El papel de las redes sociales, donde se mueve una cantidad ingente de información, pero en la que es cada vez más difícil separar el grano de la paja, se ha vuelto crucial en los mercados financieros. Políticos, analistas e inversores recurren a ellas para comunicar o buscar información, y el ejemplo más extremo es Donald Trump: no tiene necesidad de realizar ruedas de prensa ante los medios; escribe en su propia red social, Truth Social, y el impacto de las palabras del presidente estadounidense resuena en las Bolsas al instante. La onda expansiva de sus palabras sacude a los mercados asiáticos, a Europa o Estados Unidos por igual, todo depende de la hora escogida para lanzar el mensaje. A unas relaciones comerciales a golpe de tuit que cambian de la noche a la mañana y que a menudo son contradictorias y exageradas, le siguen unos mercados que han entrado en pánico y en los que prima la sobrerreacción a corto plazo a golpe de rumor o información incorrecta.
La turbulenta política de la Casa Blanca abona el terreno para la inestabilidad ante informaciones dudosas propagadas por redes sociales
El papel de las redes sociales, donde se mueve una cantidad ingente de información, pero en la que es cada vez más difícil separar el grano de la paja, se ha vuelto crucial en los mercados financieros. Políticos, analistas e inversores recurren a ellas para comunicar o buscar información, y el ejemplo más extremo es Donald Trump: no tiene necesidad de realizar ruedas de prensa ante los medios; escribe en su propia red social, Truth Social, y el impacto de las palabras del presidente estadounidense resuena en las Bolsas al instante. La onda expansiva de sus palabras sacude a los mercados asiáticos, a Europa o Estados Unidos por igual, todo depende de la hora escogida para lanzar el mensaje. A unas relaciones comerciales a golpe de tuit que cambian de la noche a la mañana y que a menudo son contradictorias y exageradas, le siguen unos mercados que han entrado en pánico y en los que prima la sobrerreacción a corto plazo a golpe de rumor o información incorrecta.
El Banco Internacional de Pagos (BPI por sus siglas en inglés) advertía en un informe publicado en noviembre sobre el aumento de la fragilidad de los mercados. “Los movimientos extremos de precios intradía ponen de relieve la sensibilidad de los mercados incluso a las pequeñas sorpresas”, detallaba, a pesar de que los datos inciden en que el nivel de liquidez de estos es el más alto de los últimos 25 años. Paradójicamente, la abundancia de dinero —que permite cruzar fácilmente operaciones de compra con las de venta— entraña el riesgo de que desaparezca más rápido del mercado, en busca de activos seguros, y provoque episodios de falta de liquidez, especialmente en la renta variable y en la deuda. Situaciones que “pueden ser especialmente problemáticas si los participantes del mercado se han acostumbrado a niveles constantemente altos de liquidez, lo que amplifica el impacto de su repentina ausencia”, constatan. La automatización de una buena parte de las operaciones por parte de los gestores y el cada vez mayor peso de la negociación de alta frecuencia (High Frequency Trading o HFT en inglés), que está detrás del 50% de todas las operaciones de la Bolsa estadounidense, están entre las causas.
La jornada del pasado lunes ejemplifica a la perfección cómo la actual era de la desinformación impacta en los mercados. En pocos minutos, el S&P 500 pasó de caer un 4,7% a subir un 3% y cerrar cediendo un 3,5% en una jornada en la que las Bolsas estadounidenses registraron el mayor volumen de negociación en al menos 18 años, con aproximadamente 29.000 millones de acciones intercambiadas, según datos de Factset. El detonante, un mensaje en X que aseguraba que el presidente estadounidense Donald Trump estudiaba pausar los aranceles 90 días. El cronograma de los 15 minutos más locos de los mercados de los últimos años arranca con esta frase: “HASSETT: TRUMP ESTÁ CONSIDERANDO UNA PAUSA DE 90 DÍAS EN LOS ARANCELES PARA TODOS LOS PAÍSES, EXCEPTO CHINA”.

