En la semifinal del Mundialito, los jugadores salieron al campo de uno en uno, como en el baloncesto. Los equipos fueron presentados por un tipo que parecía un gánster de alta costura al que solo le faltaba un ring de fondo, como en el boxeo. El árbitro apareció armado con un micrófono, por si acaso necesitaba explicarnos el críptico reglamento, como en el fútbol americano. ¿Y el fútbol de verdad? Estaba en Vitinha, un Kroos despeinado que actualizó la nostalgia del Madrid por el jugador alemán. A lo largo de todo el partido, Vitinha sirvió para marcar una evidencia: lo que le falta al Madrid y lo que le sobra al PSG. Dominio.
El Madrid revivió ante los de Luis Enrique sus peores recuerdos recientes, cuando frente al Barça la pelota no era suya y los goles caían de cuatro en cuatro
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos
El Madrid revivió ante los de Luis Enrique sus peores recuerdos recientes, cuando frente al Barça la pelota no era suya y los goles caían de cuatro en cuatro


En la semifinal del Mundialito, los jugadores salieron al campo de uno en uno, como en el baloncesto. Los equipos fueron presentados por un tipo que parecía un gánster de alta costura al que solo le faltaba un ring de fondo, como en el boxeo. El árbitro apareció armado con un micrófono, por si acaso necesitaba explicarnos el críptico reglamento, como en el fútbol americano. ¿Y el fútbol de verdad? Estaba en Vitinha, un Kroos despeinado que actualizó la nostalgia del Madrid por el jugador alemán. A lo largo de todo el partido, Vitinha sirvió para marcar una evidencia: lo que le falta al Madrid y lo que le sobra al PSG. Dominio.
El Madrid revivió sus peores recuerdos recientes, cuando frente al Barça la pelota no era suya y los goles caían de cuatro en cuatro. El ánimo siempre cambiante del Madrid, nos devuelve a una especie de misa de difuntos.
En aquellos partidos, como en este, la gran diferencia volvió a estar en el centro del campo. Para resolver esa cuestión es importante un Luis Enrique o un Xabi Alonso, entrenadores de indiscutible solvencia. Pero más importantes aún son los Vitinhas y los Pedris, que utilizan el balón como pegamento de las cosas sueltas.
Volvamos al Madrid. Había acumulado confianza durante el Mundialito mostrando competitividad, calma, jerarquía. Así fue, por ejemplo, ante el Borussia, en un partido que, durante noventa minutos, pareció dibujado por el entrenador. Pero llegó el descuento. Y debe ser verdad lo que cantó Víctor Jara: “la vida es eterna en cinco minutos”. De un 2 a 0 cómodo el marcador paso a un angustioso 3 a 2. Quedó la extraña sensación de que el viejo Madrid seguía ahí, agazapado y amenazante como el dinosaurio de Monterroso. Esa pesadilla se prolongó en las semifinales, cuando en el comienzo del partido, con dos errores individuales de los marcadores centrales impropios de este nivel, el equipo entero quedó paralizado.
Da igual un entrenador sofisticado que un gestor. Si hay un mal control dentro del área, tienes un problema. Si quieres despejar y en lugar de darle a la pelota le das al aire, estás perdido. Así fue como a los ocho minutos, el Madrid había inaugurado el caos. Porque aún está lejos de ser un equipo consistente y porque enfrente tenía a un colectivo que son la representación misma del orden. Con y sin el balón.
Y en ese orden, perdonen la insistencia, reina Vitinha, con su exagerado número de intervenciones. En el primer tiempo tocó más balones que los tres medios del Madrid juntos. Además, con su precisión de cirujano no pierde un balón ni a palos. Todo sin estridencias y con la paciencia de un estratega que sabe esperar, atraer y cambiar de frente para sorprender. Con el criterio y la simplicidad de un sabio que lo sabe todo del fútbol, pero solo usa lo esencial: control y pase. ¿Qué es un equipo? Todo lo que está alrededor de Vitinha y tiene su misma camiseta. Ni más ni menos.
Como las percepciones mandan, lo que para el Madrid parecía el prometedor inicio de la siguiente temporada, se convirtió en fuegos artificiales como por arte de magia. Estamos en más de lo mismo. El fútbol coral del PSG, en el que todos juegan y todos corren, redujo a las individualidades del Madrid a notas sueltas. De gran categoría, sí, pero insuficientes para desafíos de este tamaño.
¿Por qué tanto Vitinha? Para marcar un déficit que tiene el Madrid y que se le está enquistando. Necesita un jugador que, como buen estratega, le transfiera su criterio y personalidad a todo el equipo. Un Xabi Alonso, pero este para plantarse en el centro del campo.
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Sobre la firma

Jorge Valdano es columnista de EL PAÍS y comentarista de Mediapro para Movistar. Exjugador de fútbol, campeón del mundo con Argentina en 1986, también fue entrenador. Ocupó la dirección deportiva y la dirección general del Real Madrid en dos etapas en el club blanco, donde fue además futbolista y técnico. Ha escrito varios libros.
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