El cantaor fue homenajeado en el festival a beneficio de la Asociación Española Contra el Cáncer Leer El cantaor fue homenajeado en el festival a beneficio de la Asociación Española Contra el Cáncer Leer
Espectáculo: XL Festival del Mostachón. Homenaje a Miguel Poveda / Cante: Rafael de Utrera y Felipa del Moreno / Toque: Pepe Fernández y Manuel Valencia / Palmas: Diego Montoya, Rafael Usero, Juan Carlos Usero y Javi Peña / Baile: El Choro, con Manuel de la Nina y Jonathan Reyes (cante), y Juan Campallo (guitarra) / Lugar y fecha: Teatro Municipal Enrique de la Cuadra, de Utrera. 24 de noviembre de 2024
CALIFICACIÓN: ***
Ponerse en el lugar del otro y ayudarle a alcanzar sus metas, son rasgos que subyacen en muchos flamencos históricos, tal que Miguel Poveda, que tiene homologado ese sentimiento por los demás y que acudió a Utrera a colaborar con la Asociación Española Contra el Cáncer, a petición de la Peña Flamenca Curro de Utrera.
Se trataba de un compromiso con el bien común, pero se ponía en práctica desde la celebración del XL Festival del Mostachón, encuentro que abrió el telón con Jerez de la Frontera por bandera, merced a Felipa del Moreno, quien encontró en Manuel Valencia el escolta idóneo para su propuesta, propagada por entre las cantiñas, con sonoridades bien definidas y con dicción nítida; el taranto con remate de fandango verdial, resuelto apropiadamente y sin titubeos, así como los tientos con cierre de tangos en los que debiera moderar la capacidad de su treno, y sobresaliendo más por bulerías, a las que concedió un enfoque muy propio de su origen.
El reconocimiento a Miguel Poveda tuvo un impacto muy significativo en el público que llenó por completo el auditorio. Se exploró su trayectoria, así como la importancia de su colaboración, y tras serle impuesta la insignia de la Peña Flamenca Curro de Utrera ante los representantes de las instituciones públicas, el cantaor barcelonés tuvo palabras de cariño y de compromiso con las asociaciones que, sin ánimo de lucro, aglutinan a quienes están relacionados con la oncología.
Todo sucedió entre las ovaciones que el público le dedicó a quien, además de una trayectoria irreprochable, siempre está dispuesto a sumar fuerzas para el bien común, constatándolo al emitir con sutilezas la poética lorquiana y ofrecer los contrastes sonoros de la bulería al aire de Utrera, conformando un momento encantador. Fue muy agradable confirmar, pues, el empeño de Miguel Poveda, que reflejó en su rostro el placer de dar forma con su música a un gesto genial, el de la solidaridad.
El Choro, por su parte, ofreció una gran lectura del baile sincero, libre de falsedades o engaños y escénicamente creíble, transmitiendo perfectamente por seguiriyas la frescura y hondura de un artista en óptima complicidad con la guitarra de Juan Campallo, con unos movimientos servidos con muy buenas prestaciones, resultando igual de convincente por alegrías, donde ofreció cambios y quiebros muy atractivos; escorzos interpretados de manera racial pero siempre controlados, y con sonido personal en el zapateado, mostrando, a la postre, una interpretación firme y segura.
El onubense, que sorteó cantaores desiguales, fue capaz de transmitir, mismamente, elegancia sin resultar amanerado y sin perder espontaneidad y apasionamiento, resolvió su presentación en la tierra de la admirada bailaora Juana la Feonga con un realce cargado de temperamento, ímpetu y entusiasmo. En definitiva, El Choro es la esencia del buen gusto.
Y al cierre, Rafael de Utrera, un cantaor que se mueve también en un nivel de interpretación y madurez muy solventes, pero que confundió el festival con el formato de concierto en solitario. Empero, desde su arranque con la soleá apolá y luego enlazando la taranta de Fernando de Triana con la de La Gabriela, sonó con presencia y seguridad, manteniendo una altura vocal arriesgada pero óptima, con unos tonos tan bien timbrados y mantenidos que fue acogido con los aplausos que despertó en el respetable.
A lo que antecede, el sobrino nieto de Antonio Vilches, a quien se había recordado por los tres meses de su fallecimiento, se inclinó por las cantiñas con alegrías de Córdoba y la solera que demostró por seguiriyas, a la que dio un enfoque muy hondo y sugeridor, para proseguir con la vidalita-milonga de Enrique Montoya, hasta culminar su actuación por bulerías, demostrando -pese al exceso temporal- el abolengo y dominio de un repertorio cargado de dinamismo y al servicio del flamenco que representa.
Pero hay algo que difícilmente podrá olvidarse en Utrera. Aludo a la gran lección del homenajeado, Miguel Poveda, quien, con su sola presencia, puso el cartel de no hay entradas, algo que no recordamos en la historia del Festival del Mostachón.
Lo que antecede nos lleva a concluir con que, si la adhesión a una causa es la forma de unirse los seres humanos y buscar beneficios para la gran mayoría, la magnitud de los flamencos rango como Miguel Poveda, es ayudar al prójimo y entender que todos necesitamos de todos, ya que no existe el que canta si no tiene quien le escuche. En síntesis, y como bien relata la historia de Utrera y el origen de los certámenes pioneros andaluces, sin solidaridad ningún festival es distinguido ni perdura.
Andalucía // elmundo