Sumar y Podemos luchan por un voto menguante

La izquierda alternativa —o radical, o situada a la izquierda del PSOE, o poscomunista, nombres no le faltan— se ha instalado en una espiral de bronca y división que achica su espacio y agrava la debilidad de sus partes. La trayectoria de Sumar y Podemos desde su ruptura formal en diciembre de 2023 prueba los efectos autodestructivos de este bucle. Enfrentándose, ambas fuerzas han sufrido una larga serie de varapalos electorales. El futuro pinta sombrío. Las encuestas muestran que la suma de sus resultados por separado es más baja que lo que lograron juntas. Los últimos choques ahondan en la misma dinámica.

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Estrella Galán, cabeza de lista de Sumar en los comicios europeos del año pasado, en un debate electoral. Los últimos choques entre las formaciones agudizan una tendencia autodestructiva. Los analistas electorales alertan del coste de la división, pero también del rechazo mutuo que generaría forzar la unidad  

La izquierda alternativa —o radical, o situada a la izquierda del PSOE, o poscomunista, nombres no le faltan— se ha instalado en una espiral de bronca y división que achica su espacio y agrava la debilidad de sus partes. La trayectoria de Sumar y Podemos desde su ruptura formal en diciembre de 2023 prueba los efectos autodestructivos de este bucle. Enfrentándose, ambas fuerzas han sufrido una larga serie de varapalos electorales. El futuro pinta sombrío. Las encuestas muestran que la suma de sus resultados por separado es más baja que lo que lograron juntas. Los últimos choques ahondan en la misma dinámica.

La historia de la izquierda alternativa, ese espacio dominado al principio por el PCE o IU, más tarde ensanchado por Podemos y ahora de tamaño intermedio, demuestra que ni la unidad es el bálsamo de Fierabrás que todo lo cura, ni su ausencia una maldición que aboque al fracaso. Ahora bien, lo que sí acreditan los resultados electorales e indican las encuestas es que si las fuerzas en disputa ya parten de una posición de debilidad y enfrentamiento, como es el caso de Podemos y Sumar, la segmentación achica aún más el mercado electoral de la izquierda alternativa, que llegó a superar los seis millones hace diez años y se quedó en algo más de tres en 2023. Aunque las europeas son harina de otro costal, con más abstención que las generales, este dato ilustra la erosión del espacio antes y después de su partición: de 2,25 millones de votos en 2019 a 1,38 en 2024.

Otro factor ensombrece las perspectivas de cara a las generales: el sistema electoral castiga la fragmentación. A ello se suma la mayor inclinación al llamado “voto útil”, en este caso al PSOE, cuando los electores más a la izquierda ven a sus primeras opciones en trayectoria declinante.

“Si a la debilidad le sumas división y guerras fratricidas, el problema se agrava”, resume Ansgar Seyfferth, experto en datos y director para España de la consultora STAT-UP Statistical Consulting & Data Science. El politólogo Alejandro Solís, autor de la newsletter sobre encuestas La matriz, afirma que en teoría ir por separado puede funcionar porque “permite apelar a distintos electorados” y evitar los “vetos cruzados”, pero en la práctica la única manera de minimizar la pérdida de eficiencia en unas generales es que al menos uno de los partidos supere el 12%. No es el caso. Ni siquiera sumando sus intenciones de voto llegan ahí Podemos y Sumar. El analista electoral Jaime Miquel ve a las fuerzas izquierdistas en “un bucle” que las lleva a estar “cada vez más enfrentadas por un trozo de pastel cada vez más pequeño, y sin que Sumar deje de hablar de una unidad que ahora no solo está imposible, sino que sería un mal arreglo”.

Urnas y encuestas

Sumar, con Yolanda Díaz al frente y Podemos dentro, logró en las generales de 2023 más de 3 millones de votos, el 12,3%, y 31 escaños, siendo clave para la formación de la mayoría de investidura de Pedro Sánchez y entrando en su Gobierno. En diciembre de aquel año, tras meses de tensiones, Podemos oficializó su ruptura. Desde entonces, el vigor de la izquierda alternativa no ha hecho más que menguar.

