El movimiento contra las bases americanas coge aire gracias a la corriente anti yankee provocada por el presidente americano Leer El movimiento contra las bases americanas coge aire gracias a la corriente anti yankee provocada por el presidente americano Leer
Severiano se acoda en la barra del bar mientras apura su cerveza. Le da un trago y sentencia: «no la van a quitar en la vida». Con 59 años, el Colorao, que es como le conocen en su pueblo, en Rota, no tiene dudas acerca del futuro de la Base Naval que forma parte del paisaje físico y sentimental de este municipio gaditano. Hasta el punto de que no se sabe si Rota es parte de la base o la base parte de Rota.
Con sus 2.400 hectáreas de superficie, las instalaciones militares suponen casi un tercio del total del término municipal. Desde que el tío Sam desembarcó en sus playas, allá por los años 50, Rota ha convivido y ha vivido en gran medida de los marines norteamericanos. Hasta el extremo de que dos tercios de su economía depende, directa o indirectamente, de la base, donde trabajan más de mil locales. Se calcula que el impacto económico ronda los 200 millones en Rota, que se disparan a los 600 millones en toda la Bahía de Cádiz.
En Rota vive más de un millar de familias americanas (en la base hay destinados 3.200 militares de la Navy) que han preferido la vida extramuros y en contacto directo con la población local, y en sus colegios solo el año pasado se escolarizaron 60 niños estadounidenses.
No es de extrañar, pues, que el Colorao, un veterano marinero con la piel curtida, responda sin titubeos que a la base militar le queda aún mucha vida y que una Rota sin yankees es un disparate.
Es casi imposible encontrar en toda Rota alguien que piense que las barras y las estrellas van a desaparecer del horizonte más cercano. Es más, es casi imposible encontrar a algún roteño que lo desee. Aquí no es que esté asumida la presencia militar americana, es que es querida.
Lo verbaliza, con muchos argumentos y datos, el alcalde del municipio, el socialista Javier Ruiz, quien hace hincapié en que no hay ni inquietud ni temor entre los roteños. Ni siquiera a pesar de los vaivenes del presidente Donald Trump, de sus amenazas de dejar sola a Europa en materia de seguridad y de su obsesión con el America First.
«La sensación es de absoluta normalidad», recalca Ruiz, que lleva diez años en el cargo y
que está empeñado en exprimir un poco más la presencia americana y transformar lo que tiene de hipoteca para el pueblo en beneficios. En concreto, aspira a que la base naval de uso conjunto entre España y Estados Unidos ejerza de polo de atracción de visitantes y como traspasar sus garitas de control es una odisea al alcance de pocos, trabaja en abrir un museo, Base Fórum se llama, que muestre el pasado y el presente de la estrecha relación que mantienen Rota y la marina americana. No está terminado, pero ya cuenta con un camión de bomberos, un helicóptero y una notable colección de electrodomésticos o discos revolucionaron en los 60 y 70 del siglo pasado a los roteños.
«Siempre está sobrevolando esa posibilidad», admite el alcalde en referencia a que, algún día, Estados Unidos decida levar el ancla. Se ha especulado, incluso, con la posibilidad de que Marruecos pueda ser el lugar elegido para acoger a la Navy americana en vez de sus vecinos gaditanos. «Pero van cambiando los gobiernos y no toman esa decisión», subraya Ruiz. Ya lo dijo Barack Obama en 2016 cuando aterrizó a bordo del Air Force One: los militares americanos solo pueden estar más a gusto en su propio país.
A la impresión, a la del alcalde y a la de su pueblo, hay que sumar algunos datos que avalarían la permanencia de EEUU aquí. Intramuros de la base no paran las obras para levantar nuevas infraestructuras y hay planes para ampliar los muelles en los que atracan los destructores americanos, con una inversión prevista de 300 millones de euros y un plazo de ejecución de las obras de ocho años.
Por si fuera poco, la capacidad militar estadounidense en la zona va in crescendo desde el año pasado. El 15 de octubre pasado se incorporó el quinto destructor de la clase Arleigh Burke, el USS Oscar Austin, y este año llegará el sexto para reforzar el despliegue del escudo antimisiles pactado por Obama y José Luis Rodríguez Zapatero.
La tranquilidad por el futuro de la base no es, sin embargo, total en Rota. Nadie contempla una marcha de los americanos, pero sí se teme que la Casa Blanca cierre, al menos en parte, el grifo de los dólares que tan bien recibidos son a este lado del Atlántico.
La posibilidad de que Trump aplique, también en la base de Rota, el America First es bastante más que un recelo. Hay precedentes y lo saben muy bien en la empresa Newimar, que durante más de tres décadas se ocupó del mantenimiento de las instalaciones militares y a la que precisamente Trump, en su primer mandato como presidente de EEUU, dejó sin el mayor de sus contratos.
Su actual responsable, Sergio Marcos, prefiere no dar muchos detalles e insiste, una y otra vez, en que no quiere hablar del tema. Pero admite, en pocas palabras, que aquello «nos afectó».
La empresa roteña peleó todo lo que pudo, recurrió la adjudicación del contrato (que recayó en la americana J&J Worldwide Services Inc.) ante la Marina, primero, y luego ante la Corte Federal estadounidense, que le dio la razón. EEUU, ya sin Trump en la Casa Blanca, no se dio por enterada y volvió a darle el contrato a la compañía nacional.
Aunque el mantenimiento de la base ya no está en manos de empresas locales, el tejido industrial y de servicios de Rota tiene todavía una gran dependencia de la base y si Trump incidiese en lo que ya hizoen su primer mandato, las consecuencias serían, más que evidentes, contantes y sonantes.
También reconocen cierta inquietud los trabajadores locales de la base. No por su futuro laboral, sino por las condiciones de trabajo que negocian para renovar su convenio colectivo, como explica el presidente del comité de empresa, Diego Lucero.
El terremoto geopolítico y económico que ha provocado Trump en poco más de un mes en el Despacho Oval ha tenido réplicas también en el movimiento anti militarista que sobre todo en los años 80 del siglo XX movilizó a miles de personas para pedir el cierre de las instalaciones militares americanas en suelo español.
El sentimiento anti americano que Trump está alimentando a golpe de decretos y de tuits está funcionando como gasolina para reactivar la Plataforma Bases Fuera OTAN No, que ha convocado la que será la 37 marcha contra la base de Rota para el próximo 6 de abril y que espera duplicar la participación del año pasado, cuando Joe Biden aún era presidente y Estados Unidos el aliado de siempre.
Hasta 10.000 personas, recuerda Juanlu González, miembro de la plataforma y activista del antimilitarismo casi desde que tiene uso de razón, llegaron a protestar ante las puertas de la base roteña, pero el movimiento fue menguando hasta casi desaparecer. En 2020, con la pandemia, las marchas se suspendieron y solo después, y muy tímidamente, empezó a resucitar esa corriente.
«La base no defiende los intereses de España, sino los de EEUU», señala González a las puertas de la instalación militar, donde esperar congregar a más de mil personas el 6 de abril ante una «inestabilidad mundial» en máximos y en la que «el papel de la base es clave».
La Plataforma, se felicita, tiene ya presencia en seis de las ocho provincias andaluzas y partidos, como IU y Podemos, que pasaban de puntillas cuando se planteaba el ‘Yankees, go home’ ahora vuelven a reclamar públicamente el cierre de las bases, apunta.
Pero ni siquiera González, en el más optimista de los escenarios con los que pueda soñar, cree que Trump pueda dejar a Rota sin la base americana. Aquí hay barras y estrellas para rato.
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