La onda expansiva de los movimientos de Donald Trump no deja un hueco sin ocupar en todo el planeta. Desde que tomó posesión el nuevo presidente de EE UU, Pedro Sánchez ha concentrado toda su atención en la idea de unir Europa y reforzar sus alianzas con América Latina frente a la ofensiva de Trump, y por estar volcado en su agenda internacional, que este martes lo llevó a Helsinki, donde este miércoles tendrá una comparecencia conjunta con el primer ministro finlandés, Petteri Orpo, de centroderecha, enfocada precisamente en seguridad, en la amenaza rusa ―Finlandia tiene una larga frontera con el coloso dirigido por Vladímir Putin― y en la necesidad de reforzar la defensa europea.
Díaz pone condiciones pero no rompe, mientras el PP intenta forzar el choque en el Gobierno
La onda expansiva de los movimientos de Donald Trump no deja un hueco sin ocupar en todo el planeta. Desde que tomó posesión el nuevo presidente de EE UU, Pedro Sánchez ha concentrado toda su atención en la idea de unir Europa y reforzar sus alianzas con América Latina frente a la ofensiva de Trump, y por estar volcado en su agenda internacional, que este martes lo llevó a Helsinki, donde este miércoles tendrá una comparecencia conjunta con el primer ministro finlandés, Petteri Orpo, de centroderecha, enfocada precisamente en seguridad, en la amenaza rusa ―Finlandia tiene una larga frontera con el coloso dirigido por Vladímir Putin― y en la necesidad de reforzar la defensa europea.
Sánchez sufre una presión cada vez más fuerte por parte de varios países europeos, especialmente los más amenazados por Rusia y los que más gastan en defensa, para que España participe en el rearme que se pactó la semana pasada en Bruselas con más gasto militar, con un porcentaje mayor sobre el PIB, incluso superior al 2% que Madrid prometió en 2014, con un Gobierno del PP, que alcanzaría en 2029. En los debates europeos, Sánchez muestra el claro compromiso político de España con la defensa de Ucrania ―no en vano ha ido cuatro veces a Kiev a apoyar a Volodímir Zelenski― pero también pide cautela y trata de explicar que el margen para aumentar el gasto en defensa de países como España o Italia es limitado, porque en ningún caso es aceptable que eso se haga a cambio de recortes sociales, algo que él rechaza de plano.
El presidente, explican en su entorno, es consciente de que el debate europeo camina hacia una presión clara para un rearme, y por tanto España deberá ofrecer compromisos. Por eso el jueves en Bruselas dijo que adelantaría el compromiso del 2% en 2029, aunque no dijo cuánto. En La Moncloa insisten en que todo está aún muy abierto porque los gobiernos están en plena discusión europea sobre cómo se hace ese rearme, si es con fondos europeos, si es con transferencias o con créditos, si es para reforzar las capacidades de forma conjunta, y no país por país.
Sánchez se mueve en un delicado equilibrio entre los compromisos europeos y en el seno de la OTAN que está decidido a cumplir, y la realidad política española, en la que el presidente gobierna con una mayoría en la que hay varios grupos que tienen muchos recelos ante cualquier cosa que suene a aumento del gasto en defensa. El presidente cree posible este equilibrio y este martes lo buscó en una reunión con Yolanda Díaz, en la que, en dos horas largas de conversación, garantizó a su socio de Sumar que ningún movimiento sobre seguridad y defensa ―La Moncloa insiste en unir los dos conceptos para lograr que se cuenten en ese 2% gastos en partidas no exclusivamente militares como la ciberseguridad― supondrá tocar el gasto social, una línea roja clara para la vicepresidenta segunda. Díaz exhibió ante Sánchez sus propuestas para que cualquier avance se concentre en fondos mancomunados europeos y en defensa común, y no en aumentar el Presupuesto de cada país, algo que en Sumar ven como un error porque no resuelve el problema de tener más capacidad frente a la amenaza rusa. La reunión fue bien, según coincidieron las dos partes, y la coalición no corre peligro. Díaz pone así sus condiciones, que Sánchez acepta porque no están lejos de lo que él mismo plantea, pero no se plantea romper.
Pero el delicado equilibrio de la política española no depende solo de Sumar, sino de otros socios de la mayoría ―Podemos ya avanza que está en contra de cualquier movimiento de rearme, aunque sea europeo― y también del PP, que ha optado por buscar el choque dentro del Gobierno y forzar al máximo la tensión entre Sánchez y Alberto Núñez Feijóo, que considera un desprecio inaceptable que solo le den media hora para hablar con el presidente, algo parecido a los demás grupos, y que La Moncloa le enviara un mensaje con el orden del día pero sin una propuesta detallada.
El PP quiere transmitir la idea de que Sánchez los necesita para sacar adelante sus compromisos, porque el Gobierno está dividido, y por eso pide que la cita sea con el presidente pero también con Díaz. Sin embargo, la coalición organizó este encuentro entre sus líderes entre otras cosas para desmentir esa idea del Gobierno roto, y el tono entre los socios se ha suavizado mucho aunque algunas discrepancias siguen ahí. Y además el entorno de Sánchez insiste en que quieren el apoyo del PP, porque es lo lógico en un asunto tan delicado en el que además están de acuerdo en Europa sus familias políticas, socialdemócratas y populares, pero no lo necesitan imperiosamente porque no hay en el horizonte ninguna votación en el Congreso que haga imprescindible su respaldo si falla Podemos, por ejemplo.
Por eso, de este martes queda una sensación clara en la política española: la rebaja de expectativas de la ronda del jueves, en la que no parece haber encima de la mesa decisiones de alcance sino intercambios de visiones de lo que puede venir en el futuro. Sánchez viaja así a Finlandia con el patio local revuelto, y muchas palabras gruesas, sobre todo del PP, pero con la convicción de que tiene un cierto margen para alcanzar compromisos y mostrar que España está en el corazón de las decisiones sin que eso suponga que se rompa su Gobierno o que se vea abocado a una votación muy complicada en el Congreso.
El Gobierno intensa así bajar la tensión de los últimos días. Pero en cualquier caso, todo en la actual situación es “de momento”, porque nadie tiene aún claro cómo puede derivar la cuestión en las próximas semanas y sobre todo si habrá que enviar soldados a Ucrania, un asunto aún “prematuro”, según el propio Sánchez, pero que sí supondría una votación y un momento muy delicado de la legislatura si una parte relevante de la mayoría decidiera oponerse.
España en EL PAÍS