El hallazgo a lo largo de años de excavaciones en la ciudad íbera de Ullastret (Girona) de bebés enterrados de manera particular ha alimentado tradicionalmente la hipótesis de que podía tratarse de sacrificios de niños, un fantasma que sobrevuela muchos yacimientos antiguos del Mediterráneo (el caso paradigmático son los célebres tofet, los cementerios infantiles púnicos). Pero ahora una investigación puntera de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) y el Museo de Arqueología de Cataluña (MAC) viene a descartar que esos sacrificios se efectuaran en Ullastret (siglos VI al II antes de Cristo) y concluye, tras analizar los restos de 15 criaturas hallados en el lugar, que murieron de muerte natural y fueron enterradas ritualmente en espacios domésticos. La investigación, multidisciplinaria y con tecnología de última generación (análisis histológico de los dientes, diagnóstico genético del sexo), apareció publicada en la revista Trabajos de Prehistoria y ha sido presentada públicamente esta mañana en la sede barcelonesa del MAC, que al mismo tiempo exhibe los restos esqueléticos de dos de los cuerpecillos estudiados, una iniciativa que parece contrastar vivamente con la moda impulsada por el Ministerio de Cultura de Ernest Urtasun de retirar restos humanos de los museos.
El análisis de los restos de 15 criaturas concluye que murieron de muerte natural y fueron enterradas en espacios domésticos. Dos pequeños esqueletos se exhiben ahora en el Museo de Arqueología de Cataluña
El hallazgo a lo largo de años de excavaciones en la ciudad íbera de Ullastret (Girona) de bebés enterrados de manera particular ha alimentado tradicionalmente la hipótesis de que podía tratarse de sacrificios de niños, un fantasma que sobrevuela muchos yacimientos antiguos del Mediterráneo (el caso paradigmático son los célebres tofet, los cementerios infantiles púnicos). Pero ahora una investigación puntera de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) y el Museo de Arqueología de Cataluña (MAC) viene a descartar que esos sacrificios se efectuaran en Ullastret (siglos VI al II antes de Cristo) y concluye, tras analizar los restos de 15 criaturas hallados en el lugar, que murieron de muerte natural y fueron enterradas ritualmente en espacios domésticos. La investigación, multidisciplinaria y con tecnología de última generación (análisis histológico de los dientes, diagnóstico genético del sexo), apareció publicada en la revista Trabajos de Prehistoria y ha sido presentada públicamente esta mañana en la sede barcelonesa del MAC, que al mismo tiempo exhibe los restos esqueléticos de dos de los cuerpecillos estudiados, una iniciativa que parece contrastar vivamente con la moda impulsada por el Ministerio de Cultura de Ernest Urtasun de retirar restos humanos de los museos.
El estudio, titulado Muerte infantil en época ibérica: el complejo arqueológico de Ullastret (Girona, Cataluña) y firmado por ocho especialistas, en primer lugar por Carolina Sandoval, del Grupo de Investigación en Antropología Biológica (GREAB) de la UAB, recuerda que “una de las cuestiones más discutidas con relación a la cultura ibérica es el origen y significado de los enterramientos infantiles, que aparecen habitualmente bajo el pavimento de determinados espacios domésticos”. Para contribuir a esclarecer el asunto, los investigadores han analizado las inhumaciones infantiles de Ullastret “mediante una metodología antropológica que incide en la morfología, histología y genética”, como forma de evaluar “las hipótesis planteadas hasta ahora: muertes debidas a causas naturales, posibles infanticidios o sacrificios rituales”. Concluyen que el análisis de dichas inhumaciones “señala un patrón de mortalidad por causas naturales”, y muestra que “la mayoría de las muertes ocurrieron alrededor del nacimiento y en la etapa postnal”. Los resultados, se apunta, “son consistentes con la idea de que estos enterramientos infantiles seguían normas sociales para individuos que morían en momentos tempranos de la vida”.
En la presentación en el MAC, Assumpció Malgosa, catedrática de Antropología Biológica de la UAB y coordinadora del estudio, ha señalado, junto a la vitrina con los minúsculos fragmentos esqueléticos de Ull04 y Ull15 presentados en unas bandejas, cómo estos muestran la vulnerabilidad y fragilidad de los restos. Ha recalcado que los restos de niños son testimonios muy especiales, “los de los miembros más pequeños de una sociedad, tradicionalmente olvidados y que la investigación pone sobre la mesa”. Entre las 15 criaturas, muertas en el parto, antes o poco después, hay 1 prematuro extremo (menos de 28 semanas de gestación), 1 prematuro (entre 28 y 36 semanas de gestación), 6 perinatales (entre la semana 37 de gestación hasta 7 días después del parto), 1 neonatal (dentro de los 28 primeros días de vida) y 5 postneonatales (entre los 28 días hasta el primer año, los de Ullastret de esta categoría no superaron las 12 semanas de vida); de los otros dos no se pudo obtener datos. Malgosa ha recalcado la importancia de la joint venture entre la UAB y el MAC que tiende un puente entre la investigación top de la universidad y la divulgación social que hace el museo.

