Una mujer gobernará Japón, pero eso no garantiza un avance feminista

Sanae Takaichi, una política ultraconservadora en las antípodas de los movimientos feministas, ha hecho historia al convertirse esta semana en la primera mujer que toma la batuta de mando del Gobierno en Japón. Su nombramiento como primera ministra es un signo de que algo se mueve en una sociedad de arraigadas costumbres patriarcales. Pero a la vez muestra lo difícil y lento que va a ser ese cambio, sobre todo en política, sector en el que la brecha de género es persistente.

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 El nombramiento de Sanae Takaichi, del ala más dura del conservador PDL, es recibido con una mezcla de esperanza y escepticismo en una sociedad donde persiste una desigualdad estructural de género  

Sanae Takaichi, una política ultraconservadora en las antípodas de los movimientos feministas, ha hecho historia al convertirse esta semana en la primera mujer que toma la batuta de mando del Gobierno en Japón. Su nombramiento como primera ministra es un signo de que algo se mueve en una sociedad de arraigadas costumbres patriarcales. Pero a la vez muestra lo difícil y lento que va a ser ese cambio, sobre todo en política, sector en el que la brecha de género es persistente.

Su llegada ha sido recibida por las japonesas con una mezcla de esperanza y escepticismo. Takaichi, de 64 años, forma parte del ala más dura del conservador Partido Liberal Demócrata (PLD). Para algunas, más allá de la ideología, el hecho de que haya llegado a lo más alto es el reflejo de que el camino es complicado, pero posible; otras creen que su trayectoria es una anécdota incapaz de remover los cimientos de una sólida estructura.

El nombramiento es “histórico y simbólicamente significativo”, expresa Mari Hamada, líder de la organización japonesa Stand by Women, que promueve una mayor participación de la mujer. “En un mundo político dominado durante mucho tiempo por los hombres, el hecho de que una mujer haya alcanzado el cargo más alto envía un mensaje poderoso”, escribe por correo electrónico.

“Sin embargo, que esto represente un cambio estructural real depende de las políticas y medidas que se adopten a continuación”, añade. En Japón, este tipo de “primeros casos” no siempre conducen a una mayor igualdad en las instituciones y la sociedad. Y dada su postura política, es poco probable que Takaichi se identifique como feminista o convierta la igualdad en una prioridad. “Su liderazgo puede inspirar a más mujeres a entrar en política, pero no parece probable que se produzcan cambios políticos importantes”.

Esta idea se repite entre varias jóvenes consultadas. “No creo que implemente políticas orientadas a reducir la desigualdad de género”, cuenta Wakana Aoi. Para esta empleada en el sector tecnológico, de 24 años, la sociedad japonesa presiona a las mujeres para que cumplan con dos roles: encargarse de las tareas domésticas y la crianza, y al mismo tiempo trabajar. “Aunque en comparación con el pasado es más fácil incorporarse al mundo laboral, siento que las estructuras institucionales todavía no están adecuadamente preparadas y eso genera dificultades”. Son ellas quienes suelen dejar de trabajar llegado el caso. Percibe que la mentalidad de las personas está mutando, pero siente que las condiciones para reducir la brecha de género “no están plenamente desarrolladas”. Tampoco cree que Takaichi vaya a promoverlos: “Los cambios tardarán bastante tiempo en llegar”.

Brecha de género

Japón ocupa el puesto 118º entre 148 países en el Informe de Brecha de Género 2025 del Foro Económico Mundial. Es el más bajo de entre las democracias industrializadas del G-7. Y en la categoría “empoderamiento político” cae al puesto 125º. El porcentaje de mujeres en la Cámara de Representantes, la de mayor peso político, es de en torno al 16%. En España, del 44%.

En el mundo de los negocios, la situación es parecida: las mujeres solo ocupan un 16% de los puestos ejecutivos en las principales empresas cotizadas, según una encuesta de 2024 de la Federación de Negocios de Japón. De las cerca de 1.600 empresas de la Bolsa, solo 13 contaban con una consejera delegada al frente, según una encuesta de 2024 de la agencia Kyodo. La revista The Economist sitúa a Japón como el tercer peor país para la mujer trabajadora de entre las naciones desarrolladas.

“En el futuro, no solo tendré que trabajar, sino también hacer las tareas domésticas, lo que parece difícil”, asume Rico Konishi, de 24 años, que trabaja en el competitivo sector de las finanzas, a pesar de que considera su empresa “famosa” por su trato igualitario. Tampoco cree que la nueva primera ministra vaya a modificarlo: “Creo que está más interesada en la defensa que en la brecha de género”, dice en referencia al incremento del gasto militar que se espera que anuncie Takaichi en los próximos días.