En Galicia, Sumar y Podemos fueron por separado en febrero de 2024, sacando el 1,9% y el 0,3%. Cero escaños. En Euskadi, dos meses después, repitieron fórmula. De los seis escaños de la coalición Podemos-IU en 2020, pasaron a uno solo de Sumar, con el 3,3%. El caso de Cataluña en mayo fue distinto, porque Podemos no se presentó. Los Comunes perdieron solo dos asientos y se quedaron en 6. Al mes siguiente volvió la competición en las europeas. Sumar se quedó en el 4,6% y tres parlamentarios; Podemos, en el 3,3% y dos. En 2019, con Podemos e IU en una sola papeleta, habían superado el 10% y logrado un puesto más.

Estrella Galán, cabeza de lista de Sumar en los comicios europeos del año pasado, en un debate electoral.

Ese es el saldo en las urnas. ¿Qué dicen las encuestas? Tanto 40dB. como el CIS detectan un retroceso entre la estimación de voto a Sumar antes de salir Podemos y la suma de lo que tienen ahora por separado. La caída es del 11,3% al 8,4%, según 40dB.; y del 11,8% al 11,4%, según el CIS. Ambas series muestran a Sumar por delante de Podemos: 5,1% a 3,3% y 7,6% a 3,8%, respectivamente. Desde la ruptura, la línea de Sumar ha sido descendente y la de Podemos —levemente— ascendente, sin llegar a recoger todo lo que pierde Sumar y sin conseguir el sorpasso. Si el objetivo del partido morado era sobrevivir, lo ha logrado. Pero no si la meta era liderar el espacio, aunque fuera un espacio decreciente.

Castigo del sistema electoral

La pregunta que planea sobre este espacio es si habrá finalmente unidad. Ahora mismo ni siquiera hay negociación, y sí mucha disputa. A las tensiones dentro Sumar, se añaden los choques entre Podemos y algunas de las fuerzas que se presentaron en la candidatura encabezada por Yolanda Díaz en 2023, sobre todo Movimiento Sumar y Más Madrid. El partido de Díaz ha hecho un llamamiento al “entendimiento”, incluyendo a Podemos. La respuesta del partido morado ha sido lanzar como candidata a Irene Montero, que no ve a Sumar en una confluencia porque está “más cerca” del PSOE. La ministra de Sanidad y rostro más visible de Más Madrid, Mónica García, ha respondido que está “harta de lecciones”. Mientras tanto, IU se presenta como la fuerza que intenta propiciar un entendimiento que muchos ven ya imposible.

Haya o no unidad, la situación es problemática. Si no la hay y se presentan dos fuerzas —o más—, el escaño se pondría más caro para cada una. Miquel, que fue asesor en La Moncloa entre 2018 y 2023, hace cuentas sobre la hipótesis de que Podemos lograra un millón de votos y Sumar uno y medio, gracias al “suelo” que le aportan IU, Compromís, Más Madrid y Comunes. “Si fueran juntos, el umbral máximo con esos votos serían unos 25 escaños, seis menos de los conseguidos juntos en 2023. Por separado, serían en torno a dos y cuatro de Podemos y unos doce de Sumar. En total, unos 15. Eso es una garantía de gobierno de PP y Vox”, explica.

Antonio Maíllo, coordinador general de IU, en octubre del año pasado.

Sumar ya está entre los grupos infrarrepresentados en relación al voto: con el 12,3% de las papeletas, tiene el 8,8% de los escaños. Pero ese desfase queda lejos de lo que sufrirían dos candidaturas distintas. “El sistema perjudica especialmente a los que quedan por debajo del 10%, sobre todo en las provincias con menos de siete escaños. Si hay dos fuerzas, una en torno al 3-4%, y otra sobre el 6-7%, su eficiencia se reduce mucho en comparación con la de una sola por encima del 10%”, explica Solís, miembro del laboratorio de pensamiento Ideas en guerra.

