Pena de fútbol

Aficionados del Newcastle ven un partido en un pub  inglés el pasado marzo.

Reino Unido, con una de las poblaciones reclusas más altas de la Europa occidental (más de 86.000 presos, 134 cada 100.000 habitantes en Inglaterra y Gales a marzo del año pasado), busca soluciones imaginativas para atajar el atasco judicial y no tener que construir dos cárceles nuevas por año. Una de las que está sobre la mesa, según han admitido varios miembros del Gobierno británico, es cambiar la condena de prisión por la prohibición al delincuente de acudir a eventos deportivos y pubs. En el país que inventó el deporte rey y que consume millones de pintas al año podría ser, a juicio de los promotores de la iniciativa, un castigo suficientemente disuasorio. En lugar de pena de cárcel, pena de fútbol (sin). Las autoridades ya liberaron el pasado septiembre a 1.700 presos y a otros 1.100 en octubre, ninguno de ellos responsable de crímenes violentos, agresiones sexuales o terrorismo, que habían cumplido ya el 40% de su condena. Pero siguen faltando celdas.

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 Para descongestionar las prisiones, Reino Unido se plantea prohibir a algunos delincuentes acudir a grandes eventos deportivos como alternativa a la cárcel  

Reino Unido, con una de las poblaciones reclusas más altas de la Europa occidental (más de 86.000 presos, 134 cada 100.000 habitantes en Inglaterra y Gales a marzo del año pasado), busca soluciones imaginativas para atajar el atasco judicial y no tener que construir dos cárceles nuevas por año. Una de las que está sobre la mesa, según han admitido varios miembros del Gobierno británico, es cambiar la condena de prisión por la prohibición al delincuente de acudir a eventos deportivos y pubs. En el país que inventó el deporte rey y que consume millones de pintas al año podría ser, a juicio de los promotores de la iniciativa, un castigo suficientemente disuasorio. En lugar de pena de cárcel, pena de fútbol (sin). Las autoridades ya liberaron el pasado septiembre a 1.700 presos y a otros 1.100 en octubre, ninguno de ellos responsable de crímenes violentos, agresiones sexuales o terrorismo, que habían cumplido ya el 40% de su condena. Pero siguen faltando celdas.

El Consejo de Europa promovió en 1985 un convenio “sobre la violencia e irrupciones de espectadores con motivo de manifestaciones deportivas y especialmente de partidos de fútbol”, después de varias tragedias, como la de mayo de ese año, cuando 39 aficionados murieron en una avalancha humana antes de la final de la Copa de Europa. Una de las medidas de ese convenio, ratificado por España, fue “prohibir a los espectadores introducir bebidas alcohólicas en los estadios y restringir y, preferentemente, prohibir la venta”. El apellido de la ley vigente en España, “contra la violencia, el racismo, la xenofobia y la intolerancia en el deporte”, da cuenta del listado de conductas delictivas que pueden tener lugar en una competición. El último anuario de la comisión estatal encargada de proponer sanciones enumera, con los datos facilitados por la Policía Nacional, hasta 90 detenidos y 500 expulsados en la temporada 2022-2023, la mayoría en partidos de primera y segunda división. En cuanto a la presencia de seguidores considerados “radicales y violentos”, el número asciende a 75.059 en la liga de fútbol profesional. La Comisión también propuso esa temporada 1.094 sanciones: 582 leves, 509 graves y tres muy graves. De ellas, 1.032 para espectadores y 62 para los clubes de la primera y la segunda categoría. La mayor parte tienen que ver con “participación en altercados” y el “consumo, introducción de bebidas alcohólicas o venta de envases rígidos”.

El alcohol en los estadios se prohibió en 1990 y la ley de 2007 insistió en el veto. El debate sobre su consumo en las gradas es antiguo y quizá pagaron justos por pecadores, pero es fácil encontrar ejemplos en el mundo de cómo las autoridades toman precauciones para evitar que la pasión por un equipo se convierta en violencia al que es de otro. En la liga argentina, desde 2013 no hay afición visitante en los partidos, salvo en contadas excepciones. Se prohibió después de varias muertes por trágicos incidentes en los que las víctimas fueron hinchas.

Pero hecha la ley, hecha la trampa. Aunque dentro de los estadios se venda cerveza sin plomo, en los palcos VIP corren los cubatas y en todo caso, si pasean una noche de partido por los alrededores del Bernabéu verán el dominó de latas que abraza el campo cuando los espectadores ya han ocupado su asiento. Parece una performance artística.

Los aficionados se quejan de que las sanciones que propone la Comisión estatal contra la violencia, el racismo, la xenofobia y la intolerancia en el deporte a menudo son para los que se levantan de la grada con el culo frío, y no tanto para las Muy Importantes Personas que acompañan las almendritas con un roncito o lo que surja en los palcos VIP. La ley que prohibió el alcohol en los estadios se aprobó siendo ministro del Interior José Luis Corcuera, quien, unos años después, en 1999, se presentó en el Bernabéu con una bota de vino para ver un Madrid-Athletic. Los servicios de seguridad le interceptaron en la puerta y le recordaron la norma. Él respondió, según la noticia que publicó este diario, que habiendo sido miembro del Gobierno no suponía peligro alguno. Durante la discusión -del exministro del Interior con los encargados de la seguridad en el estadio-, la bota desapareció, por lo que le permitieron la entrada. Pero Corcuera terminó bebiendo tan pichi de ella desde la tribuna de preferencia. Cuando fueron a pedirle que la entregara, el exministro respondió que la bota de vino no contenía vino, sino coca cola, según las mismas fuentes. Luego escribió una carta al presidente de la Comisión Nacional contra la Violencia en los Espectáculos Deportivos, José Ramón Onega, a su vez director general de Política Interior, admitiendo que el vino era vino y reiterando que “no hubo violencia alguna”. La misiva fue considerada “atenuante”, pero la comisión propuso para Corcuera y sus acompañantes una multa de 250.000 pesetas, el equivalente a 2.570 euros de hoy. Años más tarde, en 2011, un juzgado de Sevilla condenó al exministro a pagar otra multa, esta ya en euros (300) por alterar el orden público y ser “irrespetuoso” con la Policía Local al intentar acceder, sin identificarse, a la Feria de Abril de Sevilla por un lugar reservado para coches oficiales y de servicio público. La sentencia señala que Corcuera dijo aquello de “Usted no sabe con quién está hablando”. O sea, un poquito de reincidencia por parte del exministro rebelde.

Un buen partido de fútbol es una exhibición de talento, y por tanto, algo parecido al arte. Hay goles de museo que producen la misma gratificación que contemplar un buen cuadro: admirar las cualidades que nos hubiera gustado tener y disfrutar de la belleza. Pero al tiempo, la pasión por un escudo o unos colores conecta con una parte salvaje, animal. Algo debe haber cuando el país que inventó este deporte se plantea sustituir penas de cárcel por la prohibición de acudir a grandes eventos deportivos y/o pubs, es decir, se atreverían a dejar al delincuente en la calle, pero no en un estadio. Lo pienso mientras recuerdo cómo blasfemo, injurio y veo salir (por la boca) la poca violencia que hay en mí solo o cada vez que le hacen una falta a Santi Cazorla.

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