“Sus políticas no son feministas ni orientadas al género”, zanja por teléfono Ken Ishida, profesor de la facultad de Derecho y Economía de la Universidad de Chiba. Aunque Takaichi fue ministra de Igualdad de Género, se opuso a cambiar una ley que consagra la sucesión imperial masculina; se ha negado a modificar una antigua norma que requiere a las parejas casadas que compartan el mismo apellido, un símbolo de la lucha por la igualdad en Japón. Y tampoco respalda la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo.

Después de haber anunciado que optaría por rodearse de un Gabinete al estilo de los países nórdicos, cuando el martes anunció su nuevo Ejecutivo, se quedó a años luz de las democracias escandinavas: solo incluye a dos ministras. Sumándola a ella, serán tres en un Gobierno con 19 miembros: no llega al 16%, si bien supone un avance desde el 10% (2 de 20) en el anterior Ejecutivo. Las nombradas ocuparán carteras de peso: Satsuki Katayama se ha convertido en la primera mujer al frente de Finanzas. Kimi Onoda ocupará el Ministerio de Seguridad Económica, que ya ocupó hace años Takaichi. El profesor Ishida destaca, más allá del género, su inclinación política: “Muy nacionalistas y muy conservadoras”.

“La razón por la que la primera ministra Takaichi fue elegida no es porque sea mujer. Es por su potente política para hacer que Japón sea fuerte de nuevo”, afirma Chiho Kusaka, instructora de formación empresarial de 57 años que vive en Tokio. “Algunas personas opinan que debería haber elegido a más mujeres [ministras] y enviar un mensaje especial al mundo. Sin embargo, ella da más importancia a la teoría de la persona adecuada en el lugar adecuado que a la cuestión del género. Considera que los intereses nacionales son lo primero”. Kusaka tiene la esperanza de que resuelva “muchos problemas rápidamente, especialmente en lo que respecta a la política de inmigración”.

No se puede entender la llegada de Takaichi, exponente de la línea más dura del conservador Partido Liberal Democrático (PLD), sin las debacles sufridas por su partido en las últimas elecciones, que forzaron al primer ministro saliente, Shigeru Ishiba, a dimitir. La pérdida de apoyos ha sido inversamente proporcional al auge de partidos minoritarios escorados a la derecha, como Sanseito, que promueve una agenda basada en el lema “Japón primero”, inspirado en el ideario MAGA (Make America Great Again) de Donald Trump, y acusa de los males de Japón a una supuesta “invasión silenciosa de extranjeros”. Takaichi, que ha prometido mano dura contra la inmigración irregular, ha sido la respuesta del PLD para frenar la fuga de votos.

La actual primera ministra tenía 24 años cuando Japón promulgó una ley de igualdad de oportunidades en 1985, descrita como “un cambio simbólico en la tradicional discriminación que sufre la mujer japonesa”. Muchas de las estructuras cuyo cambio promovía aún persisten. Takaichi se ha abierto paso en un mundo dominado por hombres, aunque su biografía es también el reflejo de que la sociedad se estaba transformando. En su juventud fue motera, tocaba la batería en una banda de heavy metal, y su inspiración política tiene que ver con la llegada al poder de otra mujer, la británica Margaret Thatcher, la Dama de hierro. Su marido, un antiguo diputado del PLD (pasaron unos años divorciados por desavenencias políticas), ha asegurado que le brindará su apoyo como un “esposo discreto”.

Mari Hamada, de Stand by Women, cree que, sin reformas activas que aborden la cultura política y las barreras institucionales que perjudican a las mujeres, es probable que la desigualdad de género estructural profundamente arraigada en Japón siga sin cambiar en gran medida. Pero considera “positivo” que haya nombrado a 10 mujeres como ministras, viceministras y secretarias parlamentarias en su nuevo Gabinete. “Puede servir como un importante catalizador para el cambio político y cultural”.

“Siento que, al menos a nivel psicológico, la brecha de género en la sociedad japonesa se ha reducido un poco”, concluye sobre el nombramiento Moana Tachibana, una mujer de 24 años empleada en el sector del transporte aéreo. Rena Iwanaga, estudiante posgrado de cuestiones de género, también de 24 años, tiene la esperanza de que su llegada fuerce a que se den pasos: “Las expectativas de la sociedad podrían presionarla para que, al menos, cambie algunos aspectos”.

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