En 2023 Sumar ya se quedó sin representación en las 29 circunscripciones que reparten entre uno y cinco escaños, en tres que reparten seis (Almería, Toledo y Gipuzkoa) y en una que reparte siete (Santa Cruz de Tenerife). Ansgar Seyfferth, que da clases de gestión de datos en IE Business School, afirma que “cualquier bajada” desde el umbral obtenido hace dos años por Sumar expone a la posibilidad de quedarse fuera de las circunscripciones de seis, siete y hasta ocho diputados.

“Una buena forma de entender” cómo les podría ir a Sumar y a Podemos por separado —explica— es mirar los resultados en 2011 de IU y UPyD, que lograron el 6,9% y el 4,7% del voto, respectivamente. Esa representación se tradujo en once y cinco escaños. Es decir, el 11,6% del voto supuso un 4,6% de los escaños. Miquel cree que para que Podemos llegue a cinco —los mismos que logró en Sumar, aunque luego perdió uno con la dimisión de Lilith Verstrynge— tendría que haber un cambio de tendencia y ve a los morados más cerca de lo que logró IU en 2008 con Gaspar Llamazares: 3,8% y dos asientos.

Rechazos mutuos

¿Y si hubiera unidad? “No puede darse por hecho que una hipotética unión sumase los votos que Podemos y Sumar tendrían por separado. Si la unión es ventajosa para reducir el castigo del sistema electoral, la contrapartida puede ser una considerable pérdida de votos”, señala Seyfferth.

El CIS acredita la existencia de recelos mutuos. Los simpatizantes de Sumar, preguntados por qué partido votarían como segunda opción, responden en mucho mayor porcentaje el PSOE (57,5%) que Podemos (15,8%). Los de Podemos, si no votaran al partido morado, lo harían también más por el PSOE (32,1%) que por Sumar (30,4%). Los que se sitúan más próximos al partido morado valoran a Yolanda Díaz con un suspenso, un 4,8, peor que a Sánchez (5,3).

En parte por estos recelos, Miquel cree que hay que borrar ya de los análisis la hipótesis de una unidad Sumar-Podemos que arregle la situación, “como si la unidad por sí sola fuera suficiente”. “Incluso si Podemos entrase, cosa que descarto, sería un mal arreglo que se quedaría lejos de los tres millones de votos necesarios para evitar la llegada de [Alberto Núñez] Feijóo y [Santiago] Abascal”, afirma.

“La inclusión de Podemos en Sumar en 2023 ya fue un mal arreglo. Ahora lo sería aún peor”, añade el autor de La perestroika de Felipe VI (RBA, 2015), para quien las fuerzas que integran Sumar deben ya dar como “fijo” que Podemos irá por su cuenta y “centrarse en construir un proyecto ilusionante, capaz de integrar a sus miembros bajo un nuevo liderazgo” que represente una “ruptura”.

Ese “nuevo Sumar” debería marcarse como fines movilizar a su electorado (un 15,1% afirma que no sabe a quién votará) y rebajar las fugas a Podemos (el 20,2%, según el CIS), “dejándolas en 300.000 cuando ahora son unas 700.000”, afirma Miquel. Se trataría, agrega, de que Sumar frenase a Podemos de la misma forma que lo ha hecho Vox con Alvise Pérez, líder de Se Acabo la Fiesta (SALF), dejándolo en unos dígitos que minimizasen la pérdida de eficiencia electoral del bloque. “Es la única manera de reeditar el Gobierno de coalición. La otra opción, una que circula en el PSOE, que Sánchez alcance el 35%, 8,5 millones de votos y 142 escaños, es imposible. Es pensar en clave de bipartidismo, etapa ya superada”, concluye.

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