El responsable del MAC-Ullastret, Gabriel de Prado, ha contextualizado el estudio explicando que los restos no proceden de una excavación reciente sino que son resultado de fouille aux dépôts, excavación en los almacenes, hallazgos realizados desde 1959 pero que ahora han sido reexaminados con nuevas tecnologías de las que no se disponía antes. Ha recordado que Ullastret, yacimiento extraordinario y fundamental para cualquier estudio de época íbera, era una dípolis, ciudad doble, con dos grandes núcleos, el Puig de Sant Andreu y la Illa d’en Reixac, que fue la capital de los indiketas y que se conoce y excava ininterrumpidamente desde 1947. En Ullastret, que ocupaba 16 hectáreas, vivían cerca de 6.000 personas, lo que la convierte en una metrópoli de la época, pero se han encontrado pocos restos humanos debido a que los íberos incineraban a sus muertos (la única necrópolis descubierta hasta ahora, con 80 tumbas de cremación, es la de Puig de Serra a 400 metros de Illa d’en Reixac). Así que, ha recalcado, los bebés y los muy diferentes restos que son los cráneos enclavados (de los que también hay novedades: parece que no serían solo de extranjeros sino que hay algún cráneo local), constituyen una fuente muy especial de información sobre el mundo íbero. De Prado ha considerado que definitivamente se puede descartar la idea de un tofet en Ullastret y para el contexto íbero.
Carolina Sandoval ha explicado que de los 15 individuos analizados, algunos inhumados en pequeñas fosas y los más antiguos de los siglos IV-III a. C., 8 eran de sexo femenino, 5 masculino y de dos no se pudo determinar. Fundamentalmente eran de fetos a término y de bebés con una supervivencia postnatal de más de un mes (los que más vivieron eran de 12 semanas). Ninguno de los restos mostraba evidencias de traumatismo o enfermedades, aunque un caso, Ull10, apunta por la discrepancia entre edad dental y edad ósea a algún trastorno de desarrollo o malnutrición. Probablemente hayan muerto de complicaciones del parto, anomalías genéticas, problemas de placenta o cordón umbilical. Ha recalcado Sandoval que el patrón que han identificado de edades y de sexos se parece a la mortalidad infantil natural de poblaciones en desarrollo y lleva a descartar que haya habido infanticidio con selección por sexos ni prácticas sacrificiales. La documentación arqueológica prueba que las criaturas fueron enterradas en espacios domésticos (no en edificios palaciegos o aristocráticos), y que se tenía memoria de enterramientos anteriores, pues se respetaban en los nuevos.
Sandoval ha considerado que el tratamiento funerario dado a los bebés —no sabemos qué se hacía con los que morían a mayor edad— indica que esos pequeños muertos “importaban” y que “no eran simplemente desechados”. Parece haber un interés en darles un cuidado y en mantenerlos cerca. El hecho de que se guardara durante muchos años, incluso un siglo, la memoria de dónde estaban es significativo.
Los estudiosos recuerdan que queda mucho por encontrar en el oppidum (ciudad fortificada) de Ullastret: solo se ha excavado el 20 % del Puig de Sant Andreu y apenas el 5% de la Illa d’en Reixac, y en consecuencia tienen que aparecer más evidencias de las prácticas funerarias de la población.
En cuanto a la exhibición de los restos infantiles en el MAC, su director Jusèp Boya, ha dicho que el centro lleva ya un año de debate interno sobre el tema de la exposición de restos humanos en el museo y cuáles han de ser los límites. Ha considerado que en la decisión del Ministerio de Cultura de retirarlos “han pesado otros factores que no son los estrictamente científicos”. Para Boya, “el concepto fundamental ha de ser el respeto”. El director ha reflexionado que hay que analizar cómo mostrar los restos y emplearlos en la educación. Y ha advertido: “Hacerlos simplemente desaparecer condenará a muchos museos al cierre o a cerrar parte de sus salas; no podemos hacer una regla general, hay que estudiar caso por caso”.
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