En plena crisis energética agravada por la invasión de Ucrania por Rusia, España y Portugal lograron arrancar la llamada excepción ibérica, una especie de tope a los precios eléctricos, que sirvió de seguro en lo peor de la escalada inflacionaria. Se convirtió en una fortaleza, pero lo cierto es que partía de una debilidad: la península Ibérica es una isla energética muy alejada de los objetivos de interconexión eléctrica con el resto del mercado europeo. Se ve con tres datos, en 2020 la interconexión de la red con la del resto del continente a través de Francia debía al 10% y una década después al 15%, según las propias normas de la UE que parten de un acuerdo en un Consejo Europeo de 2014. En cambio, apenas llega al 3%.
Desde Madrid se lamenta la poca implicación en el desarrollo de conexiones de París, que suele aducir problemas técnicos y de coste
En plena crisis energética agravada por la invasión de Ucrania por Rusia, España y Portugal lograron arrancar la llamada excepción ibérica, una especie de tope a los precios eléctricos, que sirvió de seguro en lo peor de la escalada inflacionaria. Se convirtió en una fortaleza, pero lo cierto es que partía de una debilidad: la península Ibérica es una isla energética muy alejada de los objetivos de interconexión eléctrica con el resto del mercado europeo. Se ve con tres datos, en 2020 la interconexión de la red con la del resto del continente a través de Francia debía al 10% y una década después al 15%, según las propias normas de la UE que parten de un acuerdo en un Consejo Europeo de 2014. En cambio, apenas llega al 3%.
La causa del “cero energético” no estuvo en ese talón de Aquiles, según los análisis preliminares. Estuvo parte de la solución, como ha subrayado el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ya que con aportaciones eléctricas de Francia y Marruecos se fue recuperando la red. Sin embargo, esa puesta en pie podría contado con más aportación desde el otro lado de los Pirineos si ese ratio de interconexión (capacidad de importación entre capacidad de generación) hubiera sido mayor, como se pide desde Bruselas, por ejemplo, en los informes anuales sobre el mercado energético, en los que es fácil leer cómo un año tras otro se apunta que no se cumple ese objetivo.
El apagón apenas alcanzó a Francia. Pero su impacto se trasladó al debate público, principalmente a través del temor general sobre si un fenómeno así podría llegar a ocurrir dentro de sus fronteras. En Francia, creen los expertos, sería casi imposible por varios motivos. El mix energético, opinan, ayuda. Pero, principalmente, porque su interconexión con el resto de países europeos es muy alta y no se encuentra tan aislada como España. Es la cara de la moneda de una situación que, en parte, es responsabilidad de la política energética francesa, poco interesada en que España exporte su energía al resto de Europa, y de la dificultad técnica que entraña superar los Pirineos.
La mayoría de los países de Europa continental forman parte de una vasta red sincronizada, la segunda más grande del mundo. Francia desempeña un papel de “encrucijada eléctrica” en estos intercambios europeos debido a su posición estratégica “en la intersección de varias penínsulas e islas eléctricas (península ibérica, Italia, Gran Bretaña)”, pero también gracias a sus “importantes capacidades de producción instaladas”, según explica el balance eléctrico 2024 de RTE.
Jacques Percebois, economista y experto en cuestiones energéticas francesas, apunta varios problemas. Pero subraya que “la Península Ibérica es también una península eléctrica. “Francia, en cambio, está conectada con Bélgica, Alemania, Italia, Suiza y España. La potencia de la interconexión con Alemania y Bélgica es de 10.000 MW; 3.000 MW con Suiza, 2.500 con Italia y unos 3.000 MW con España. En total tenemos una interconexión de unos 20.000 MW. Esa es la principal diferencia entre ambos países”, analiza.
Esos 3.000 MW de los que habla el experto francés son, realmente, 2.800 MW, según los números del Gobierno español. Hay en marcha un proyecto para unir por tercera vez los dos países: a través del golfo de Vizcaya, que añadirá unos 2.200 MW en 2028. Ni así se llegará al 10%. Y hay otras dos conexiones previstas que podrían elevar la interconexión a 8.000 en 2035, de acuerdo al marco de colaboración que pactaron Madrid y París en 2035.
Pero que esto vaya a ser así en el caso de los dos últimos proyectos está por ver, como apunta un informe del regulador de Competencia francés de hace casi un año: “Los distintos proyectos deben abordarse uno tras otro, dando prioridad a la finalización del proyecto golfo de Gascuña [nombre francés del golfo de Vizcaya. En esta fase, los análisis coste-beneficio realizados no han demostrado que los beneficios proporcionados por proyectos adicionales superen los costes, en particular debido al elevado coste de la congestión de en la red francesa, la importante necesidad de reforzar las redes aguas arriba y las importantes cuestiones de aceptabilidad local”.
El argumento económico, por las dificultades que implica superar los Pirineos, también lo emplea Percebois. “Algunos dicen que Francia no quiere que España mande mucha electricidad, especialmente solar, para evitar competencia. No quiere ser un país de tránsito para la venta de energía solar española. Y no diré que es completamente falso, pero hay un compromiso europeo para desarrollar las interconexiones. Yo creo que las principales razones son técnicas y de presupuesto”, apunta. “La línea España Francia costó mucho dinero. Al principio debía ser aérea, pero como los ecologistas se opusieron, se enterró una parte de esa línea de alta tensión. Y eso cuesta seis veces más. Luego, por supuesto, hay un debate sobre quién lo paga”.
Para el eurodiputado español, Nicolás González Casares, miembro de la comisión de Energía en la Eurocámara, también hay un motivo económico, pero más vinculado a la compraventa de energía: “Francia se muestra renuente a aumentar las interconexiones para no tener la competencia a su energía nuclear de la electricidad barata producida con renovables en la península Ibérica”, señala este socialista gallego, que fue ponente parlamentario de la última reforma del mercado eléctrico europeo.
La persistencia española en Bruselas −siempre de la mano de Portugal, apuntan desde Madrid− para aumentar las conexiones transfronterizas y aumentar la interacción con el mercado europeo se ve en muchos de los consejos de la UE destinados a energía. En el último, celebrado el pasado marzo, la vicepresidenta tercera y ministra de Transición Ecológica, Sara Aagesen, volvió a hacerlo: España insiste en que las interconexiones son fundamentales para tener una verdadera unión de la energía. Para tener un mercado interior de la energía es fundamental contar con interconexiones. Lo llevamos diciendo desde hace mucho tiempo y entendemos que ahora tenemos que dar un paso más allá y conseguir que más que una relación a dos partes, sea una apuesta europea».
Esta última expresión −“apuesta europea”− resulta clave en el argumentario español. En Madrid siempre se recela de que Francia pretenda dejar el asunto de las interconexiones en una dimensión bilateral y trata de incluirlo en la agenda de la UE, ya lo hacía con la ahora vicepresidenta de la Comisión Europea, Teresa Ribera, en el Gobierno. Se trata de una estrategia para superar así las reticencias galas que ha funcionado en el pasado −y no solo porque así Bruselas financia parte del proyecto−. Eb 2022 y 2023, cuando Alemania y la Comisión se implicaron en el impulso del proyecto encallado de construcción de un hidroducto que transportara hidrógeno de la península Ibérica, con más rapidez de lo habitual se acordó un proyecto que construirá una canalización entre Barcelona y Marsella.
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