El 15 de junio Katie Ledecky se enfundó la toga negra de alumni. Con sus 1,83 de estatura y sus hombros torneados de estibador, parecía un armario subido al estrado mientras se dirigía a la multitud de estudiantes de la promoción de 2025, reunidos en el estadio de la Universidad de Stanford. “Cuando era muy pequeñita”, alzó la voz, sonriente, “mi padre, viendo que me encantaban las matemáticas y la natación, me dijo que las carreras podían decidirse en fracciones de segundo, a veces una centésima. Para demostrarme lo pequeño que era eso me dio este cronómetro [muestra un cronómetro de mano] y me dijo que lo encendiera y lo apagara lo más rápido que pudiera, y que midiera cuánto tiempo era eso. Así: [pulsó el botón dos veces] 0.16. Nunca pude hacerlo en menos de una décima. Esto me enseñó lo realmente breve que es una centésima. De algún modo, ese ejercicio también me enseñó lo rápido que pasa el tiempo”.
La canadiense de 18 años se propone arrebatar a la estadounidense la condición de invicta en todos los 800 disputados en grandes campeonatos
El 15 de junio Katie Ledecky se enfundó la toga negra de alumni. Con sus 1,83 de estatura y sus hombros torneados de estibador, parecía un armario subido al estrado mientras se dirigía a la multitud de estudiantes de la promoción de 2025, reunidos en el estadio de la Universidad de Stanford. “Cuando era muy pequeñita”, alzó la voz, sonriente, “mi padre, viendo que me encantaban las matemáticas y la natación, me dijo que las carreras podían decidirse en fracciones de segundo, a veces una centésima. Para demostrarme lo pequeño que era eso me dio este cronómetro [muestra un cronómetro de mano] y me dijo que lo encendiera y lo apagara lo más rápido que pudiera, y que midiera cuánto tiempo era eso. Así: [pulsó el botón dos veces] 0.16. Nunca pude hacerlo en menos de una décima. Esto me enseñó lo realmente breve que es una centésima. De algún modo, ese ejercicio también me enseñó lo rápido que pasa el tiempo”.
La psicóloga, graduada en 2020, sabía de lo que hablaba. Hacía varias temporadas que se había convertido en la mujer más condecorada de la historia de la natación. Acumulaba 17 oros mundiales y nueve oros olímpicos. Con 28 años ya comprendía perfectamente cómo repercutía el calendario en su organismo y en su fuselaje. Entendía perfectamente cómo erosiona el agua la mente y el cuerpo y lo difícil que progresivamente se le hacía seguir defendiendo su récord del mundo de 800 metros, su prueba fetiche, su corona de reina del fondo, una distancia propia de adolescentes que ella se empeña en gobernar desde que en 2012 ganó el primero de sus cuatro oros olímpicos sucesivos, adornándolos además con cinco oros mundiales, lo que equivale a un oro por actuación. Algo único. La marca Ledecky. La invencibilidad total, solo amenazada por Summer McIntosh.
“El 800 femenino es la carrera del campeonato. Para mí, la carrera del siglo”, dijo Rowdy Gaines, leyenda de la natación estadounidense y comentarista de la NBC, sobre la final que se disputará este sábado sobre las 14:00 horas en Europa Central (Teledeporte).
La rivalidad entre la líder del equipo de Estados Unidos y la joven de Canadá fue inesperada. Tan sobrevenida como la guerra comercial que Donald Trump ha emprendido contra su vecino de la Commonwealth, país al que este jueves impuso tarifas del 35% después de proclamar que debería convertirse en el 51º estado de los Estados Unidos, en una escalada que ha insuflado sentimientos nacionalistas al norte de la frontera. Malos rollos que coinciden con el duelo que la niña de 18 años se ha obsesionado en librar con la gran dama desde que en febrero se cruzaron en una reunión provincial, en Orlando.
Lo que parecía un baño, se convirtió en un ataque. McIntosh registró 8 minutos 11,39 segundos, recortó su mejor marca en nueve segundos, y derrotó a Ledecky, que no perdía un 800 desde 2010, cuando tenía 13 años. La veterana acabó seis segundos por detrás. El estupor fue general. A las protagonistas les cambió la vida. Ledecky juró revancha. McIntosh, que rara vez había nadado carreras de más de 400 metros, descubrió el placer exótico de la larga distancia y, sobre todo, el gusto de dejar atrás a la gran patrona.
“¡No teman ponerse por delante!»
Ledecky se alteró tanto que el pasado mayo, en un mitin en Fort Lauderdale, hizo algo que tiene suspendidos a los fisiólogos: recortó su récord del mundo de 2016. Como si tuviera 20 años. Después de casi una década de lento declive, recuperó toda la energía juvenil, paró el crono en 8m 4,12s y mejoró su marca en 0,69 segundos. “Fue como reencontrarme con un viejo amigo”, dijo, “estaba maravillada”.
McIntosh supo del nuevo récord de Ledecky mientras se entrenaba en Francia con Fred Vergnoux para mejorar su resistencia. Se rebeló. Cuando en junio se arrojó al 800 en los trials de Canadá, registró la tercera mejor marca de la historia: 8m 5,07s. Sin competencia. Nadando prácticamente sola. Como quien da un puñetazo. Así es esta joven. Enérgica, determinada, perfeccionista, fría, cerebral. Con muy pocas pulgas. Cuando este jueves se quedó solo a 18 centésimas del récord de Liu Zige en 200m mariposa —la plusmarca más antigua de la natación—, permaneció un minuto descargando la ira al grito de “¡fuck!”. No le importó que el mundo la contemplara. No le importó haber ganado su tercer oro en Singapur con la mejor marca de siempre con bañador textil.
Ledecky acabó su alocución a los alumnos de Stanford con una evocación de su arrojo, cuando con 15 años, y contra los consejos de su entrenador, aceleró desde la salida en la final de 800m de los Juegos de Londres: “Consideren que ser joven y desconocido puede ser una ventaja. Yo descubrí que si vas rápido puedes llegar más lejos de lo que creen. ¡No teman ponerse por delante!”.
Ahí, dicen los biomecánicos, estará la clave de la final de 800m de hoy: en lo que hagan Ledecky y McIntosh en el primero y el último de los 16 largos. ¿Quién temerá ponerse por delante?
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