequibles. Y algo más: si estos establecimientos ocupan el lugar que ocupan es porque alguien –el propietario, a veces el botiguer que tenía su comercio- lo ha alquilado o vendido sacando provecho de ello. Unos establecimientos que, se decía antes, también son de barrio quiérase o no. ¿De qué se quejan?
El botiguer, o cualquier otro comerciante de la zona, se queja, digan lo que digan, disfrácenlo como lo disfracen, de la competencia. Cierto. Pero, vivimos en una sociedad de mercado libre en que subiste quien mejor se adapta al mercado. Es decir, el más competente. Es duro, pero es así. Las panaderías franquiciadas y las macropanaderías son un ejemplo más de lo que ocurre. Ahí están, por ejemplo, los supermercados, las superficies comerciales, los grandes almacenes, las tiendas de marca, los restaurantes, las grandes librerías y un largo etcétera. ¿Qué sentido tiene protestar porque algunos de estos negocios hacen la competencia al pequeño comercio? Ninguno. ¿Qué alternativa? La modernización o la especialización de los pequeños. Con frecuencia, quienes persiguen la competencia llamada desleal lo hacen para conservar su competencia, a veces, también desleal.
El Ayuntamiento de Barcelona -poco amigo de la libertad de mercado, decía al inicio- insiste y persiste en su batalla contra las panaderías franquiciadas y las macropanaderías. Se trata de frenar la expansión por la vía de un nuevo plan de usos. Las excusas de mal pagador –se dice en Cataluña- no suelen tener futuro. La realidad se impone.
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