Jennifer López fue rockera, callejera, sexy, cabaretera y hasta flamenca la noche del domingo ante las 15.000 personas que llenaron el Movistar Arena de Madrid. La neoyorquina salió a reclamar el lugar que se había ganado en el olimpo del pop y que en 2024 sintió que perdía después de tener que cancelar su anterior gira un mes antes de su arranque. Ese mismo año se divorció de Ben Affleck, cuya historia de amor homenajeó en el disco-película de aquel tour fallido, en el que se gastó 20 millones de dólares. “Les dije a mis hijos que después de un mal momento llegaría algo mejor”, reflexionó la artista sobre el escenario. En algo más de dos horas, bailó, cantó, transitó por todos estos personajes sin un ápice de ironía y salió victoriosa (y sin sudar). JLo recuperó su trono.
La neoyorquina repasa sus grandes éxitos ante las 15.000 personas que llenaron el Movistar Arena en un espectáculo donde rigió una premisa: más es más
Jennifer López fue rockera, callejera, sexy, cabaretera y hasta flamenca la noche del domingo ante las 15.000 personas que llenaron el Movistar Arena de Madrid. La neoyorquina salió a reclamar el lugar que se había ganado en el olimpo del pop y que en 2024 sintió que perdía después de tener que cancelar su anterior gira a un mes de empezar. Ese mismo año se divorció de Ben Affleck, cuya historia de amor homenajeó en el disco-película de aquel tour fallido, en el que se gastó 20 millones de dólares. “Les dije a mis hijos que después de un mal momento llegaría algo mejor”, reflexionó la artista sobre el escenario. En algo más de dos horas, bailó, cantó, transitó por todos estos personajes sin un ápice de ironía y salió victoriosa (y sin sudar). JLo recuperó su trono.
López fue otra vez esa diva que se forjó en el verano de 2000 cuando conquistó el mundo meneando las caderas con Waiting For Tonight, un éxito de salsa dance a partir del que se convirtió en su propia marca. Ella es un complejo industrial que hace música, cine, perfumes y otros negocios con el que ha cosechado una fortuna estimada en 150 millones de dólares (132 millones de euros).

Y una empresaria de este calibre no pisa el escenario sin antes haber mandado a una empleada a comprobar que los seis ventiladores estratégicamente dispuestos en las dos alturas del escenario funcionan correctamente. Es decir, se aseguró que durante todo el concierto estas máquinas le lanzaran el aire preciso para mantener su melena a raya y, a la vez, dotarla de esa impronta de estrella.
La fórmula musical que ha ideado para Up all night —su primera gira en seis años en la que ha hecho una gran apuesta por España: de 17 citas, siete son en este país— se sustenta en la seguridad que le dan sus grandes éxitos que escuchan más de 30 millones de oyentes mensuales en Spotify y con los que ha vendido 80 millones de discos.
“¿Cuántas veces habremos bailado sus canciones en el Samsara y en el San Mateo?”, le preguntaba Alicia a su amiga Mónica antes de entrar al concierto recordando cómo quemaban la noche en dos de los bares clásicos del pachangueo madrileño a mediados de 2000. Las dos han cumplido los 40, como la gran parte de los asistentes al concierto, y sus agendas de trabajo y de madres son más parecidas a las de una ministra que a las de aquellas chavalas universitarias que bailaban Dance Again, Let’s Get Loud y On The Floor.
Todas sonaron la noche del domingo y cumplieron con esa expectativa que tenía Mónica: “Para mí esto es un show que no me quiero perder y del que espero que me sorprenda todo”. El concierto tenía más de evento y de espectáculo de varietés donde cualquier cosa podía pasar que de un evento estrictamente musical.
Fue complicado sortear el asombro ante los constantes cambios de vestuario de la artista con los que retaban la biología femenina según los bodys que se iba poniendo perdían centímetros de tela. López, además, había prometido piruetas. “Me gusta hacerlo interesante, ir más allá de mis límites, tengo que estar en buena forma”, reconoció en una entrevista en EL PAÍS. Repasó cada una de sus coreografías, tan memorables como sus canciones; dejó que sus bailarines la subieran por los aires y, en su momento más sexy, cuando el estilismo jugaba con los ojos del público haciéndoles creer que estaba desnuda (no lo estaba), apareció a hombros de un bailarín y se deslizó sobre su cuerpo en otro trampantojo sexual que culminó sobre una cama redonda donde le esperaban otros dos jóvenes.

Tal vez el momento más inclasificable fue cuando uno de sus músicos agarró una guitarra española y comenzó con un solo al que acompañó otro miembro de su banda con el cajón. Los visuales de la gran pantalla que coronó el escenario se tiñeron primero del rojo de una tela de encaje y después con la recreación de una catedral que parecía sacada de galería de imágenes de libre acceso en internet que se parecía más a Notre Dame que a, pongamos, la Mezquita de Córdoba. Entonces apareció JLo con un traje de licra, también roja, ceñido a su cuerpo con volantes a partir de las caderas. Cantó Gracias a la vida de Mercedes Sosa, que es una cantante chilena, no española ni flamenca. Trató de esquivar, de nuevo, el desconcierto enfundándose un mantón. Se sentó junto a sus músicos y, ¿en tono flamenco?, cantó If You Had My Love. Al terminar su particular homenaje a España, parecía que el público lo había entendido todo a tenor de la ovación que recibió. No le hizo falta decir: “De nada”.
“Cuando viene una figura tan icónica a tu ciudad, no te lo puedes perder”, decían a la entrada del concierto Pablo, Víctor y Gema, tres amigos a quienes Jennifer López unió en sus clases de zumba. “Hay que ver ese culo en directo”, recordando el rumor de que la artista se había asegurado el trasero en un millón de euros. Los tres saben que es mentira, ella lo ha desmentido en varias ocasiones, pero esa es parte de la imagen sobre la que se ha construido JLo.

Estos amigos cumplieron con uno de los requisitos del dresscode: los flecos que les caían de los brazos y del pecho. El domingo por la noche también parecían obligatorios los pailletes, las transparencias de redecilla, los sombreros y las botas de cowboy, y mucho brilli brilli tanto en las mujeres como en sus acompañantes, porque solo había dos categorías de hombres: los maridos y los amigos gays.
En la recta final, disparó toda su traca de temazos, los visuales enloquecieron en una mezcla de leones, llamaradas, pétalos, auroras boreales y puertas estelares a mundos en los que solo quienes son capaces de descifrar el fenómeno JLo pueden entrar. Antes de terminar, le dio tiempo a ponerse introspectiva y cantar al piano Free, una nueva canción que junto a Wreckage Of You simbolizan a la nueva Jenny. Ya fue la que salió del Bronx, ahora es la que una vez más resurge de sus cenizas y vuelve a convertir su triunfo en una épica historia de superación.
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