En pocos minutos el mensaje fue retuiteado por centenares de cuentas mientras en las mesas de trading (y en no pocas redacciones) buscaban el origen de esa información y, los más optimistas, se dejaban llevar por la euforia ante una capitulación (parcial) de Donald Trump y activaban el botón de compra. “¡Espartanos! ¿Cuál es vuestro oficio?”, que diría Leónidas. El mensaje fue replicado por Walter Bloomberg, usuario de X que bajo la cuenta @deitaone transmite a sus más de 850.000 seguidores las alertas que lanza la agencia de noticias Bloomberg a través de su terminal —de pago— y habitualmente en mayúsculas, y que a su vez fue reenviada por otros centenares de cuentas mientras las subidas continuaban en el parqué. Una euforia desatada previsiblemente por los algoritmos dedicados a la negociación de alta frecuencia, que se tradujo en una ganancia de 2,4 billones de dólares en cuestión de minutos en el S&P 500 que, no obstante, duró apenas unos minutos y que fue desactivada por la propia Casa Blanca. Medios que habían dado como buena la información, como CNBC y Reuters, rectificaron y se disculparon por el error, mientras la cuenta de Walter Bloomberg se limitaba a borrar el mensaje y a lanzar otro con las siglas WTF (traducidas como “qué demonios”), que añadía un pantallazo del desmentido de la CNBC.
Bloque HTML de muestra
En un mundo cada vez más globalizado, pese a la ruptura comercial que busca imponer el presidente estadounidense Donald Trump, la inmediatez cobra cada vez más relevancia y la irracionalidad tiende a apoderarse de algunos inversores. Frente a ellos, desde el terreno de la racionalidad se colocan los gestores, que con sus llamadas a la calma aconsejan no realizar cambios bruscos en las carteras de los inversores en estos momentos y mantener la calma. “X es donde todo sucede en tiempo real. Ideas crudas y sin filtros, con más verdad y más voces. El 2025 ya es una locura, abróchense los cinturones”, vaticinaba Linda Yaccarino, consejera delegada de X, a mediados de febrero. Los mensajes del republicano de la última semana entrecruzados con las voces críticas de representantes de la industria financiera advirtiendo del impacto de los aranceles en la economía global dejan claro que las negociaciones navegan por caminos muy distintos a los utilizados tradicionalmente por la diplomacia.
Pero más allá de la información a raudales que corre por internet y las redes sociales hay quienes han exprimido con picaresca las fake news o la usurpación de identidad. En 2013 un mensaje publicado por Associated Press en su cuenta de Twitter aseguraba que se habían producido dos explosiones en la Casa Blanca y que el entonces presidente de EE UU, Barack Obama, había resultado herido. El S&P 500 perdió 136.500 millones de dólares en cuestión de minutos, el tiempo preciso para que la agencia reconociera que su cuenta había sido hackeada. Dos años después, la marca de cosmética a domicilio Avon recibió una oferta de compra falsa. Sus títulos llegaron a dispararse un 20% antes de que la empresa dijera que no tenía constancia de tal operación, que fue inscrita en la SEC, el supervisor del mercado estadounidense por una empresa, PTG Capital, que no tenía ningún tipo de registro previo.
Mucho menos tiempo hay que remontarse, enero de 2024, para recordar cómo fue hackeada la cuenta en X de la SEC para publicar que el vigilante del mercado daba luz verde al primer fondo cotizado (ETF) sobre bitcoin y lograba que la criptomoneda se disparara con ello. La rápida reacción del mercado en casos como estos choca con las estadísticas que apuntan que aunque las personas tienden a informarse a través de las redes sociales, estas son el medio en el que menos confían. Según un estudio publicado por la OCDE en junio del año pasado, el 57% de los entrevistados no confía demasiado o nada en ellas.
En el caso del mercado de deuda, a la sobrerreacción de los inversores se suma una tendencia del propio mercado, que se ha ido agravando desde 2016, según reconocen los expertos de Barclays. “Prevemos una mayor fragilidad en el mercado de renta fija a lo largo del tiempo, con episodios más frecuentes de iliquidez, mal funcionamiento y mayor volatilidad”, aseveraban los analistas del banco británico hace justo un año en un documento en el que alertaban de que “los responsables políticos tendrán que intervenir para apoyar la estabilidad del mercado con más frecuencia”. Con la rentabilidad de la deuda a diez años escalando posiciones y encendiendo todas las alertas en las últimas jornadas, crecen las voces que llaman a una intervención de la Reserva Federal estadounidense.
Economía en EL PAÍS